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EDITORIAL: En un Mundo Cambiante, Existen Verdades que no Cambian

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El 2020 fue un año de grandes desafíos que marcó un antes y un después en nuestra historia, tomándonos a todos por sorpresa. Todas las áreas de nuestra vida fueron afectadas de una manera o de otra, y la Iglesia no fue la excepción. Ningún pastor ni congregación tenía un precedente sobre como lidiar con una pandemia global. De las materias que cursé como estudiante de seminario, en ningún currículo tomé un curso ni si quiera leí un libro sobre como dirigir una iglesia o una convención en medio de una pandemia caracterizada por un creciente temor e inestabilidad.

Recuerdo el año pasado cuando empezaron a sentirse los efectos del COVID 19 y como el caos y la incertidumbre reinaban en nuestra sociedad, pareciera que los montes se trasladasen al corazón del mar, tal como lo dice el Salmo 46. Muchas cosas cambiaron desde entonces. Algunos de nuestros seres queridos ya no están con nosotros, la forma de relacionarnos como Iglesia ha cambiado también, los programas, ministerios, la administración de recursos y finanzas, las reuniones en persona, y todas las áreas de la vida eclesiástica tuvieron que ajustarse, aún nuestras mejores tradiciones las vimos interrumpidas. En este tiempo, aprendí cosas que ningún curso de seminario pudo haberme enseñado en teoría. Si alguna enseñanza marcó mi corazón es que dependemos del Señor completamente y de que Él es soberano.

Durante este tiempo, uno de los esfuerzos de la Convención Bautista Hispana de Texas fue proveer recursos a las iglesias sobre como sobrellevar y adaptarse a estos cambios tan repentinos y abruptos, así también nos enfocamos en equipar, bendecir e informar a nuestras congregaciones acerca de los efectos del COVID en nuestros ministerios.

Si bien son un gran numero las áreas que fueron afectadas y los cambios por causa de la pandemia. Creo que la pandemia misma y estos cambios nos dejaron ver con más claridad las cosas que no cambian; verdades espirituales que están en la palabra de Dios que son inamovibles. Durante el tiempo de pandemia, algunos se han enfocado tanto en lo que ha cambiado, que hemos descuidado las realidades que para el creyente son permanentes. Exploremos juntos estas verdades.

  1. La identidad de la Iglesia – Quiénes somos. El apóstol Pedro define la iglesia como, “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pe. 2:9). Nuestra identidad como Iglesia es definida en Cristo, y Él es el mismo, “ayer, hoy y por los siglos” (Heb. 13:8), por lo tanto, nuestra identidad permanece pese a cualquier circunstancia. (Mat. 16:16; Heb. 13:8).
  2. El propósito de la Iglesia. La mayoría de los estudiosos bíblicos identifican al menos seis elementos que son parte del propósito de la iglesia: la adoración, el compañerismo, la obra social, el servicio, el discipulado y el evangelismo, al que podemos añadir, la unidad (Jn. 17:21). En esta pandemia aprendimos que el propósito de la Iglesia sigue siendo el mismo, pero este puede llevarse a cabo a través de diferentes medios. El distanciamiento físico no significó que no estamos unidos cumpliendo el propósito del Cuerpo de Cristo (Ef. 4:4–6).
  3. El mensaje que proclamamos de la salvación y esperanza es el mismo antes, durante y después del COVID. Este mensaje tiene el mismo poder para salvar y el mundo lo necesita tanto ayer como hoy (Rom. 1:16). Las buenas nuevas no cambian, “éstas cosas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Jn. 20:31).
  4. La misión de la Iglesia. De la misma manera que no existe otro evangelio, nuestra misión de proclamarlo no es diferente. “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos…enseñándoles que guarden todas las cosas” que el Señor ha mandado (Mat. 28:19).
  5. La Palabra y las promesas de Dios. No importa lo dramático que sean las circunstancias a nuestro alrededor, o lo que la gente con más influencia opine, o lo que dicten las nuevas tendencias y modas. Nada de eso cambia lo que dice la palabra del Señor, esta siempre permanece (Is. 40:8) y es la brújula que nos muestra el camino (Sal. 119:105). ¡Gloria a Dios por que sus promesas no son afectadas por nuestras circunstancias!
  6. El Espíritu Santo está con nosotros y en nosotros. Una de las verdades espirituales que nos dan un sentido de permanencia en Cristo y confianza en el Señor es que “Él hizo morar su Espíritu en nosotros (Stgo. 4:5) y es la garantía de nuestra herencia (Ef. 1:14). Ninguna pandemia ni circunstancia puede cambiar esta realidad.
  7. Nuestro llamamiento. El llamado de Dios a nosotros es el mismo sin importar lo que enfrentamos. La forma y los medios de cumplirlo pueden variar de acuerdo con las circunstancias y necesidades, pero nuestro llamamiento no esta determinado por ellas (Ro. 11:29).
  8. Nuestra fe. Lo que hemos creído y en quien hemos son el ancla que siempre nos sostienen. “Estamos en el verdadero en su Hijo Jesucristo” (1 Jn 5:20). Nuestra obediencia, amor y devoción al Señor no debe de menguar, al contrario, tienen que crecer (Fil. 1:25; Ef. 4:7; Ef. 4:13).
  9. La Gracia que Dios nos da en todo tiempo se encuentra disponible para nosotros (2 Co. 12:9). No hay día en nuestra historia que la misericordia y gracia de Dios sea menor que en otro día (Lam. 3:23). Ninguno de los atributos divinos es afectado por cualquiera que nuestra realidad sea, ellos trascienden nuestra existencia y son permanentes.
  10. El amor de Dios no cambia y no hay factor alguno que nos pueda separar de Él. “Nada nos separará” (Ro. 8:35) de Dios y de su amor hacia nosotros, y esta realidad no puede cambiar. Aún si el sol dejará de salir y enfrentamos la noche más oscura, “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” Ro. 8:37.

Estimados hermanos, teniendo en cuenta estas verdades espirituales que son inamovibles, sigamos adelante como familia de la fe. A. W. Tozer escribe, “Un mundo lleno de temor necesita una iglesia valiente. Iglesia, el mundo está observando. ¿Qué haremos?”. En un mundo tan cambiante, en medio del caos y desesperanza, confiemos en el Señor basados en esta verdad; fortalezcámonos en la gracia que es en Cristo Jesús (2 Tim. 2:1).

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