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‘Bendecidos’ para alcanzar lugares difíciles para Cristo


AMAZON BASIN (BP) — Brad Connelly* observa atentamente cómo su hija y sus hijos chapotean en el río de la selva junto a su pequeña cabaña.

Distraídos del resto del mundo, los niños ríen y gritan y toman turnos para salir volando en un columpio de cuerda y zambullirse en el agua fría y tratar de nadar en contra de la corriente hasta una roca cercana. Para ellos, la selva es una nueva y emocionante aventura.

Para Brad y su esposa Carissa*, este es el riesgoso lugar donde ellos están por trasladar a su familia. A pesar de eso, sentado en el pórtico de su cabaña en el campamento de entrenamiento en la selva de la Junta de Misiones Internacionales, Brad observa a sus hijos jugar y sabe que este es el giro correcto.

El programa de entrenamiento de un mes de duración es el paso final para preparar a los Connelly y a sus tres hijos — de 4, 6 y 8 años — a aventurarse profundamente en el corazón de la selva amazónica y trabajar entre una de las casi 230 etnias indígenas no alcanzadas en América. Su etnia es menos del 2 por ciento cristiana evangélica y nadie está tratando de llegar a ellos con el evangelio.

La comunidad en la que esperan trabajar es restringida y es difícil obtener permiso para entrar. Por el momento, los Connelly viven en una ciudad cercana y oran para que Dios pronto abra puertas para entrar y comenzar a trabajar en el área. Una vez que eso suceda, él será todo lo que ellos tengan.

Ellos serán los únicos misioneros en su área, casi a 15 horas del personal más cercano de IMB. La electricidad será un lujo durante una hora al día — algunas veces. Las opciones de comida serán limitadas, el acceso a internet y al teléfono serán inexistente. La familia estará a ocho horas del centro de salud decente más cercano.

Ellos supusieron mucho de esto cuando pidieron el trabajo.

“Cuando andábamos buscando trabajos disponibles [en IMB],” recuerda Brad, “específicamente pedimos los más difíciles, los que nadie más quería. Algunos de estos trabajos han estado en los libros durante cuatro o cinco años porque nadie más los quería.”

Pero trasladar a sus niños a un ambiente difícil e inclusive peligroso no fue una decisión que los Connelly hicieron fácilmente.

“Yo pensaba mucho en mi familia y en cómo funcionaría esto,” dice Brad. “Una mañana estaba leyendo la Biblia sobre Abraham y su disposición para sacrificar a Isaac. Estaba orando y cabalmente sentí como si Dios me preguntara: ‘¿Harías eso sin hacer ninguna pregunta?'”

Como madre, Carissa tuvo que asimilar las amenazas que ella sabe que sus hijos enfrentarán en esta vida.

“Al principio, sentí como si los estuviera alejando a rastras de todo y poniéndolos en un lugar donde hay malaria y dengue y todas esas enfermedades y no hay doctores,” dice Carissa. “Pero el Señor tuvo que enseñarme: ¿confío en él? Porque él ama a mis hijos más de lo que nosotros pudiéramos nunca amarlos. Si él no es lo suficientemente grande para cuidarlos, ¿quién puede?

“No es solamente el llamado de Brad [a las misiones],” continúa. “No es solamente mi llamado. Es el llamado de nuestra familia. Algunas veces el llamado a seguir a Jesús está pintado como algo muy agradable y bonito, pero hay un precio. Él dice: ‘Toma tu cruz y sígueme, y sufrirás.’ Eso es solo parte de esto.”

Los Connelly saben que no todos los amigos estadounidenses y miembros de la familia entienden su decisión de trasladarse a potencialmente un lugar peligroso. Pero saber que Dios ha llamado a su familia ha mantenido a Carissa confiada en su dirección.

“¿Van a extrañar algunas cosas? Probablemente” dice. “¿Se enfermarán? Definitivamente. Pero nuestros niños son realmente bendecidos de crecer en el ministerio y saber que Dios es su sanador, y su amigo y su todo.”

Brad añade: “Ya sabes, si el Señor quiere proteger a mis niños, lo hará. Y le vamos a pedir que lo haga. Pero si él quiere que los ponga en un altar,… para la mente estadounidense yo sé cómo suena eso, pero siento como si eso hubiera sido lo que pidió de nosotros.”

A la luz de la incertidumbre y riesgo, los Connelly anhelan compartir el evangelio con personas que actualmente viven sin la esperanza eterna y entienden que aunque el plan de Dios puede que no sea el lugar más seguro, siempre es el mejor lugar.

“Dios tiene el control, y para mí, todo lo demás es bicoca,” dice Brad. “Es como si Dios solo dijera: ‘Ahí está la cuerda. ¿Estás dispuesto a saltar y a resistir?’ Y él va a mecerla fuertemente por todo el lugar, y voy a salir lastimado y las cosas van a pasar, pero yo solo tengo que confiar en él. Él consiguió esto. Y yo siento que vamos a tener la oportunidad de ver a Dios haciendo cosas maravillosas.”
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*El nombre ha sido cambiado. Emily Pearson fue escritora de IMB en América.

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  • Por Emily Pearson