A medida que nos vamos acostumbrando a lo que ahora se llama la nueva normalidad nos hemos dado cuenta de algunas cosas. Una de ellas, es que obviamente, las cosas no son lo que eran antes, varias cosas han cambiado. Por ejemplo, esta semana fue el cumpleaños número seis de mi hijo. Fue nuevo para mí saber que ahora ya no se estila soplar la vela del cumpleaños en un pastel, sino en un cupcake. Esto es algo que nunca se me hubiera cruzado antes, uno se pregunta ¿y ahora que va a pasar con todos esos videos donde entierran a las personas en un pastel de cumpleaños? ¿se convertirá en algo del pasado? Habrá que esperar, pero usted entiende mi punto, distintas cosas ahora tienen una nueva realidad. Obviamente, la iglesia no es exenta de estos cambios. Muchos pastores y líderes se han encontrado que algunos miembros de la iglesia no están dispuestos a volver a la normalidad de los servicios, ya sea por temor, o porque se han acostumbrado a asistir desde la comodidad de la casa.
Cuando se trata de la siguiente generación, debemos prestar atención a dos cosas que nos piden. “Comunícate conmigo de una manera que pueda entenderte y muéstrame tu fe, no solo hables de ella.”
Hay cambios que ya estaban pasando antes de la pandemia, pero que parecen haberse acrecentado en el 2020. El grupo Barna compartió una estadística alarmante el año 2019: “Los adolescentes hispanos de la Generación Z tienen una porción cada vez mayor sin fe, al igual que sus pares generacionales (36% de ellos). “Además, los adolescentes hispanos en los EE. UU. tienen más probabilidades que otros grupos étnicos de su generación de tener una visión negativa del cristianismo, y señalan que” les cuesta creer que un Dios bueno permitiría tanta maldad o sufrimiento en el mundo” (39% de ellos) y “que hay demasiadas injusticias en la historia del cristianismo” (20% de ellos).[1] Esta tendencia negativa de como ven a Dios debe preocuparnos, y la verdad es que no basta decirles que están equivocados, esta generación, más que ninguna, necesita que se les modele, más que se les “hable” todo el tiempo. Esto pone un peso de responsabilidad en todos nosotros que somos padres. La generación juvenil es una generación digital, pero aún tiene la necesidad de una comunidad, y la realidad es que las redes sociales no pueden proveer esto para ellos. Esta es una generación que quiere hacer la diferencia y está en una búsqueda de propósito para hacer un cambio a largo plazo, pero los movimientos sociales tampoco pueden proveer esto. La respuesta es la misma que fue para nosotros en nuestro juventud. Cristo es el único que puede proveer propósito a la vida, porque nuestra alma humana fue creada para tener una relación de amor transformadora con el Creador, y fuera de Él no se puede encontrar. Solo en una relación Cristo céntrica se puede encontrar verdadera comunidad y comunión de amor del uno por el otro.
“Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.” (Juan 4:10)
Estos son hermosos y verdaderos conceptos, pero la realidad es que, por algún motivo, un buen porcentaje de la población, la Generación juvenil, no nos está oyendo. O tal vez, deberíamos considerar, que no nos estamos comunicando de la manera correcta.
Necesitamos encontrarlos y comunicarnos de una manera que nos entiendan
La comunidad Hispana es una comunidad altamente relacional. Cuando se tiene que tomar una decisión todos opinan, hasta el tío que casi no vemos nunca. Y cuando se necesita una mano de ayuda, o un hombro para llorar, también, todos están presentes para lo que se precise. Todo es parte del paquete. Debemos explotar esta parte altamente relacional para amar a nuestros jóvenes, escucharlos, y hablarles. A la hora de hablar con los jóvenes me encanta este pasaje:
Hechos 2:7 Estaban atónitos y asombrados, y decían: —Miren, ¿no son galileos todos estos que hablan? 8 ¿Cómo, pues, oímos nosotros cada uno en nuestro idioma en que nacimos? 9 Partos, medos, elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, 10 de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia más allá de Cirene; forasteros romanos, tanto judíos como prosélitos; 11 cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestros propios idiomas los grandes hechos de Dios.
Sabemos que este pasaje nos habla del comienzo de la iglesia de Cristo en Pentecostés. Pero más allá del don de lenguas en ese momento, hay otros principios aplicables para nosotros hoy. Necesitamos que Dios nos capacite para hablar a nuestros jóvenes en una manera que nos entiendan. Dependamos de Dios para que Dios los toque. Pero, además, lo más importante que podemos ver en este pasaje es que ¡debemos hablarles de una manera que entiendan los grandes hechos de Dios! Debemos compartir con ellos lo que Dios hizo en nosotros, y para ello, pongámonos en el lugar donde Dios pueda hacer grandes cosas en nosotros y a través de nosotros. Compartamos con ellos lo que Dios está haciendo en las misiones internacionales, que sepan que tenemos un Dios increíble, asombroso, y que eso no ha cambiado. Dios es verdad, y debemos demostrarlo en lo que creemos, predicamos y con los testimonios de lo que ha hecho. Le animo a considerar a tener elementos bilingües en su servicio principal, traducción al vivo, canciones en inglés y en español, gráficos en “Espanglish.” Esto no solo habla, sino le comunica a esta generación lo importante que son para nosotros.
