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Dios el Hijo ~ Su Victoriosa Resurrección


EVANSTON, Ill. (BP)–La Pascua de Resurrección puede traernos a la mente muchos recuerdos: desde la decoración de huevos de pascua teñidos con los colores propios de la época y crayones de cera, a emocionantes y preciosos momentos con la familia, a servicios especiales de resurrección que nos conmovían y nos cambiaban la vida. Y por supuesto, la música: “El Señor Resucitó” y “La Tumba le Encerró,” además otros favoritos menos formales como “Cristo Viene” y “Yo Solo Espero ese Día.”

Hay muchas emociones y recuerdos conectados con el domingo de Pascua de Resurrección, pero todos descansan en una simple y proposicional verdad. Nuestra fe y nuestro mensaje bautistas la ponen de esta manera: “Jesús fue levantado de la muerte con un cuerpo glorificado y les apareció a sus discípulos como la persona que estuvo con ellos antes de la crucifixión.”

Los Principios Abstractos del Seminario Southern lo ponen de esta manera: “Él fue enterrado, y se levantó de nuevo al tercer día, y ascendió a su Padre, a cuya mano derecha vive por siempre para interceder por su pueblo.”

Más importante, la Escritura lo pone de esta manera: “Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce” (1 Corintios 15:3-5).

La resurrección de nuestro Señor y Salvador es más que un objeto de reflexión sentimental o el centro de declaraciones doctrinales. La Biblia indica que la resurrección que tuvo lugar hace casi dos mil años tiene ramificaciones que abarcan hasta el milenio para impactar nuestras vidas hoy, y ciertamente toda la eternidad. Consideremos juntos algunas de esas verdades.

LA RESURRECCIÓN ES UN FUNDAMENTO IRREDUCIBLE

Algunas veces crecemos complacidos con lo que se vuelve familiar, aun si es una preciosa y esencial verdad. Si no tenemos cuidado, podemos perder de vista la verdad que dice que la realidad de la vida cristiana — cada aspecto de ella — gira en torno a la realidad de la resurrección. Pablo indicó de igual manera cuando escribió… “Y si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación no sirve para nada, como tampoco la fe de ustedes. Y si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es ilusoria y todavía están en sus pecados. En este caso, también están perdidos los que murieron en Cristo. Si la esperanza que tenemos en Cristo fuera sólo para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los mortales” (1 Corintios 15:14, 17-19).

Para que no olvidemos: la esperanza del cristiano descansa en la resurrección. La fe del cristiano descansa en la resurrección. La redención del cristiano descansa en la resurrección. Sin la realidad de la resurrección, ciertamente seríamos dignos de compasión.

LA RESURRECCIÓN ES UN EVENTO HISTÓRICO Y REAL

La evidencia de una histórica realidad de la resurrección continúa acumulándose y es sobrecogedora — lo cual presenta un formidable reto a los ateos y a los agnósticos. Es por eso que ellos pelean tan desesperadamente esta doctrina.

En “Cristianismo Básico,” John Stott enumera y contesta varios de los retos del relato bíblico: que las mujeres fueron a la tumba equivocada; que Jesús meramente cayó en un coma profundo; que alguien se robó el cuerpo, fueran ladrones comunes, los discípulos, o las autoridades judías o romanas. Y la lista de explicaciones alternativas sigue sin parar. En los tardíos 1950s, Michael Clark sugirió que la resurrección era simplemente una “proyección telepática.” En los 1970s, el infame ex-obispo episcopal John Shelby Spong, dijo que la doctrina surgió de una experiencia que tuvo Pedro meses después de la crucifixión, cuando se dio cuenta que era una demostración del amor de Dios. Por lo tanto, él simplemente “vio a Jesús vivo en el corazón de Dios.” Y los 1990s estuvieron llenos de retórica anti-resurrección de personas como Marcus Borg, quien dijo que “el descubrimiento de los restos óseos de Jesús no sería un problema,” y John Dominic Crossan, quien especuló que el cuerpo de Jesús se convirtió en un “cadáver para las bestias salvajes.”

Esta clase de degradaciones fueron comunes en el siglo XX, una era en la que Bultmann buscó “desmitologizar” la resurrección, y en la que Barth la llamó “una parábola de nuestra eternidad…no un evento en la historia.” Lamentablemente, continúa en este siglo: En el 2007, HarperSanFrancisco publicó, con mucha fanfarria, un libro llamado “La Tumba de Jesús y su Familia,” que reporta que una caja con los huesos de Jesús había sido encontrada.

Los críticos permanecerán, pero enfrentan una desquiciante serie de evidencias, una de las más importantes de las cuales fue la disposición de los discípulos de proclamar arriesgadamente la resurrección a costa de sus vidas. Y, por supuesto, el registro bíblico de las 10 apariciones de Jesús entre la resurrección y la ascensión, además de las “epifanías” en Hechos, en las que tanto Esteban como Pablo vieron al ascendido Señor en lo alto.

