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EDITORIAL: ¿Cuándo debo decir: Hasta aquí?

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BRENTWOOD, Tenn. (BP) — Esta es una pregunta para los adultos mayores. Es indudable que las nuevas generaciones quieren asumir posiciones de liderazgo para llevar adelante nuevas ideas y desarrollar proyectos, y esa es la ley natural de la vida.
En el mundo secular, por lo general cuando se alcanza cierta edad, la mayoría de las personas anhelan la jubilación para la cual se han estado preparando durante toda la vida, y en ocasiones, al mirar alrededor y ver a las nuevas generaciones, se siente que ya ha llegado el momento de dejarles a otros un lugar para que sigan lo que tal vez uno inició.
Muchas personas al enfrentar esa nueva realidad planifican mudarse cerca del mar o de las montañas, emplear más tiempo con la familia, jugar golf, hacer actividades recreativas, pescar y mil cosas más, que, por lo general, no se pueden realizar cuando uno vive entregado al trabajo o a las obligaciones de un cargo de dirección.
En el mundo eclesiástico, las cosas son en cierta forma, un poco diferentes. También llega el tiempo de quitarse del camino y dejar que otros asuman las posiciones de liderazgo. Sin embargo, en cuanto al llamado al ministerio, las cosas no suelen ser tan claras. ¿Qué de la vocación a la que fuimos llamados? ¿Debemos dejar de enseñar la Palabra para dedicarnos a la pesca o a jugar dominó? ¿Hasta qué punto debemos desvincularnos y convertirnos en observadores y no ser más actores?
Veo con alegría a muchos amigos que se ha jubilado y están activos trabajando como voluntarios en las iglesias locales y en la denominación, sirviendo y brindando su experiencia y consejos, otros escribiendo libros y enseñando. En verdad, no encuentro que alguno de los discípulos de Jesús se jubilara del ministerio, ni tampoco que algún profeta lo hiciera. ¿Qué ha cambiado entonces? Tal vez nuestra tendencia a dejarnos influir por el mundo que nos rodea tratando de implantar en la iglesia los modelos organizativos que se usan en el mundo secular en nuestros días.
Hace un tiempo, un hombre de Dios a quien respeto y admiro, me dijo que ya era el tiempo y que se iba a retirar de la posición de liderazgo que tenía en su iglesia. Ya los años y los achaques le indicaban que debía quitarse del medio, algo que en verdad cuesta trabajo y produce dolor. Le pregunté: ¿y qué vas a hacer con tu experiencia y conocimientos? Y le abrí una puertecita que todos tenemos a nuestra disposición. ¡El internet y los medios sociales! La revolución digital es tan amplia que todo el mundo tiene un lugar en ella.
Le pregunté de nuevo: ¿por qué no publicas un blog con tus experiencias pastorales y ministeriales? ¡Es gratis! No te va a costar más que tu tiempo y eso es precisamente lo que ahora te va a sobrar. Es muy fácil de hacer y de mantener. ¿Te imaginas que pasaría si cada uno de los siervos de Dios que se jubilan comenzaran a usar los medios de comunicación masiva con estudios bíblicos y los mensajes de la Palabra que un día predicaron? Imagina lo que sería tener en lugar de videos de gaticos, tener la explicación de la Palabra y los testimonios del obrar de Dios que estos siervos han acumulado durante toda su vida.
Pero para hacer esto no hay que ser viejo, ni estar jubilado. Te doy un simple ejemplo: Escribí una breve presentación del evangelio y la titulé: Cómo puedo ser cristiano, y la publiqué en uno de los blogs que mantengo. En unas pocas semanas, más de trecientas personas accedieron y leyeron ese escrito. ¿Pudiera el Espíritu Santo usar esa breve publicación para hablar al corazón de alguna persona? Por supuesto que sí. Esa iniciativa me ha permitido presentarles el evangelio a más personas que a las que normalmente puedo acceder en persona. No es tampoco encerrarnos en una habitación y olvidarnos del mundo que nos rodea, se trata simplemente de buscar nuevas formas para no dejar que se apague en nosotros, la llama del llamado que sentimos un día.
Tengo claro en mi mente el recuerdo de algunos pastores que tuve, que no eran jóvenes, pero que influyeron en mi vida para siempre. Recuerdo también a otros pastores jóvenes y dinámicos, algunos de los cuales también me ayudaron en mi peregrinaje espiritual, es que en la Biblia no hay algún lugar en el que se establezcan algunos parámetros que fijen o limiten la edad para poder testificar, servir y hacer discípulos.
En los últimos años he aprendido a no esconderme detrás de la edad para justificar la falta de acción y entrega total a la causa del evangelio; he estudiado de nuevo la vida y ministerio de Moisés y en ella hay muchos aspectos muy interesantes que todos debiéramos imitar. Pienso que nuestra meta debe ser servir hasta que Dios nos llame a Su santa presencia, hecho que no está relacionado con la edad que tengamos.