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EDITORIAL: Llamados a brillar

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Frank Moreno

Vivimos en una sociedad compleja donde reinan las sombras, la duda y la incertidumbre que afecta hasta la misma iglesia. Según Lifeway research, y un estudio de la compañía Gallup publicado [2] en los años 2021 y 2022, nuestra nación cada día está más secularizada. Los estadounidenses han disminuido su confianza en la iglesia. De 2019 a 2020, los que expresaron confianza en la iglesia como institución crecieron del 36 % al 42 %. Sin embargo, ese número volvió a descender al 37% en 2021 y al 31% en el 2022. En poco más de dos décadas, la confianza sobre la Iglesia ha pasado del 60% a un mínimo de 31%.

Ante ese alarmante panorama, y la constante disminución porcentual del cristianismo en nuestro país, debemos reaccionar con prontitud prestando atención y obedeciendo a la voz de Dios que nos dice en Isaías 60:1, “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Dios ha nacido sobre ti”. Levantarnos no es una opción, es una imperiosa necesidad. Hemos de tener en cuenta que el porcentaje de personas no cristianas en este país, ya es superior al de los que somos cristianos. 

El libro de Isaías es considerado una de las grandes obras literarias del mundo. Su estilo  esmerado y culto, refleja muy buen hebreo, con expresión vehemente, sentimiento ferviente, y vivida imaginación. Los primeros versículos del capítulo 60 tienen un propósito doble. Por una parte, son una llamada categórica al pueblo de Dios a que recobre la esperanza, la ilusión perdida, y la visión emprendedora. Por la otra, es una llamada al pueblo del Señor a que use todas las herramientas a su alcance para que sean los mensajeros de esperanza a la gente que estaba inmersa en la oscuridad.

Este es uno los pasajes de esperanza más hermosos que hay en el Antiguo Testamento, está íntimamente ligado a los capítulos 58 y 59, y nos presenta aspectos acerca del futuro profético de Sion/Jerusalén. Por su contenido, lo que nos muestra Isaías es un trasfondo de la cautividad de Israel, de la disciplina,  de juicio y de la oscuridad del pecado. Al propio tiempo, es una promesa de afirmación y una invitación de Dios  a ser parte de su plan divino.

Lo primero que dice el Señor es: ¡Levántate! del polvo en donde has estado sentado y cambia tu actitud llorona. Cuando se está sentado o postrado uno, no tiene la fuerza ni la capacidad para defenderse, o para emprender grandes proyectos que requieren de habilidad y fuerza.

Ante nuestro panorama, Dios nos dice también hoy a nosotros, ¡levántate!. Como Israel en aquel entonces, hay mucha gente en nuestro país que está postrada, inmovilizada, o tal vez que se siente derrotada. Millones de personas se sienten vencidas, extenuadas por diversas crisis de índole personal, de trabajo, de salud, de económica, de ingresos muy limitados. Carecen de documentos de residencia, tienen ingresos de jubilación muy escasos, hay relaciones matrimoniales conflictivas, situaciones familiares difíciles, problemas de trabajo o de estudios. En fin, una serie de situaciones que abocan a la limitación y muchas veces incitan a  darse por vencidos y pasar a un estado de decaimiento. Ese es el tipo de ambiente que caracteriza lo que estamos viviendo. 

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Por ello, el futuro para muchos aparece oscuro, y eso también trasciende al ámbito espiritual. Hay cristianos que sienten que no tienen las fuerzas necesarias para testificar o  para vivir ejemplarmente tocando vidas con la esperanza gloriosa del evangelio de Jesucristo. No se levantan para actuar con la fe y la confianza de que Dios puede cambiar las cosas. No debemos olvidar que Él, puede enderezar lo torcido, puede lavar lo manchado, puede planchar lo arrugado,  a lo feo le puede dar belleza, y a lo indispuesto lo puede usar de una forma gloriosa. El pueblo de Dios necesita levantarse para recibir lo que Dios le está ofreciendo.  El apóstol Pablo dice en la epístola a los Romanos 13:11 “…es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca nuestra salvación que cuando creímos”.

Ante el mandato de Dios a que nos levantemos, y sin pretender ser fatalista sino realista a la luz de las Escrituras, no hay que olvidar que la gente sin Cristo vive en tinieblas y no ve la luz. Todo lo que ven es oscuridad. No ven ninguna escapatoria, ni ninguna esperanza eterna. Están encadenados al pecado que les impide ver la gloria del Salvador. Nuestro momento histórico es conocido como uno de los más oscuros. Pues si bien es cierto que hay una búsqueda intensa de “una espiritualidad”, también es verdad que la gente busca una espiritualidad fácil,  conveniente, cómoda que nada tiene que ver con el verdadero Dios. Este país ha pasado de ser una nación monoteísta a una que es politeísta donde hay muchísimos dioses, como ocurría en Atenas cuando Pablo la visitó. El Todopoderoso ha sido relegado a un segundo término. Isaías 5:20 dice: “¡Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!”.

La luz es sumamente importante para todo, especialmente para la salud. Tal es así, que en recientes décadas, los psicólogos han descubierto una conexión entre la falta de luz y la depresión. La gente más  melancólica de la tierra vive en lugares como Finlandia, Noruega y Suecia, en donde durante muchos meses al año, el sol aparece solo unas breves horas diarias. En invierno, en Finlandia, amanece a las 9:00 a.m. y oscurece a las 3:00 p.m.  Sus habitantes tienen deficiencia de vitamina D por falta de sol, y deben tomar un suplemento de dicha vitamina para compensar.

En varias partes del mundo se ha descubierto lo que se llama “SAD” (“Seasonal Affective Disorder”), que afecta más a la gente de lugares fríos  porque se va a trabajar antes de que salga el sol, trabaja todo el día en un lugar donde no hay ventanas, y vuelve a casa por la noche. Cuando las personas no están expuestas a la luz natural por algún tiempo, o lo hacen de manera muy reducida, son más propensos a padecer de depresión. Para algunos, el tratamiento más efectivo que se les ha prescrito es terapia de luz.

Hay millones de personas en nuestro mundo que necesitan terapia de luz, pero de la verdadera luz, la que sana y transforma, que es la luz de Cristo. El mismo dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

¿Qué es resplandecer?  Es brillar, relucir, ser luminoso, fulgurar, despedir mucha luz propia o reflejada. Es como reflejar intensa alegría y felicidad.  Por eso Dios le estaba diciendo a su pueblo en este hermoso pasaje, que otras naciones serán atraídas por el brillo de su resplandor. Era como decirles, sonreíd, alegrad la cara, por lo tanto, ¡resplandece pueblo mío!  Ese es el poder que tiene la luz de Cristo alumbrando en nosotros. Y por ello, nos invita a que brillemos con la fuerza de su poder. Nosotros no somos generadores de Su luz, pero sí que somos reflectores de ella. Como hijos de luz, somos llamados a brillar. Debemos anhelar transmitir Su luz. No podemos olvidar las sabias palabras de Jesús dichas en el sermón del monte según Mateo 5:14, “Vosotros sois la luz del mundo…”