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Desafío generacional confronta a la iglesia global


RICHMOND, Va. (BP) — La diseminación global de la democracia no se ve tan prometedora como se vio una vez.

Las grandes expectativas de libertad duradera parecen estarse desvaneciendo en Rusia, Afganistán, Libia, Irak, Egipto y Túnez, para nombrar unos pocos países donde los autócratas, los extremistas, la corrupción y otras fuerzas han socavado las incipientes instituciones democráticas. Los dictadores han caído como pines de boliche en algunos lugares, pero el vacío que han dejado detrás no ha sido necesariamente llenado con libertad. En otros lugares, los estados policiales han probado ser sorprendentemente resistentes al enfrentar los desafíos de la globalización, las demandas de cambio y la diseminación de los medios sociales.

En el Medio Oriente, epicentro de movimientos masivos de cambio, “los observadores son cada vez más cínicos acerca de los prospectos de democracia y argumentan que la primavera árabe se ha vuelto un invierno islámico,” reporta la publicación Foreign Affairs. El islamismo radical es la mayor amenaza a la libertad en la región. Sin embargo, Foreign Affairs argumentó que “en vez de agobiarse por los islamistas, la comunidad internacional necesita tener una concepción variada de la transición política en el mundo árabe y debería esforzarse por reforzar las instituciones y las reformas económicas en los países posprimavera árabe.”

Tal vez, pero los activistas diplomáticos y democráticos dijeron lo mismo cuando los ahora depuestos dictadores todavía estaban en el poder. Edificar instituciones democráticas durables y reformar las economías nacionales toma tiempo, aun bajo condiciones favorables.

Mientras tanto, hay grandes fuerzas demográficas que funcionan a nivel mundial.

El columnista Thomas Friedman del New York Times recientemente comparó tres países importantes: China, India y Egipto. Muy diferentes sociedades, muy diferentes gobiernos. “Pero hay una cosa que los tres tienen en común: un gigantesco crecimiento de la juventud menor de 30 años, conectada cada vez más por la tecnología pero muy desigualmente educada,” escribió Friedman. “[E]l que va a prosperar más en el siglo XXI será el que tenga más éxito en convertir su creciente juventud en un ‘dividendo demográfico’ que se mantenga amortizando cada década, en oposición a una ‘bomba demográfica’ que se mantiene deteriorándose cada década. Esa será la sociedad que provea a más de sus jóvenes con educación, trabajos y voz que busca materializar todo su potencial.”

India contó 560 millones de personas menores de 25 años en 2011. De ese número, 225 millones estaban entre los 10 y los 19 años. En Egipto, el país más grande en el Medio Oriente, un millón de personas nace cada nueve meses, de acuerdo a un estimado. El 60 por ciento de todos los egipcios tienen menos de 25 años. La población total del Medio Oriente y de África del Norte sobrepasó los 430 millones en 2007. Es de esperarse que sobrepasen los 700 millones para el 2050. Una de cada tres personas en la región está entre los 10 y los 24 años. Asia, hasta ahora la región demográfica más grande del globo con más de 4 billones de personas, probablemente se incrementará a 5.3 billones para la mitad del siglo.

Cerca de una de cada cinco personas en la tierra está entre los 15 y los 24 años. Ocho de cada 10 de ellos viven en África y Asia. Mientras la tasa de crecimiento se estabiliza o inclusive declina en el oeste — particularmente en Europa — el futuro crecimiento vendrá a ser casi enteramente en el este y el sur del globo. Eso no tiene que ser algo malo. El “dividendo demográfico” que identificó Friedman podría beneficiar a varios países — si los trabajadores jóvenes pueden llenar la productividad y la prosperidad en un área pobre del este y el sur.

Ellos quieren trabajos. Ellos quieren mejores vidas. Pero solo prosperidad no es suficiente para ellos. Inclusive libertad y democracia no son suficientes. Ellos quieren algo más — y están absorbiendo ideas de todas direcciones.

“Estamos sentados en una placa tectónica que se está desplazando,” me dijo el año pasado un líder de misiones del Medio Oriente. “Si las expectativas continúan sin ser llenadas, veremos otro terremoto [político]. Pero este es realmente un buen tiempo para todo el que desee discutir ideas. El mercado de ideas ha cambiado radicalmente. Debido el evangelio, necesitamos estar en la conversación.”

Otro obrero cristiano en la región lo puso de esta manera: “La gente aquí anhela vida. Anhela cambio y no solamente un cambio económico y político. El profundo grito del corazón pide respuestas. Con lo que crecieron no les está dando respuestas. [La actual confusión política finalmente] creará aun más una cosecha espiritual. Lo que los hombres pretendieron para mal, Dios lo usará para bien.”

La mayoría de las etnias actualmente sin alcanzar o sin involucrar por el evangelio viven en las vastas regiones del este y del sur y experimentan un rápido crecimiento de población. La mayoría de los países en esas regiones tienen un alto porcentaje de niños, adolescentes y adultos jóvenes.

Hacer discípulos entre ellos es el gran desafío generacional que enfrenta la iglesia del siglo XXI.
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Erich Bridges es corresponsal global de IMB.

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