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Southeastern

Por Emily Stockton

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La pobreza de una mujer china en el corazón de una mujer estadounidense

CHINA (BP) -- "Tu perro vive mejor que mi hija y yo," dice Lu Wei Hong*. No está enojada; simplemente está describiendo los hechos. Mi perro tiene acceso diario a una comida nutritiva y agua potable y duerme en una cama dentro de mi apartamento con aire acondicionado. Esta mujer china y su hija preadolescente rentan un cuarto en un barrio ennegrecido por el carbón, donde no hay cocina y no pueden hervir el agua para beberla. Comparten una cama pequeña. Mientras Lu está llorando sentada en mi sala en China, me abruma la pobreza en este país. Lu siempre dice que su esposo la abandonó. Por meses yo pensé que estaba divorciada y que recibía una pensión. Pero me di cuenta que ella quería decir que su esposo se fue de esta tierra; murió hace cuatro años en un accidente de construcción. Cuando su esposo murió Lu recibió una miseria por parte de la compañía constructora. Ella no tiene habilidades laborales, excepto trapear las escaleras y sacar la basura en mi condominio de apartamentos. Lu gana el equivalente a $75 al mes, una cantidad tan baja que uno de mis amigos chinos ha dicho, "Nunca logrará sobrevivir así." Los ancianos padres de Lu no pueden proveer ayuda financiera, y sus suegros cortaron la relación con ella y con su hija, Nie Ai Ju*, al percibirlas como mujeres inútiles. A menudo me conmueve hasta las lágrimas ver las necesidades a mi alrededor. Aunque sé que no puedo satisfacer las necesidades de todos los que necesitan ayuda, intento hacer lo que puedo para practicar el llamado de Jesús de amar a los demás. Ofrecí a Lu regalarle un ventilador eléctrico, pero ella lo rechazó porque no puede pagar la electricidad necesaria para usarlo, le di un catre plegable para su hija, sin saber si podría abrirlo en su cuarto tan pequeño. Después me enteré que el catre no cupo, y Lu lo vendió para comprar alimentos. En el mundo entero, Lu sabe que ninguna persona le ayudaría en una necesidad. Aunque puso su fe en Cristo cuando murió su esposo, no cuenta con amigos cristianos o una familia en la iglesia que le animen. Las cargas de la vida la sofocan. Las largas jornadas de trabajo, el deseo de criar bien a su hija, y la necesidad de proveer alimentos, ropa, abrigo y cuotas de la escuela simplemente la abruman. Si se enferma, pierde su trabajo o incluso si tiene un accidente en bicicleta donde ella tenga que pagar los daños, caería de la cuerda floja donde se encuentra financieramente. El acto de equilibrio la deja exhausta. Emocionalmente, parece que estuviera a punto de colapsar. Necesita a alguien en quien apoyarse, una red de sostén.