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EDITORIAL: Dos pueden más que uno

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NASHVILLE, Tenn. (BP)–En el momento de escribir estas líneas me encuentro en la ciudad de Roma. Acabo de regresar de visitar la basílica de San Pedro. Aunque he estudiado el arte romano del renacimiento y del período clásico, siempre hay cosas que me sorprenden desde diferentes puntos de vista. Hoy me he quedado anonadado contemplando uno de los mosaicos monumentales que cubren las paredes de la basílica.

Este es una representación del bautismo de Jesús. Tomó mucho tiempo su construcción. Luego del dibujo del artista, fue necesario seleccionar los diferentes tipos de mármoles y los colores de los mismos. Una verdadera legión de artífices participaron en el corte preciso de cada pedacito de mármol bajo la dirección del maestro que fue seleccionando los colores, el tamaño y las formas de cada pequeño trocito que fue encajado en el lugar preciso. Una a una se unió cada pequeña pieza hasta obtener el impresionante mosaico en el cual hasta el agua parece arremolinarse alrededor de los pies de Jesús.

En verdad esta es una obra maestra del arte universal y un monumento al trabajo cooperativo. Es imposible siquiera imaginar que un artista pudiera hacer un mosaico similar por el mismo. Este mosaico ha existido por muchos cientos de años, pero no es eterno. Un día dejará de existir como todo lo que ha sido creado por el hombre, y todo el esfuerzo y la creatividad de los que lo hicieron pasará, dejará de ser.

Mientras caminaba de regreso al hotel donde me estoy hospedando, contemplando por doquier las ruinas de lo que un día fue el imperio más grande del mundo, vino a mi mente el recuerdo de un esfuerzo cooperativo que a diferencia del de los artistas, arquitectos y constructores de la Roma clásica ha sido para crear otro tipo de obras de arte de carácter eterno. Ha sido un trabajo realizado por muchos miles de hombres y mujeres anónimos que han hecho posible a través de los años que el Evangelio de Cristo se haya predicado en muchos sitios del planeta para salvar a las almas de la condenación eterna.

Hombres y mujeres humildes, desconocidos, que privándose de muchas cosas dieron fielmente sus diezmos y ofrendas haciendo posible que los Bautistas del Sur, mediante el fondo cooperativo, pudieran enviar misioneros a predicar el mensaje de la salvación por medio de Cristo a lugares tan remotos como la pequeña isla perdida en el mar Caribe donde yo nací. Yo soy uno de los muchos miles que recibimos a Cristo como Señor y Salvador gracias al sacrificio y la fidelidad de los Bautistas del Sur de los Estados Unidos de América.

En Hechos 2:41 leemos: Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas…

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Esta imagen de la iglesia primitiva descrita en el libro de Hechos, se ha seguido repitiendo por muchos siglos. Muchas veces las adiciones se han contado por miles, otras por cientos, y muchas veces por individuos. Es necesario que entendamos que para Dios cada uno de nosotros es importante.

Al contemplar a los cientos de personas que se mueven en esta ciudad milenaria, algunos como yo de paso, otros que viven aquí y al tener la certeza de que a menos que depositen su fe en Cristo irán a parar al infierno por toda la eternidad, mi corazón se entristece al pensar que es poco lo que puedo hacer por mi mismo para ayudar a esta gente a reconciliarse con Dios. Sin embargo, tengo la convicción y la seguridad que mediante el fondo cooperativo podemos ayudar a que el Evangelio se predique en esta ciudad y en otras muchas regiones remotas del mundo. Es bueno saber que uno también puedo ser parte de los millones que juntos hacen posible que el Evangelio se siga extendiendo por toda la Tierra.

Uno solo puede hacer poco, pero juntos podemos hacer mucho.
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Oscar J. Fernandez es el editor jefe de LifeWay Español y de los recursos en otros idiomas de LifeWay Church Resources en Nashville, Tenn.