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EDITORIAL: Este es un problema que tenemos que enfrentar


NASHVILLE (BP) — Tal vez usted también en más de una oportunidad, cuando ha estado tratando de ayudar a alguien, ha escuchado decir: “Lo que tienen que hacer es sacar la viga de su ojo y no fijarse en la pajita del ojo de su hermano”. Y esto es verdad. Lo dijo nuestro Señor Jesucristo, y tomado fuera de contexto puede ser una especie de manto que sirve para cubrir algunas cosas que no están bien. Para aplicar los versículos bíblicos a las situaciones de la vida, hay que hacerlo con cuidado y con mucha honestidad y dejándose guiar por el Espíritu Santo.

Hoy día, la gente espera más de los cristianos que del resto de la población. Resulta hasta contradictorio porque más que nunca el secularismo lo está minando todo, sin embargo, a la hora de demandar un buen comportamiento, una posición ética o una actitud moral, esperan que los cristianos sean un ejemplo.

Pero hay muchos cristianos que ignoran este hecho y es como si se esforzaran en parecerse cada día más a la gente del mundo. Yo diría que hoy, muchas veces resulta difícil distinguir a un cristiano de los que no los son.

Hablando con un amigo que es pastor, surgió el tema del pecado y la manera en la que este se ha introducido en algunas de nuestras congregaciones, sin que al parecer, a alguien le preocupe mucho. Pecados como la mentira, el chisme, la maledicencia, la fornicación, la envidia, el orgullo, la pornografía, la glotonería, la idolatría y la arrogancia, por solo mencionar unos pocos, ya no parecen ser cosas de la vieja manera de vivir, sino que algunos que se llaman “cristianos” los siguen practicando y en ocasiones hasta se jactan de lo que hacen.

Yo tal vez me estoy volviendo loco. Pero en las Biblias que yo tengo y en la que leo todos los días, al pecado se le llama pecado. Y el castigo por el pecado es la muerte. Es muy cierto que Dios ama a los pecadores. Y los ama tanto que fue capaz de enviar a su Hijo a la tierra a sufrir para pagar el precio que nuestros pecados merecían. Gracias a eso podemos ser salvos, pero eso no quiere decir que podamos seguir viviendo en el pecado. Dios ama al pecador, pero aborrece el pecado. No se deje engañar. Si usted está viviendo en pecado, ponga mucha atención, no digo que si usted peca, ¡todos pecamos! Esa es parte de nuestra naturaleza pecadora. Pero eso es diferente a vivir en el pecado. Esto último implica pecar estando consciente de que lo se está haciendo. Para mí, es como si se expusiera la sangre de Cristo al vituperio.

No nos llamemos a engaños, pecar a sabiendas es como retar a Dios diciéndole que hacemos lo que hacemos porque nos da la gana. La mentira se ha llegado a impregnar hasta tal punto en algunas personas que se ha convertido en una forma de vida. Viven mintiendo y su conciencia se ha cauterizado llegando a amordazar al Espíritu Santo para que no les señale que están actuando mal.

Hace unos días alguien me llamó por teléfono y se refirió a mí por el cargo que yo desempeñaba cuando trabajaba para LifeWay. Me apresuré en señalarle que yo ya no era eso. Pero me sentí muy avergonzado y confundido cuando esa persona me dijo que eso no era importante, y añadió que, y mencionó a dos personas, tampoco son lo que fueron, pero siguen usando los nombramientos que tuvieron un día para seguir pareciendo importantes. Lo triste de este caso es que pretender ser lo que no se es, sin dudas es también una forma de mentira, como también lo es la exageración.

Cuando se actúa así, no se puede esperar que la gente del mundo se impresione positivamente por el cristianismo. Así que permítame decirle, que tenga mucho cuidado no sea que sin quererlo se esté convirtiendo en un “enemigo” del cristianismo, pues tal vez sin querer le está haciendo daño al evangelio de Cristo. Hay dos pasajes que pueden servirnos como una llamada de alerta para despertar las conciencias. Dice en Apocalipsis 21:8: “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”. Y Mateo 7: 20-23: “Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.

No importa lo que hayas sido, la gracia de Dios es suficiente para limpiarte de todos tus pecado. Dios por medio de Cristo te ofrece y te da un nuevo corazón, una nueva vida. Pero como en el caso de la mujer sorprendida en el lecho del adulterio, Jesús hoy nos sigue diciendo: “… ni yo te condeno, vete y no peques más”. Sí, la salvación tiene un precio: ¡Hay que dejar el pecado! La salvación es gratis, es por gracia, no se obtiene por obras. Claro está, no hay algo que podamos hacer que sea lo suficientemente bueno para ganarnos la salvación. Pero para obtener el perdón de Dios tenemos que arrepentirnos de nuestros pecados, lo que equivale a decir: Dejar el pecado, no pecar más a sabiendas.

Este es un tema impopular, y sé que algunos se enfadaran conmigo. Yo estoy obligado a obedecer a Dios antes que a los hombres, de manera que no puedo callar lo que tengo que decir. No quiero parecer extremista, pero lo que dice Biblia es claro para mí. Es verdad que “Juanita o Sofía” que son hijas de no sé quién, se bautizaron y son muy “buenas muchachitas”. ¡Cuidado! Si están “viviendo” con sus novios, eso se llama fornicación y Pablo dice que los fornicarios no heredarán el Reino de los Cielos. Y lo mismo se aplica a los demás pecados. Si “fulano de tal” fue tal cosa, y ya no lo es y se llama o se deja llamar por el cargo que tenía, con el mayor respeto, es un mentiroso o mentirosa.

¿Qué estoy juzgando? Dios me libre de hacer tal cosa. Yo soy de los pecadores el mayor, pero considero mi deber alzar mi voz y llamar la atención. Dios le habló al apóstol Juan para cerrar el período de revelación de su Palabra, cuando el Espíritu le dio el mensaje para las iglesias del Asia Menor, Juan escribió: “el que tiene oídos para oír, oiga” …
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Óscar J. Fernández es miembro de Brentwood Baptist Church en Brentwood, Tenn., y es escritor, editor y consultor de publicaciones independiente.

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  • Por Oscar J. Fernandez