Si los críticos son implacables, también lo son los apologistas. En el 2008, Broadman & Holman respondió con un libro que respondía a la aseveración de “los huesos de Jesús.” Arqueólogos, filósofos, eruditos del Nuevo Testamento y estadísticos responden punto por punto, con gran efecto. Y si bien los escépticos se levantan en contra de tales defensores de la resurrección como William Lane Craig, Peter Kreeft, Richard Swinburne, Alvin Plantinga, y N.T. Wright, el Señor siempre vindica su verdad.

LA RESURRECCIÓN MANTIENE A LA CIENCIA EN SU LUGAR

Aquellos que le rinden culto al trabajo de los científicos se inclinan a cerrar ese trabajo del criticismo bíblico mientras que le dan carta blanca para que socaven la simple enseñanza de la Escritura. Después de todo, dicen ellos: “La Biblia no es un libro de ciencia ni de historia,” y así le permiten a los materialistas salirse con la suya con el texto, sea interpretando la creación como evolución o los demonios como psicosis.

Con este fin, el fallecido Stephen Jay Gould de Harvard propuso una política de “magisterios no superpuestos” (NOMA por sus siglas en inglés), por la cual los dominios de la ciencia y la religión son mutuamente exclusivos. Él declaró:

“La red científica cubre la esfera empírica: de lo que está hecho el universo (realidad) y por qué trabaja de esta manera (teoría). La red de la religión se extiende sobre los asuntos de significado y valor moral. Estos dos magisterios no se superponen…obtenemos la edad de las rocas, y la religión obtiene la roca de las edades; estudiamos cómo van los cielos, y ellos determinan cómo ir al cielo.”

Desafortunadamente para Gould, sus escépticos seguidores, y los teólogos liberales teológicos en su esclavitud, Dios no está amablemente domesticado de esa manera. A su voluntad, él “rompe” las leyes de la ciencia con milagros. Los zoólogos nos aseguran que los asnos no pueden hablar y que los peces no ofrecen habitación interna a los hombres. ¿Cierto? Pregúnteles a Balaan y a Jonás. Los científicos nos dicen que la gente no camina sobre el agua. Sin embargo, Jesús lo hizo. Los lingüistas y los antropólogos insisten en que la gente no puede adquirir la comprensión de una nueva lengua en forma instantánea, pero esos eruditos no estaban en la Torre de Babel o en el Pentecostés.

Por supuesto, la ciencia y la resultante tecnología son maravillosas. Dios estableció y sustenta un ordenado universo lleno de maravillas por descubrir y útiles regularidades. Verdaderamente, ese es el verdadero terreno de las posibilidades de la ciencia moderna. Sin embargo, cuando los científicos como Gould tratan de poner la religión en su lugar, presumen poner a Dios en su lugar — una empresa insensata ciertamente ya que su lugar es cualquiera que a él le plazca declarar.

Por lo que respecta a los psicólogos y patólogos forenses que insisten en que la gente muerta no puede regresar a la vida, necesitan leer el capítulo final de cada Evangelio y estar listos para atestiguar los billones de excepciones a su regla en el Día del Juicio.

LA RESURRECCIÓN ESTÁ RETRATADA Y PROCLAMADA EN EL BAUTISMO POR INMERSIÓN DE LOS CREYENTES

Romanos 6:4 dice que “mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva.” En el acto de inmersión del nuevo creyente, vemos vívidamente la identificación del creyente con la muerte de Jesús; y respectivamente cuando el creyente es levantado del agua, vemos vívidamente su identificación con su resurrección. Es difícil cuadrar esa imagen con formas alternas de bautismo.

En referencia a esa imagen gráfica retratada en el bautismo por inmersión, el profesor de Cambridge y capellán de la reina del siglo XIX B.F. Westcott escribió: “Tan a fondo estaba embutida en la mente de los primeros cristianos la fe en la resurrección de Cristo que el propio acceso a su sociedad era comprendido bajo la forma de una resurrección.”

LA RESURRECCIÓN APARTA EL DOMINGO COMO NUESTRO DÍA DE ADORACIÓN

Por siglos, los judíos han apartado el sábado, el último día de la semana, el Sabat, para adorar y descansar. Esto ha sido en conformidad con el relato de la creación y con el cuarto de los Diez Mandamientos. Pero luego Juan escribe desde Patmos: “En el día del Señor vino sobre mí el Espíritu, y oí detrás de mí una voz fuerte, como de trompeta” (Apocalipsis 1:10). ¿El día del Señor? ¿Qué es eso? Bien, éste sigue la pista de la instrucción de Pablo a la iglesia en Corinto: “El primer día de la semana, cada uno de ustedes aparte y guarde algún dinero conforme a sus ingresos, para que no se tengan que hacer colectas cuando yo vaya.” (1 Corintios 16:2).

