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EDITORIAL: Fundamento espiritual para sembrar iglesias


NOTA DEL EDITOR: La siguiente es el cuarto de una serie de seis partes acerca de la iniciación de iglesias en comunidades hispanas. Es un extracto de Cómo Sembrar Iglesias en el Siglo XXI, publicado en el 2002 por Casa Bautista de Publicaciones (Editorial Mundo Hispano), www.casabautista.org.

FORT WORTH, Texas (BP)–El logro más asombroso en la historia del mundo tiene que ser la extensión del evangelio en el primer siglo. ¿Se ha detenido a pensar alguna vez en qué les habrá parecido la Gran Comisión a los apóstoles? ¿Yendo, haced discípulos a todas las naciones? Señor, ¿te refieres a nosotros? Nunca hemos salido de Palestina. Apenas sabemos un idioma y aun nuestros paisanos se burlan de nuestro acento. Aparte de eso, no tenemos ningún tipo de educación formal en la escuela. Si agregas el hecho de que no tenemos recursos económicos, ¿cómo esperas que cumplamos tu mandato? Teniendo en cuenta todos estos factores más el hecho de que no contaban con la imprenta, la radio, la televisión, las máquinas para fax, el correo electrónico, los automóviles, los aviones, los templos, las fotocopiadoras, que no tenían una organización central, ni recursos económicos ni amigos influyentes, entonces, ¿cómo explicamos el hecho de que en la vida de los apóstoles el evangelio llegó a Roma, la capital del mundo conocido en aquel entonces? Tenían en su contra a los poderes eclesiásticos del Sanedrín y al poder político y militar del imperio romano. La única razón por la cual estos cristianos pudieron transformar a ese imperio fue la presencia y el poder del Espíritu Santo. Cuando descendió sobre ellos el Espíritu Santo, les fue dado todo lo que necesitaban para cumplir la tarea.

DEPENDENSIA DEL ESPIRITU SANTO

Al considerar la tarea maravillosa de sembrar iglesias queremos enfocar el papel esencial, vital y crucial que tuvo (y sigue teniendo) el Espíritu Santo en la extensión del evangelio y el establecimiento de la iglesia. El sembrador de iglesias tiene que estar totalmente familiarizado con la función que el Espíritu Santo cumple en iniciar nuevas congregaciones a fin de poder depender completamente de su dirección, presencia y poder para lograr su cometido.

EL ESPIRITU SANTO DA EL PODER PARA CUMPLIR LA MISIÓN

Lo último que Jesús dijo antes de ascender al cielo fue: “Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre vosotros, y me seréis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra” (Hech. 1:8). Sus discípulos habían preguntado acerca de un poder político para librarse del yugo romano: “¿restituirás al reino de Israel en este tiempo?” (Hech. 1:6). Pero Jesús promete un tipo distinto de poder: “dunamis”, una capacitación total y adecuada de la mente y del espíritu para la tarea gigantesca que tenían por delante. Comentando sobre las implicaciones del Pentecostés para la obra de la iglesia, el historiador y misionero Albert von Ostertag afirma: “La iglesia recibió de Cristo no meramente el mandato sino el impulso interior, poderoso, irresistible de vida y amor para transmitir a su ambiente la vida que había recibido”.

Primero, el Espíritu Santo da poder brindando un espíritu de valentía. El ejemplo más dramático es Simón Pedro quien negó al Maestro ante una sirvienta, pero más adelante proclamó a Cristo ante una asombrada multitud (Hech. 2). También lo vemos en Hechos 5. Las autoridades habían amenazado a Pedro y a los apóstoles para que no enseñaran en el nombre de Jesús. Pero ellos respondieron sin temor: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hech. 5:29). Luego procedieron a testificar ante aun aquellos que los amenazaban: “El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero. A este, lo ha enaltecido Dios con su diestra como Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, y también el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que le obedecen” (Hech. 5:30-32). No cabe ninguna duda de que los apóstoles habían recibido valentía del Espíritu Santo.

Segundo, el Espíritu Santo da poder brindando un espíritu de amor. El celo evangelizador no surge de creencias intelectuales ni de argumentos teológicos sino del amor. El conocimiento de Cristo es una riqueza tan grande que el espíritu de amor tiene que obligadamente anhelar impartirlo. Romanos 5:5 dice: “Y la esperanza no acarrea vergüenza, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”.

