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Apacible y delicado, Quietud

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NASHVILLE, Tenn. (BP) — Desde pequeño recuerdo la temporada de huracanes en mi país. Son seis ‘largos’ meses de expectación por saber sobre cualquier fenómeno meteorológico que pudiera amenazar nuestro ritmo de vida. Con cada aviso de tormenta o huracán comienzan los planes de contingencia. La gente va a los supermercados para abastecerse de alimentos no perecederos, agua, baterías para linternas y gas, entre otras cosas. Hay que prepararse para lo peor, aunque realmente nadie quiere que lo peor llegue. Pero, en ocasiones llega.

Los huracanes pueden ser muy aterradores. La familia se protege dentro de la casa con el deseo y la esperanza de que todo pase pronto. El ruido del viento y la lluvia al golpear las ventanas despiertan un sentido de inseguridad que va en aumento. No se sabe mucho de lo que sucede afuera, pero la experiencia de años previos permite especular sobre los daños que habrá. Inundaciones, árboles caídos, interrupción en los servicios básicos, destrucción, pérdidas en la agricultura y hasta pérdida de vidas. Esta inseguridad genera un sentido de frustración porque en ese momento no se puede hacer algo para evitar los acontecimientos. Es el encuentro del ser humano con la naturaleza de nuestro Creador. Un encuentro que nos permite descubrir una vez más que, como seres humanos, estamos limitados y dependemos enteramente de Dios. Él es el que tiene control sobre la naturaleza y sobre nuestras vidas. Eso, sin duda, debe darnos paz.

Esa paz de Dios en cierto modo se manifiesta en la calma después de la tormenta. El silencio después de los vientos recios se “escucha” hermoso. La luz del sol se observa más brillante. Y a pesar de la destrucción, la gratitud de los corazones florece como las flores en primavera para reconocer la bondad y la misericordia de Dios. El Señor nos ha protegido una vez más porque tiene planes para nosotros.

¿Está usted pasando momentos difíciles? Medite en la experiencia del profeta Elías. Obedezca al Señor, “salga de la cueva” del temor para que pueda ver la manifestación del poder de Dios cada día.
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Este escrito fue publicado originalmente por la revista Quietud® en el número correspondiente al otoño de 2012.