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EDITORIAL: En medio de las tormentas

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FRESNO, Calif. (BP) — Caos: estado de extrema confusión o agitación, alboroto o tumulto.

El mundo se está tambaleando debido al bajón económico universal, dando como resultado los trastornos que estamos sufriendo en casi todos los aspectos de nuestra vida: económico, social, físico y espiritual. Estoy seguro que de alguna u otra forma eso nos ha impactado a casi todos durante este año.

Espero que esto solo sea mi percepción. Sin embargo, parece que la mayor parte de las noticias que se transmiten presentan unas tinieblas muy poca esperanzadoras. Con frecuencia veo en el canal del tiempo un programa titulado: “Cuando el tiempo cambió la historia.” Esto, sin duda alguna, es aleccionador al ver cómo los huracanes, tornados, inundaciones, etc. cambian las comunidades por completo. ¿Quién puede olvidar los recientes desastres que causaron el huracán Katrina, en la costa del golfo de los Estados Unidos, y los fuegos devastadores en California?

Este desastre económico no marca la primera vez que vemos trastornos catastróficos en nuestra nación, ni tampoco será la última vez. Dos pensamientos vienen a mi mente: estos sucesos de los recientes meses son reales, pero mi Dios también es real. Algunas veces siento como si estuviera lloviendo y cayendo granizos y es casi imposible escapar de las consecuencias.

Sin embargo, la Palabra de Dios, nuestro manual de instrucciones, nos dice en Romanos 5:2b-5 que estas tribulaciones solo nos harán más fuerte y nos darán más esperanza: “Y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.”

Continuamente busco a Dios para que me dé valor, fortaleza y esperanza. Mi consejo para usted es este: mantenga su fe arraigada en Dios, sea de aliento a otros que se encuentran pasando por una tormenta, haga todo lo que pueda para aliviar el sufrimiento de otros y ore, pidiendo las bendiciones de Dios para todos.

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Las tribulaciones no son el fin del camino, sino un tiempo para que los cristianos puedan levantarse más allá para edificar su carácter y ofrecer esperanza mediante la proclamación de nuestro Salvador, el Cristo vivo.