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EDITORIAL: Cuando el río suena…


NASHVILLE, Tenn. (BP)–Recientemente hablaba con un pastor amigo acerca de lo importante que es para la iglesia hispana el alcanzar la segunda generación. Esa segunda generación es el fermento y levadura de nuestro pueblo. Estadísticas confirman que la edad promedio de la población hispana en nuestro país es de 27 años en comparación al resto de la población de 39 años de edad. Esto significa que somos una población joven. Sabemos que la juventud y los niños revitalizan a toda la iglesia. Esta segunda generación representará un 32% de la población hispana nacional el próximo año y un 36% en el año 2020. Alcanzar a esta generación plantea diferentes retos. Estos retos son los que llamo “piedras” de oportunidades extraordinarias que escuchamos al río traer con su cauce.

La primera de ellas es el reto lingüístico. Muchos de los jóvenes hispanos navegan entre dos idiomas: español e inglés. Ante esta realidad, la iglesia necesita asegurase que estamos comunicando el evangelio de forma que lo puedan entender adecuadamente. No podemos dejar que el idioma se convierta en una barrera que obstaculiza el crecimiento. Debe ser más bien una puerta de oportunidad. Esto comienza en el hogar. Es el caso de muchos jóvenes y padres quienes tratan de encontrar excusa en la dificultad de comunicarse porque no se “entienden”. Sabemos que esto no es fácil, pero el esfuerzo intencional lo hace posible. Contemplar un problema y no hacer nada es no resolverlo. No podemos contemplar la “piedra” del idioma y quedarnos de brazos cruzados sin hacer nada. Necesitamos preguntarnos cómo podemos removerla. Estoy convencido que Dios guía a cada iglesia local y puede darle a cada congregación sabiduría en cómo hacerlo. Los modelos de alcance pueden ser diversos y el fin uno solo. Podemos aprender de algunas iglesias hispanas en el pasado que escucharon esta piedra hacer ruido hace años y la ignoraron. Dejaron que el idioma se convirtiera en una barrera en vez de una herramienta. Hoy sus congregaciones sufren porque la segunda generación está ausente o se encuentra muy reducida. ¿Cómo será su iglesia dentro de 5 o 10 años? ¿Está preparada para superar este reto?

La segunda piedra es el reto generacional. No hay duda que con cada generación existen cambios. El evangelio no cambia. Pero si queremos ser relevantes, los métodos que usamos para proclamarlo deben cambiar. Esta segunda generación navega en un mundo completamente diferente al de sus padres. Si no pensamos intencionalmente en alcanzar esta segunda generación, podemos quedarnos estancados en los mismos métodos que usamos años atrás para iniciar o desarrollar la iglesia. Debemos mirar a nuestro alrededor y preguntarnos cómo podemos alcanzar mejor a esta nueva generación. Más importante aún, necesitamos pedirle a Dios sabiduría. No podemos dejar que modelos rígidos y tradicionales coarten la creatividad para buscar las almas. Dios obra de muchas maneras. Discipular esta generación implica proveer oportunidades de entrenamiento y servicio que estén de acuerdo a su realidad. Una de las razones por la que los jóvenes hoy no se involucran más es porque nuestros programas incluyendo los sermones que nosotros mismos predicamos no están dirigidos a ellos. A menudo nos dirigimos a los adultos, esposos o gente perdida. Raramente enfocamos situaciones comunes a ellos. Perdóneme si ese no es su caso. Los líderes debemos de tener cuidado de no “encajonar” dentro de estereotipos a esta generación tan necesitada de compasión. Esto más bien puede alejarlos. No es un secreto que muchos adolescentes sienten que no son comprendidos por los líderes. Necesitamos identificar junto a ellos sus desafíos y necesidades si queremos alcanzarlos.

La tercera y última piedra que quiero mencionar es la piedra cultural. Esta segunda generación siente la presión también de diferentes culturas, la cultura de sus padres y su país de origen, la familia, la cultura de su estado y la nación. Todas ellas tienen su impacto. Estudios recientes sobre los hispanos en los Estados Unidos hablan de la paradoja de los inmigrantes latinos: familias pobres, pero ricas en recursos. Es aquí en donde la iglesia puede jugar un papel importante en fortalecer los valores fuertes por lo que la familia hispana ha sido reconocida. A pesar de la diversidad cultural de nuestras iglesias, podemos celebrar la familia como una entidad divina, establecida por Dios. Alcanzar a esta segunda generación implicará fomentar su aspiración de tener y conservar su propia identidad cultural. Para ello, la iglesia local no puede permanecer como la iglesia de “los padres” pero la iglesia de “los hijos” también. Un llamado de Dios a la iglesia hispana de hoy es que no menosprecie su juventud. (1Tim. 4:12). Ella es levadura que Dios quiere usar. El río trae piedras que tienen la capacidad de ser portadoras de esperanza. Esas piedras que con su energía y su pasión por la vida pueden llevar los valores del evangelio.

Dios nos ayude a abrazarlas y junto a ellas descubrir caminos para levantar iglesias más fuertes y sanas, plantar nuevas congregaciones y alcanzar a los perdidos.

Cuando el río suena es porque piedras trae. Así va el dicho popular. El río de Dios viene acercándose. Podemos oír su estruendo. Cada vez viene más fuerte. ¡Escúchale! Es un estruendo de muchas aguas. Viene con piedras que son oportunidades que no podemos dejar de pasar.
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Luis R. López es el Director de LifeWay Español de LifeWay Church Resources en Nashville, Tenn., http://www.LifeWay.com/espanol.

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