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EDITORIAL: Extranjeros, pero de la familia a la vez

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SAN ANTONIO, Texas (BP)–Los reportajes cuentan la historia de nuestros tiempos. Hoy en día todos viajamos más que las generaciones anteriores. Y esto no solo por gusto. La realidad es que el mundo se ha hecho mas pequeño, en parte, porque nuestro trabajo o ministerio nos lleva a mas y mas partes del estado o la nación, si no del mundo. En estos tiempos cuando el bullicio de la vida es tan necesario para sobrevivir, es beneficioso reflexionar sobre el impacto de las separaciones que con frecuencia nos apartan de nuestra familia nuclear y en veces de nuestra familia en la fe.

Lo digo por mi mismo, pues mi propia experiencia durante los últimos veinte años ha sido una de tener que viajar a dado lugar y regresar a casa solo para hacer arreglos para el siguiente viaje. Puedo decir que la mayoría de mis viajes han sido con el propósito de cumplir mi ministerio, pero ¿que del servicio que le debo a mi familia? ¿Como afectan mis ausencias a mi y a mi familia?

La vida del creyente es de ser extranjero en esta tierra. Vivimos en este mundo pero no somos del mundo (Juan 17:16). Pedro escribe su primera epístola a los cristianos y los describe por lo siguiente: “A los expatriados de la dispersión” (1 Pedro 1:1). Y Hebreos 11 nos recuerda que los de fe confiesan que son peregrinos y extranjeros sobre la tierra (v.13). Por ser así, sentimos profundamente los tiempos de separación necesarios para cumplir los propósitos de Dios en nuestras vidas.

Cristo Jesús es nuestro mejor ejemplo de la necesidad de la separación por amor a Dios. ¿Recuerda la estrofa, “Tu dejaste tu trono y corona por mi, al venir a Belén a nacer?” Seguro que si. Pero el himno también dice, “Ven a mi corazón o Cristo, pues en el hay lugar para ti.” Es mi creer que este precioso himno navideño capta tanto la realidad como la oportunidad que una vida “ocupada en Cristo” ofrece.

Siendo que la separación por amor a un llamado mayor es un sacrificio que todos hacemos, hagamos lo mejor de los tiempos cuando podemos estar con los nuestros.

Efesios 5:16 nos recuerda, “aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.” Este consejo del apóstol se ha interpretado como un llamado a tomar provecho de las oportunidades para compartir el evangelio, y no queda duda que así debe ser. Pero esta advertencia tiene una aplicación más amplia pues toma en cuenta todo el tiempo — los minutos, horas, días, meses y años—que Dios nos da.

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También debemos aprovechar bien el tiempo con nuestra familia. Simplemente estar allí en lo físico no demuestra que estamos completamente allí. Muchas veces estamos prácticamente ausentes, algo que no debe ser. Los días son malos cuando desperdiciamos los momentos preciosos para invertir nuestra vida en la familia. Si llenamos el día de quehaceres y no tenemos tiempo para estar con los hijos, escucharlos, hacer cosas con ellos, y también con nuestra esposa/esposo, el tiempo que estamos en casa pierde su valor.

Pero el himno también invita al peregrino Jesús a hallar reposo en nuestro corazón, recordándonos de la oportunidad que todos tenemos de demostrar hospitalidad. Es difícil tener que viajar y estar separado de los nuestros, pero la carga se hace más manejable cuando recibimos el cariño y amor de parte de los miembros de la iglesia dondequiera que Dios nos lleve. Son en ocasiones como estas cuando una persona de fe se convierte en “amigo mas unido que un hermano” (Proverbios 18:24).

Le elogia del anciano Juan a Gayo habla de esta como su gran virtud. De este fiel hermano el anciano afirma, “fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos” (3 Juan 5). Para Juan, demostrar hospitalidad con los de la fe era cooperar con la verdad (v.8). Recordemos, el ministerio de Jesús fue posible en parte porque dondequiera que iba alguien abría su casa para su reposo (Mateo 13:1; Lucas 10:38). Si, de seguro durmió bajo las estrellas, pero también reposo en hogares donde era bien recibido (Mateo 10:11-15, 40-42). Ofrecer nuestro hogar para el descanso de hermanos en la fe es extenderles el ambiente hogareño cuando están lejos de sus hogares y más extrañan el calor de su propia familia.

Así puede ser la experiencia de cada hijo de Dios. Tomar buen provecho del tiempo que Dios nos da para estar con nuestros seres queridos, y confiar que al estar lejos por amor al Señor, él tendrá aquellos que nos acogerán por amor a Dios. Si así lo es, seguiremos siendo extranjeros en este mundo pero siempre miembros de una familia universal.
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Rudolph D. González es el decano de la Southwestern Baptist Theological Seminary William R. Marshall Center for Theological Studies, San Antonio, Texas. Estudios hispanos, Southwestern Baptist Theological Seminary: http://www.swbts.edu/hispanicstudies/sp/.