Los jóvenes no son la iglesia del futuro, son la iglesia del presente. A nivel mundial, la Generación Z es considerada el grupo mas grande a nivel mundial, ¡con casi 2 Billones de ellos![2] En Estados Unidos Pew Research nos mostró que uno de cada cuatro de Generación Z son Hispanos.[3] Los necesitamos activos en el ministerio hoy, no mañana. Ellos son los que pueden hablar de manera natural con otros que no conocen a Dios, y contarles lo que Dios está haciendo. Debemos pensar en implementar un sistema de discipulado en nuestros jóvenes para que ellos hagan el impacto en este mundo que se quiere oscurecer. Que ellos sean los luminares que resplandecen.
La iglesia de Cristo debe tener una misión encarnacional. Y debemos preparar a nuestros jóvenes para que ellos sean las manos, pies y voz de Cristo. Los Doctores Rod Dempsey y Dave Earley en su libro “La formación espiritual es…” describe tres aspectos que deben desarrollarse en un discípulo para que sea más como su Salvador y crezca en semejanza a Cristo. Debe crecer en disciplinas que lo Conecten hacia arriba (en relación con Dios), disciplinas que lo conecten con otros miembros Hacia Adentro, y disciplinas que lo conecten Hacia Afuera (en el ministerio y la misión).[4]
Obviamente, estos principios se aplican a cada miembro de la iglesia, y no solamente a los jóvenes. Pero quiero que sueñen conmigo, ¿que pasaría si logramos desarrollar efectivamente un plan discipular que conecte a los jóvenes de nuestras iglesias en una relación transformadora con Cristo? ¿Si cada uno de ellos se están llamando, mandando textos, para animarse unos a otros a ser fieles, a mantener su pureza y a crecer en santidad? ¿Que pasaría si los pastores y líderes abrimos los espacios para que ellos crezcan en dirigir la alabanza, la hospitalidad, la visitación, el servicio a la comunidad, el alimentar a los pobres, a comenzar grupos de estudio en sus escuelas, a dar un año de su vida para las misiones internacionales, en crear grupos de oración por los misioneros? Creo que lo que pasaría es que tendríamos un avivamiento, una iglesia apasionada y con ganas de alcanzar a un mundo que se pierde, y que se preocupa más en amarse los unos a los otros que en debatirse los unos a los otros.
En nuestro próximo articulo vamos a desarrollar más la idea de este proceso discipular. Pero mientras tanto, podemos pedirle a Dios que ponga fuego en nosotros por nuestros jóvenes. Ellos están buscando un modelo de fe, no solamente una enseñanza, quieren ver que lo que nosotros creemos es verdad en nuestras vidas. Crezcamos en estar conectados en una relación transformadora con Cristo en la oración y la palabra; crezcamos en servirnos unos a otros, en amarnos unos a otros, en perdonarnos unos a otros; crezcamos en predicar el evangelio y hacer discípulos que hacen discípulos, en amar a nuestra comunidad sirviéndole por amor a Cristo, en participar en las misiones. Cuando obedezcamos en todo esto, iremos siendo transformados en semejanza al carácter de Cristo. Entonces podremos decir a la siguiente generación:
3 lo que hemos visto y oído lo anunciamos también a ustedes, para que ustedes también tengan comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. 4 Estas cosas escribimos nosotros para que nuestro gozo sea completo. (1 Juan 1:3-4)
Bibliografía
[1] Barna Groups, A Snapshot of the Values, Views & Faith of Hispanic Americans https://www.barna.com/research/snapshot-hispanic-americans/ accessed June 4th, 2021
[2] ISSUU, Demographic Shifts: The world in 2030 https://issuu.com/cw-red/docs/cw_demographic_shifts
[3] Pew Research, On the Cusp of Adulthood and Facing an Uncertain Future: What We Know About Gen Z So Far, https://www.pewresearch.org/social-trends/2020/05/14/on-the-cusp-of-adulthood-and-facing-an-uncertain-future-what-we-know-about-gen-z-so-far-2/
[4] Rod Dempsey, Rod, Dave Earley. Spiritual Formation Is…). B&H Publishing Group. Kindle Edition. (p. 100)