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EDITORIAL: No corras tras el viento

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¿Qué es lo primero que se te viene a la mente cuando piensas en perseguir el viento? Esa fue la pregunta que le hice a un amigo mientras comíamos. Me dijo – “en lo absurdo de pensar que podemos atraparlo.” Fijar metas y tener expectativas no es malo, pero pensar que podemos controlar cada cosa que el futuro nos depara es irreal y frustrante. El sabio Salomón en Eclesiastés 1:14 dijo: “Observé todo lo que ocurría bajo el sol, y a decir verdad, nada tiene sentido, es como perseguir el viento.” NTV. En su propia experiencia personal, Salomón quería descubrir qué cosas pueden darnos satisfacción permanente en la vida. El honor, el dinero, la fama, las riquezas y el conocimiento pueden traer satisfacciones temporales. La familia, las relaciones, la sabiduría y los placeres pueden también dar significado a la vida por un tiempo. Pero, más temprano que tarde estos nos desilusionan y nos dejan insatisfechos.

Querer atrapar el viento es confiar que todo saldrá como pensamos. Es creer que alcanzar una meta u obtener algo nos llenará completamente. Pero al lograrlo descubrimos que no es así. Es el esforzarnos desesperadamente en buscar una ilusión y habiéndolo logrado nos sentimos vacíos.  Es llenarnos de cosas, deleitarnos en placeres, obtener poder y controlar las circunstancias. Eso es correr desesperadamente tras algo con pasión y al final solo sentir un vació profundo en tu corazón. Es ansiar fervientemente algo que te produce un golpe fuerte en el estómago. Es descubrir que te estrellaste contra una pared cuando buscabas un sueño. ¿Alguna vez te has sentido así?

Después de una vasta investigación, Salomón concluye que cuanto más vemos las cosas de este mundo, más nos damos cuenta de los desasosiegos que ellas nos causan.  En cambio, la verdadera dicha está en conocer a Jesucristo y conocerle profundamente. Cuando nuestro corazón se llena de Dios experimentamos el verdadero significado de la vida humana. Él sabe exactamente dónde estás y a dónde debes ir. De allí la importancia de enfocarnos en lo importante y lo eterno. Dios a menudo piensa y actúa de manera diferente a nosotros.  Nos lleva en direcciones que, a veces, no tienen sentido. Isaías 55:8 dice: “Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos – dice el Señor- . Y mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse.” NTV

Este nuevo año, no corras tras el viento. Prepárate para seguir a Dios con todo tu corazón y en tus pensamientos, en lugar de los tuyos. De lo contrario estarás arando en el mar. Encuentra tu satisfacción en Él y esto te alejará de vivir cautivo en la vanidad de este mundo.  Ábrete para dejar que Su Santo Espíritu te llene y libre de cualquier cosa o pensamiento incorrecto que quiera esclavizarte. Disponte a vivir por fe.

Josué tuvo que pensar y actuar diferente cuando Dios le comunicó los planes de cómo iba a derribar los muros de Jericó. Este debía marchar alrededor de ellos, tocar trompetas y gritar. Esos planes parecían sin sentido. Gedeón tuvo que agarrarse de Dios y confiar en su grandeza cuando salió a pelear con un escuadrón esquelético, algunas trompetas, varios cántaros y unas antorchas para derribar a un enorme ejército enemigo. María tuvo que detenerse y meditar cuando el ángel le dijo que llevaba al Hijo de Dios en su vientre. Marta tuvo que luchar con su incredulidad cuando Jesús le dijo a aquellos que lloraban el duelo que removieran la piedra de la tumba de su hermano Lázaro. Confiar y obedecer es la regla marcada para vivir en fe y no terminar desilusionado e insatisfecho corriendo tras el viento.

Al final del libro de Eclesiastés, el sabio Salomón asegura que la plenitud del hombre y nuestra verdadera satisfacción está en temer a Dios y guardar sus mandamientos. Esa es la clave para no correr tras el viento.

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