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EDITORIAL: El poder de la cooperación

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SPRINGFIELD, Tenn. (BP) — Alguien dijo: “Si caminas solo llegarás más rápido, pero si vas acompañando llegarás más lejos.” Los bautistas del sur somos una comunidad de casi 16 millones de creyentes y más de 45,000 iglesias en los Estados Unidos y Canadá.

El Plan Cooperativo ha sido el plan que desde sus inicios ha unido a las iglesias trabajando unas con otras en apoyo a las misiones y ministerios de la Convención Bautista del Sur. Este proporciona sostenibilidad al trabajo de nuestra denominación a largo plazo y es una muestra clara y evidente de que podemos hacer más juntos que solos. Obviamente, no es un plan perfecto, pero permite a cada iglesia local cooperar con otras en la enorme tarea de cumplir la Gran Comisión. Áreas clave como el evangelismo, misiones, plantación de iglesias, ministerio a los universitarios y seminarios son algunos de los ministerios que muestran el alcance de esta cooperación a través de los años.

La verdadera cooperación está basada en la fe, el amor y la confianza. Cuando cooperamos en la extensión del reino nos convertimos en socios con Dios en su tarea de transformación. Pero la cooperación no es automática. Requiere de nuestra intencionalidad como seguidores de Cristo y de nuestro apoyo. La cooperación no se da por sí sola. Ella es producto de nuestra intervención y participación. He aquí tres acciones que destruyen el cooperativismo que nos ha caracterizado por más de 170 años como denominación.

1) La crítica destructiva. No me refiero a evaluar y ver maneras de mejorar lo que hacemos. Estoy hablando de una actitud negativa de hacer señalamientos innecesarios con el objetivo de destruir y dañar lo que ha producido tan buenos frutos. Más bien, nuestra actitud debe ser una de motivar a la cooperación y animarnos unos a otros a llegar a donde no hemos llegado.

2) El trabajo aislado. Cuando nos retiramos de los esfuerzos comunes de cooperación en llevar el evangelio a todas las naciones nos colocamos en una posición individualista y más vulnerable. Dios espera que trabajemos juntos. Nos colocó en un cuerpo espiritual para trabajar en comunidad y unidad. El llanero solitario no es el modelo del reino de Dios. Cuando no nos involucramos perdemos la capacidad de expresar y destinar nuestras habilidades, conocimiento, tiempo y recursos a favor de proyectos comunes que avanzan el reino de Dios. El aislamiento debilita la unidad y la cooperación.

3) El desprecio del aporte de otros. Cuando no valoramos a las personas por su contribución al reino dejamos de reconocer la fidelidad de Dios a través del tiempo. Perdemos la capacidad de ver con los ojos de Dios el cuadro más grande. Pienso en Josué si estaría agradecido por la vida de Moisés. Cuando menospreciamos o no valoramos el aporte que otros han hecho y pueden hacer corremos el riesgo de destruir lo que ya ha sido edificado y obstruir el futuro.

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Me encanta ver a una iglesia cooperar con otra. Ser socios con Dios al cooperar en el cumplimiento de la Gran Comisión es un honor y privilegio que no podemos subestimar. Decidir un siguiente paso como miembros de la gran familia de Dios nos permite avanzar juntos. El poder de la cooperación es inmenso. Aquellos hombres que llevaron el paralítico a Jesús y le pusieron delante de él pudiesen dar testimonio del impacto del trabajo en equipo (Lucas 5:17-26). Ellos tenían una misión y una gran expectativa. Encontraron un obstáculo y lo superaron cooperando unos con otros. Lograron más de lo que esperaban al ver al paralítico ser sanado física y espiritualmente.

Estoy agradecido por el Programa Cooperativo de nuestra convención porque nos permite sembrar y esparcir con generosidad la semilla del evangelio. A través de este, llegamos más lejos.