¿Por qué el primer día? La respuesta es simple: Como lo registra Marcos 16:2: “Muy de mañana el primer día de la semana, apenas salido el sol, se dirigieron al sepulcro.” Y allí, descubrieron que estaba vacío. En esos primeros días de la iglesia, los seguidores de Cristo marcaron el día de su resurrección como un día especial, y lo reconocieron como una recién ordenada alternativa al Sabat, y sus seguidores han hecho lo mismo desde entonces.

LA RESURRECCIÓN ES LA PRIMERA DE MUCHAS RESURRECCIONES

Debido a que Jesús se levantó de entre los muertos, aquellos que ponen la fe en él también serán levantados de entre los muertos. Pablo escribe en Colosenses 1:18, que Jesús es el primogénito de la resurrección. Y como lo explica Juan: “Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él” (1 Juan 3:2).

Es en su gloriosa y triunfante resurrección que encontramos la esperanza — esa confiable seguridad — que los muertos que han confiado en él un día experimentarán una gloriosa y triunfante resurrección. Recuerden de nuevo la explicación de Pablo a los corintios:

“Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: ‘La muerte ha sido devorada por la victoria.’ ‘¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?’ El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley. ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!” (1 Corintios 15:54-57)
Lo cual nos lleva a nuestro punto final:

LA RESURRRECCIÓN MARCA LA TOTAL DERROTA DE SATANÁS

Hoy en día, algunos ven a Dios como tal vez bien intencionado pero de alguna manera limitado en su habilidad de confrontar la maldad. El rabino Harold Kushner popularizó esta postura en su libro “Cuando a la gente buena le pasan cosas malas.” Él colocó un Dios finito que hacía lo mejor que podía, de manera que quienes sufrían pérdida no tuvieran razón para achacarle la culpa. Él se estaba enfrentando varonilmente en contra de la oscuridad o el caos justo al lado de sus seguidores.

Obviamente, tal conclusión nunca podría ser extraída de las páginas de la Escritura — donde encontramos a un Dios todopoderoso quien es consistentemente victorioso sobre las fuerzas de la maldad.

Consideren el duelo en el monte Carmelo. Allí, Elías se cuadró frente a 450 profetas de Baal y los desafió a vencer al Dios de “Abraham, Isaac, e Israel” invocando fuego para su sacrificio. Ellos danzaron, dieron voces e inclusive se cortaron a sí mismos para llamar la atención de su falso dios, pero no pasó nada. Luego fue el turno de Elías. Para efecto de impresionar, hizo que el altar se empapara de agua. Entonces, a la petición de Elías, el fuego de Jehová cayó y consumió la ofrenda quemada, la leña, las piedras y el polvo, y lamió el agua que estaba en la zanja. Cuando toda la gente vio esto, se postraron y dijeron: “!Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!” (1 Reyes 18:38, 39).

Ahora, avancemos rápidamente a la Semana de la Pasión. A través de la mediación de mentiras, odio, temor, avaricia y ambición, Satanás atacó a Jesús, el Hijo de Dios. Él le tiró todo lo que tenía a Jesús, inclusive diseñó su brutal ejecución. Sin embargo, ¡Cristo venció a la muerte!

Recuerden la profecía de Génesis 3:15: “Su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón.” En esa triste y oscura tarde de viernes, Satanás le asestó un golpe doloroso al talón de Cristo; pero en la gloriosa mañana del domingo de Resurrección, ¡el Señor y Salvador Jesucristo le asestó un golpe mortal a la cabeza de la serpiente!

Y todo el que llegue a saber esa bendita verdad difícilmente puede resistirse a postrarse ante él y exclamar: “¡Jesús es Dios! ¡Jesús es Dios!”

Algunos están inclinados a lamentarse de estos días como días oscuros. Verdaderamente, los tiempos de oscuridad que nos rodean parecen distenderse a tal punto que luchamos para permanecer enfocados en la gran realidad — la realidad que nuestro Rey, Jesucristo, voluntariamente entró a la tumba ese viernes ya tarde como un hombre muerto, pero salió de ella vivo el domingo como el Triunfante Victorioso sobre la muerte y el diablo. Y la brillantez de esa bendita realidad es más que suficiente para hacer añicos todo vestigio de oscuridad, pasada o presente, en billones de inofensivos pedazos y perseguir cada persistente pedazo hacia el olvido.

En los días de la Unión Soviética, una vez un líder comunista intentó desacreditar la resurrección ante una gran concurrencia. Cuando terminó, un sacerdote ortodoxo se puso de pie y preguntó si podía contestar.

Fue advertido que solamente tenía cinco minutos. “¡Cinco segundos es lo que requiero!” Se volvió hacia la audiencia y les dio el tradicional saludo ortodoxo de Pascua: Kristos vahskryes! (“¡Cristo ha resucitado!”). De vuelta con un ensordecedor clamor llegó la tradicional respuesta: Vahistinu vahskryes! (“¡Verdaderamente ha resucitado!”).
¡Verdaderamente!
–30–
Mark Coppenger es pastor de la Iglesia Bautista Evanston de Evanston, Illinois, y es profesor de apologética cristiana en el Seminario Teológico Bautista del Sur en Louisville, Kentucky.

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