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EDITORIAL: Jesús: nuestra estabilidad en tiempos inseguros


SAN ANTONIO, Texas (BP)–Tengo años de no subirme a una montaña Rusa. Y no es que tenga miedo de que me vaya a accidentar. La realidad es que la velocidad y las escarpadas bajadas me trastornan. Cerca de Cataluña España reside el “Dragón Khun,” una montaña Rusa nombrada por el infame monstruo mitológico Hu de Pekín. La leyenda va que cuando alguien se atrevía montar su cola, lo hacía al riesgo de perder su vida. ¿Qué necesidad hay de molestar al dragón? No obstante, este año siento que alguien me monto sobre una montaña Rusa, pero mucho más tornadiza que el Khun de Cataluña.

Como todos hemos visto, las condiciones económicas no muestran nada de estabilidad. Hace casi un año atrás el índice económico mayor, el mentado Dow Jones llegó a la altura de 14,164 puntos, y tan pronto como llegó empezó a descender precipitadamente. El Dow ha perdido más de 3000 puntos, casi el veinte por ciento de su valor y su caída no parece tener fin. Ha habido días cuando la marqueta parece recobrar sus pérdidas, pero en pronto el suelo económico resulta inseguro y el desenfreno sigue. Esta realidad es algo que todos sentimos. Unos temen la posibilidad de desempleo, otros han visto sus ahorros de retiro decaer en valor, etc. Y la realidad es que no tenemos el lujo simplemente de bajarnos y sentir terra firma bajo nuestros pies. Irónicamente, muchos miran el resbaladero económico como una oportunidad para comprar empresas a lo barato, y esto me hace preguntar; ¿habrá gente al punto de venderse a lo barato?

Una de las grandes verdades de nuestra fe en Cristo es la promesa de estabilidad en medio de la prueba y tribulación. La Biblia promete darnos una seguridad profunda que ninguna tormenta puede disolver. El Salmo 16 por ejemplo, demuestra esta calidad de fe. Declara David, “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido” (v. 8).

Como en la vida del rey, la estabilidad del cristiano siempre surge en el contexto de alguna crisis. Hebreos 10 recuerda a sus lectores de la fidelidad anterior de ellos en tiempos de prueba severa, pero ahora estaban a punto de abandonar esa misma fe (10:32-34). El inspirado autor les insta, “no perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón” (v. 35). La confianza que tenemos en Cristo, no es solo un medio de emergencia que detiene por un tiempo lo inevitable. Nuestra estabilidad promete algo seguro, y el apóstol Pablo elabora este punto. En Romanos 5:1-5 nos dice:

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza;

“¿Notó el argumento circular del apóstol? Si, admite que tenemos fe en algo futuro, pero nuestra fe también es de provecho en el presente. Lejos de ver la prueba como algo que disminuye el valor humano, el apóstol Pablo demuestra que las dificultades de la vida están ligadas a una cadena inexorable del propósito divino. La tribulación produce paciencia; la paciencia produce prueba, y la prueba produce esperanza. La prueba no deteriora nuestra fe; contiene en ella misma la semilla de una mayor confianza y esperanza en Cristo; una esperanza que no avergüenza. ¡Gloria a Dios!

Estos tiempos inseguros lanzan a muchos hacia la desesperación. Sabemos que toda alma humana es de infinito valor, pero muchos olvidan esto cuando ven el fruto de sus esfuerzos perder su precio. Cuando la persona ha sufrido desvalor—peor cuando es en su propio pensar—el mundo está listo para comprarlo a lo barato. El pesimismo ofrece sus centavos por el dólar; el culpa-al-otro compra a muchos a precio de ganga. Los mercaderes de la tierra están ansiosos por comprar y vender almas como comprar cualquier artículo (Revelación 18:13).

En estos tiempos de devaluación podemos demostrar que el sacrificio de Jesús es la evidencia del valor figo e incalculable de toda persona. El creyente está de pie sobre la roca (Salmo 61:2-3). El hijo de Dios es el hombre prudente que edifica su casa sobre la roca y no el insensato que finca su vida sobre la arena (Mateo 7:24-29). El evangelio ofrece la respuesta para la persona que la marqueta y la economía han devaluado.

Hoy podemos testificar de Jesús, quien no solo promete una salvación futura; nos ofrece paz y seguridad venga lo que venga. En Cristo, nuestro valor nunca sufre perdida. Él fue quien dijo: Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. (Juan 16:33). La gente necesita alguien en quien confiar en estos tiempos de tanta inseguridad y Jesús ofrece la única estabilidad para hoy y para el porvenir.
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Rudolph D. González es el decano de la Southwestern Baptist Theological Seminary William R. Marshall Center for Theological Studies, San Antonio, Texas. Estudios hispanos, Southwestern Baptist Theological Seminary: http://www.swbts.edu/hispanicstudies/sp/.

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