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EDITORIAL: A esta visión, le doy mi vida. ¿Te me unirás?

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NOTA DEL EDITOR: Ronnie Floyd es presidente y director ejecutivo del Comité Ejecutivo de la Convención Bautista del Sur.

NASHVILLE (BP) — Como bautistas de la Gran Comisión, estamos comprometidos con la visión de alcanzar a cada persona para Jesucristo en cada pueblo, cada ciudad, cada estado y cada nación. Nuestras 51,000 congregaciones que comprenden la red de iglesias bautistas del sur hacemos lo mejor cuando cooperamos para presentar el Evangelio de Jesucristo a cada persona en el mundo y hacemos discípulos de todas las naciones.

Si bien esta convincente visión está siempre frente a nosotros, no podemos ignorar muchas de las continuas amenazas a nuestra cooperación. Cualquiera de nosotros puede caer en la mentalidad de la autonomía en vez de en la de la cooperación.

Desde tener una mentalidad independiente que rehúsa cooperar a un espíritu de orgullo que no desea cooperación, hasta un espíritu de crítica continua que cuestiona el corazón y las creencias de nuestra cooperación, siempre debemos presionar con la resolución común de llevar el Evangelio a todo el mundo.

En mis 42 años de pastorear iglesias locales, yo mismo caí en momentos así. Pero entonces Dios me dio convicción a tal grado que la cooperación se volvió imperativa para mí personalmente y para la iglesia que pastoreaba.

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Cuando esto ocurrió, se hicieron cambios radicales incluyendo dejar ministerios que hacían muchas cosas buenas de manera que pudiéramos elevar más nuestro trabajo junto con otras congregaciones bautistas del sur: Enviar misioneros a toda Norteamérica y el mundo.

Eso le permitió al Señor crear una narrativa épica que llevó a compromisos sin fin para cooperar de todas las maneras, incluyendo un compromiso masivo de crecimiento financiero relacionado con nuestro dar al Programa Cooperativo.

Nunca me arrepentí de tomar esa decisión o ese compromiso con la cooperación. Cuando comencé a captar las terribles pérdidas en los Estados Unidos y en todo el mundo, me quebranté a tal punto que no tuve otra elección. De hecho, este continuo quebrantamiento y disponibilidad de ser usado por Dios de cualquier manera posible me trajo adonde yo ministro, sirvo y dirijo hoy en día.

Revisé mi propio espíritu de independencia, mi propio espíritu de orgullo, e inclusive mi propio espíritu de crítica que cuestionaba cosas más que apoyaba la misión en cuestión. Me arrepentí. Cambié. Me convencí de que a pesar de lo que otros hicieran, dependía de mí hacer todo lo que podía para unir esta gran visión para alcanzar al mundo para Cristo mientras vivía y dirigía.

Para este fin doy mi vida. Desde antes de que salga el sol diariamente hasta el punto del agotamiento en el anocher, le doy mi vida a esta visión.

¿Te me unirás?

Ahora es el tiempo de liderar.