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EDITORIAL: Mi maestro es sabio

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FORT WORTH, Texas (BP)–Hace varios años un maestro de latín nos hizo memorizar una frase que nunca se me ha olvidado. La frase es “magister meus doctus est” y significa “mi maestro es sabio.” A pesar de que ese maestro nos enseñó la frase a manera de broma, la realidad es que encierra una verdad muy profunda e importante. Se supone y espera que los profesores sean sabios para que así puedan guiar a sus alumnos. En teoría, solamente uno más adelantado puede guiar a otro por el camino correcto. Nadie puede dar lo que no tiene y a través de los veinte años que tengo de profesor en diferentes países y lugares académicos he ido comprobando esta realidad.

Comúnmente se asocia a la sabiduría con la educación formal, es decir, a los estudios obtenidos en una institución educativa. De hecho, en las universidades en todo el mundo el máximo grado académico que se puede obtener es el doctorado. Las palabras doctor y doctorado tienen la misma raíz latina de “doctus” o sabio. Después de haberme graduado de un doctorado y de ahora enseñar principalmente en programas doctorales, puedo atestiguar que esta percepción común, aunque es correcta hasta cierto punto, no representa la realidad completa. Si bien después de haber estudiado un programa doctoral las personas se convierten en “expertas” en un área del conocimiento, la sabiduría va más allá de meramente adquirir información. Una persona puede tener muchos estudios y no necesariamente ser sabia y otra puede tener mucha sabiduría y carecer de estudios universitarios.

El libro de Santiago nos da la perspectiva correcta de la verdadera sabiduría y cómo se manifiesta a los demás de una manera clara y completa. El famoso capítulo tres de Santiago habla sobre la importancia de la lengua y cómo su influencia tiene repercusiones gigantescas. De hecho, el pasaje empieza con una advertencia a los que aspiran a ser maestros y que, por lo tanto, usan la lengua como el medio principal de su instrucción ya que son más susceptibles a recibir condenación debido al posible uso indebido de su lengua.

Al término de la advertencia sobre la lengua, Santiago hace una pregunta muy interesante en el versículo trece “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros?” A través de esta pregunta clara y directa, Santiago nos confronta con el verdadero significado de la sabiduría. La respuesta es aún más asombrosa ya que va mucho más allá del simple conocimiento “Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.” La verdadera sabiduría, nos recuerda Santiago, se muestra por nuestra conducta. Desgraciadamente, no es muy común encontrar personas muy inteligentes, con estudios superiores y a la vez mansas y sencillas. Cuando esto sucede, se convierten en excepciones cuando realmente deberían ser la norma.

A continuación Santiago contrasta las características de la sabiduría que refleja al Creador y la que es totalmente contraria al ideal divino. Santiago es directo y no se anda por las ramas al describir la conducta opuesta a una persona realmente sabia:

“Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa” (Santiago 3:14-16).
Por otro lado, la sabiduría que sí imita a Dios tiene las siguientes características:

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“Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” (Santiago 3:17-18).

Por lo tanto, una persona verdaderamente sabia muestra por su comportamiento, y no por sus conocimientos, su sabiduría. Según Santiago las contiendas y los celos son manifestaciones de una “sabiduría” terrenal, animal y diabólica. Estas duras palabras son una advertencia contra los pleitos en el mundo académico, eclesial y denominacional. La verdadera sabiduría produce paz y cordialidad. Una persona sabia es pacífica y su presencia trae refrigerio a los que la rodean.

La sabiduría está al alcance de todos y a la vez es tan difícil de alcanzar. Como nos recuerda la Escritura, el conocimiento envanece, pero el amor edifica. Es mi anhelo que mis alumnos, y las personas que me rodean, puedan sinceramente decir de mí “magister meus doctus est” al ver mi comportamiento. ¿Qué tan sabio es usted? No es necesario que conteste con palabras, su conducta ya lo está haciendo y es evidente a todos.
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Octavio Javier Esqueda es profesor en los programas doctorales en educación en Talbot School of Theology de la Universidad Biola en La Mirada, California. Ha tenido la oportunidad de enseñar en diferentes países, niveles académicos e instituciones entre las que se encuentra el Southwestern Baptist Theological Seminary.