Tercero, el Espíritu Santo da poder inspirando las palabras de testimonio. Cuando Pedro predicó el evangelio el día de Pentecostés, sus palabras fueron inspiradas por el Espíritu Santo y sus oyentes “se afligieron de corazón” (Hech. 2:37). Cuando Esteban habló ante los ancianos en la sinagoga “no podían resistir la sabiduría y el espíritu con que hablaba” (Hech. 6:10). Uno de los temores principales del testigo en potencia es que no sabrá qué decir. Necesita saber que el Espíritu Santo estará presente para inspirar sus palabras.

EL ESPIRITU SANTO PROVEE LA ESTRATEGIA PARA LA MISIÓN

Primero, el Espíritu Santo provee la estrategia general. Nunca ha dejado de asombrar la forma en que el Espíritu Santo guió a la iglesia primitiva. En Hechos 1:8 Jesús da un bosquejo de la estrategia que brindaría el Espíritu Santo: “…y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra”. Este es el bosquejo; el resto del libro de Hechos muestra cómo se llevó a cabo.

Segundo, el Espíritu Santo guía a individuos en momentos estratégicos. No solo proveyó la estrategia general para la extensión del evangelio sino que guió también a individuos: (1) Felipe al etíope, Hechos 8:29; (2) Pedro a Cornelio, Hechos 10:19; (3) Pablo al pasar a Macedonia, Hechos 16:6, 7. En su libro Missionary Methods, Saint Paul’s or Ours (Métodos misioneros, los de San Pablo o los nuestros), Roland Allen dedica mucho espacio a describir la maravillosa estrategia misionera utilizada por Pablo. Se concentró en centros de la administración romana, de la civilización griega, de influencia judía y del comercio mundial. Pero Allen explica entonces: “No olvidemos que el Espíritu Santo guiaba a Pablo. Había muchos centros como estos. Pero a medida que el Espíritu Santo abría la puerta, Pablo se concentraba en ese centro y lo convertía en un centro estratégico de actividad evangelizadora”. En suma, está diciendo que era la estrategia del Espíritu Santo y que Pablo simplemente la ponía en práctica. ¿Tiene el Espíritu Santo un plan para la evangelización de su provincia, su ciudad, su comunidad?

Tercero, el Espíritu Santo guía a la iglesia en momentos estratégicos. Ayudó a los apóstoles a resolver la crisis relacionada con las viudas griegas en Hechos 6. Comisionó al equipo misionero en Hechos 13. En el concilio de Jerusalén (Hechos 15), ayudó a los líderes de la iglesia a tomar la decisión correcta con respecto a los gentiles convertidos.

EL ESPIRITU SANTO PRODUCE LOS RESULTADOS

En última instancia: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los Ejércitos” (Zac. 4:6).

Primero, el Espíritu Santo convence de la verdad del evangelio. Vivimos en un mundo en el que las personas han cambiado la verdad de Dios por una mentira y adoran a la criatura en lugar del Creador. ¿Cómo podemos convencer a la gente, que tiene sus propios santos, profetas, altares, pagodas, libros, cuentas y astrólogos, de que Jesús es el Hijo de Dios? Es solo por el poder del Espíritu Santo que el ser humano puede llegar a conocer a Jesucristo: “…nadie puede decir: ‘Jesús es el Señor’, sino por el Espíritu Santo” (1 Cor. 12:3).

Segundo, el Espíritu Santo convence de pecado. Muchas de las personas que tratamos perciben poco o nada el pecado. Algunos se encuentran tan llenos de pecado que ya ni lo sienten. Otros han llegado a amar las tinieblas en lugar de la luz. Mahatma Gandhi admiraba a Jesucristo y le gustaba el Sermón del monte. Pero no aceptaba la noción de que el hombre fuera pecador. Creía que los hindúes eran una raza antigua y noble, y no le gustaba que extranjeros les dijeran que eran pecadores. Pero Juan 16:8 dice claramente: “Cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”.

Tercero, el Espíritu Santo convierte al pecador. Aunque Dios llama a instrumentos humanos para proclamar las buenas nuevas de salvación, en definitiva es la obra del Espíritu Santo lo que produce la transformación en la vida del pecador.

Sembrar iglesias es una tarea espiritual. Los métodos prácticos que se usan son como los huesos en la visión del profeta Ezequiel. A menos que sople el espíritu de Dios, los métodos son como huesos muertos. No obstante, si el sembrador de iglesias depende del Espíritu Santo a través de todo el esfuerzo, él verá la evidencia del poder de Dios en la transformación de las almas y la formación de congregaciones que honran al Señor.
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Daniel R. Sánchez es profesor de misiones en el Seminario Teológico Bautista Southwestern donde además sirve como vicedecano, maestrías y director, Instituto Scarborough de Iniciación de Iglesias Y Crecimiento en la Escuela Roy Fish de Evangelismo y Misiones.

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