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EDITORIAL: Como la Enfermedad me dió una Nueva Perspectiva acerca de la Cruz


FORT WORTH, Texas (BP) — Hace unas semanas atrás estaba pensando en cómo animar a mi familia a celebrar la Pascua de una manera más intencional ya que días antes había tenido la convicción de que aunque sí celebramos el viernes Santo y el domingo de resurreción, realmente no hay en nosotros el mismo sentimiento que para la Navidad.

Si celebramos con tanta emoción su nacimiento, ¿no debería ser igual de significativo la celebración de su muerte en la cruz por nuestros pecados y que al tercer día resucitó?

Permíteme explicarte como Dios me respondió:

Primero me llevó a meditar en su palabra la relación providencial de las leyes sacrificiales y el sacrificio de Jesús. La muerte y resurrección de Jesucristo es la base de nuestra fe. La promesa de Salvación y reconciliación se cumplió dado a que nació, murió y resucitó. Antes de Jesucristo el pueblo de Israel debía realizar continuamente sacrificios para el perdón de sus pecados.  Aún así sólo una vez al año, durante el día de la expiación, había acceso a Dios a través de los rituales del sumo sacerdote quien era el mediador entre Dios y la nación de Israel. En Levíticos 16 (11-14) podemos leer cómo primero Aaron necesitaba presentar un becerro para su propia expiación (kafar, o perdonar pecado) y la de su casa. Luego necesitaba traer dos machos cabríos: uno que sería degollado y su sangre sería llevada al lugar santísimo para la limpieza de las transgresiones (pécha, la palabra más fuerte para pecado) de los hijos de Israel y el otro vivo que se enviaba al desierto representando el efecto completo de la expiación eliminando así la culpa de todo pecado (v.15-22) [1]. Ese evento anual le recordaba al pueblo que sus ritos sacrificiales durante el resto del año nunca eran lo suficiente para tener acceso al lugar santísimo donde habitaba la presencia de Dios.

Segundo me habló por medio de una experiencia personal llenando mi corazón de gratitud. Llevo luchando por más de 12 años con una enfermedad autoinmune la cual afecta todos los sistemas en mi cuerpo. Durante todos estos años he recibido diferentes diagnósticos y me he esforzado en buscar alivio entre medicina convencional y natural, como también ejercitándome y haciendo cambios en mi alimentación.

En una tarde, entre salir del trabajo y recoger a los niños de la escuela, fui desesperada a una tienda para conseguir uno de los suplementos naturales que me han estado ayudando pero la vendedora me comunicó que no lo tenía disponible y que lo podía ordenar. Cuando estaba a punto de sentir un profundo desconsuelo ya que pasaría varias días sin alivio, tuve una fuerte impresión del Espíritu hablando a mí corazón diciéndome: “¿Te imaginas cómo sería tu vida si cada día tuvieses que levantarte a buscar una solución para el perdón de tus pecados y los pecados de tu familia?” Y en ese momento pasó  por mi mente como una película de los últimos 12 años. Nuevamente sentí al Espíritu susurrarme “¿qué afán vivirías buscando los elementos de sacrificio? ¿cómo sería abrir tus ojos y saber que no tienes acceso directo a la presencia de Dios?” Aterrador ¿no? En ese momento todo mí ser se estremeció. Entre un mar de lágrimas, sentí como desde lo más profundo de mí salió un sincero agradecimiento y expresiones de adoración; “¡Gracias, gracias, gracias Señor, gracias! Gracias Dios por enviar tu hijo; gracias Jesús por venir a este mundo y morir por mi en la cruz.”

En esta semana como familia meditaremos en Hebreos 9:11-15:

“Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.” (RV1960)

Nos enfocaremos en adorar a Cristo como el perfecto cordero expiatorio, y en agradecerle por su sangre que nos purifica de todo pecado y nos perdona de toda culpa obteniendo así acceso total a Dios el Padre! Gloria a Dios por que Él nos da una nueva perspectiva cuando meditamos en su palabra y estamos atentos a lo que nos quiere revelar su Espíritu Santo.

[1] Dorothy Kelley Patterson. “Biblia de Estudio para Mujeres,” (Holman Bible Publishers: Nashville, Tenn. 2017), 141-142.

    About the Author

  • Yaditza Irizarry

    Yaditza Irizarry, escritora, educadora y ama de casa quien es apasionada de la aplicación bíblica y la salud, es miembro del Concilio de Líderes Hispanos Bautistas del Sur. Ella tiene una maestría en estudios teológicos del Seminario Teológico Bautista Southwestern y una licenciatura de Penn. State. Ella y su esposo Ariel, director de entrenamiento global de Recursos Cristianos LifeWay, tienen dos hijos, Johann Esteban y Josiahs Ariel.

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