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EDITORIAL: No siempre se puede decir sí


NASHVILLE, Tenn. (BP)–Los que vivimos en los Estados Unidos de América, a veces nos olvidamos de las dificultades que enfrentan, por causa de su fe, los cristianos que viven en los países musulmanes y en los comunistas.

No hace muchos años, en una soleada mañana, fue convocada una asamblea general de estudiantes en la universidad de la capital de un país. En medio de consignas y gritos, los que dirigían aquella reunión fueron llamando por sus nombres a un grupo de estudiantes. Uno a uno se fueron levantando y subiendo a la plataforma que servía como tribuna, sin tener la menor idea de por qué se les mandaba a pasar al frente. Cada vez que se llamaba un nuevo nombre, la muchedumbre enardecida vociferaba y gritaba insultos y amenazas. Por las ventanas abiertas se asomaban curiosos, aquellos que no habían podido entrar al aula magna universitaria, y habían sido atraídos por el escándalo ensordecedor.

Uno a uno, los que habían sido elegidos, escucharon sus cargos y sentencias. Y a este, por ser cristiano, qué le hacemos, preguntaba el que dirigía tratando de parecer ingenuo. Y la multitud gritaba: Expulsión, expulsión… Y así, en un abrir y cerrar de ojos, terminó la vida de estudios de cientos de jóvenes cristianos, cuyo único delito probado fue el de negarse a renunciar a su fe.

Otros muchos jóvenes cristianos, en aquel país, no pudieron aceptar la injusticia y renunciaron a sus estudios, uniéndose al grupo de los que habían sido expulsados. Solo el gobierno de los Estados Unidos de América alzó su voz para protestar por aquel atropello. En aquellos días muchos jóvenes cristianos sintieron en sus carnes el dolor y la vejación, por no renunciar a su Cristo en aquel país.

Situaciones como estas se siguen repitiendo casi a diario en el mundo. En nuestro país, desde hace algún tiempo, hay quienes han comenzado a combatir activamente al cristianismo. Solo a modo de ejemplo quiero recordar los ofensivos comentarios que hizo Rosie O’Donnell en un programa de la cadena televisiva ABC, en el que dijo que los cristianos eran peores que los musulmanes extremistas que llevaron a cabo el atentado terrorista del 11 de septiembre.

Hasta el día de hoy, el gobierno de nuestro país nunca ha solicitado que los cristianos hagan algo en contra de su fe, pero debemos estar preparados, para si se diera el caso, y tuviéramos que elegir entre obedecer a las autoridades y obedecer a Dios, decidirnos por nuestro Rey y Señor.

Daniel, Ananías, Misael y Azarías habían sido llevados cautivos a Babilonia. Daniel fue elegido como gobernador de la provincia de Babilonia y él solicitó del rey Nabucodonosor que sus amigos fueran puestos sobre los negocios de la provincia de Babilonia (Daniel 2:48-49).

Daniel, a pesar de ser un hebreo cautivo, ahora estaba en la corte del rey de Babilonia y regía sobre los negocios y asuntos de los babilonios. No debemos de ejercitar mucho a nuestra imaginación para comprender que Daniel y sus amigos levantaban la envidia de muchos en la corte de Nabucodonosor. El rey hizo una estatua de oro (Daniel 3:1-30) y ordenó que todos se postraran ante ella. Pero Daniel y sus amigos, a pesar de estar en la corte y ser funcionarios del rey, no cedieron a la tentación y a las presiones y no obedecieron el mandato real que implicaría violar la ley de Dios.

Ananías, Misael y Azarías fueron llamados a la presencia del rey y amenazados con ser lanzados a un horno de fuego, si no se postraban ante la estatua de oro.

Nabucodonosor, arrogante les pregunto: “¿Y qué dios será aquel que os libre de mis manos?” Los jóvenes contestaron sin vacilación: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará”. Ellos no accedieron a las demandas del rey y fueron lanzados al horno del fuego, del que salieron sin siquiera olor a humo y solo con sus ataduras quemadas.

Muchos cristianos hemos visto de cerca un horno de fuego, y muchos hemos sido lanzados dentro, y nuestro Dios siempre ha sido fiel y nos ha librado. En ocasiones ha apagado el fuego. En otras, el fuego no nos ha dañado y solo ha quemado nuestras ataduras y en algunas ocasiones, Dios ha usado el fuego para llevar a su presencia a algunos de sus hijos.

Es bueno que tengamos presente que no podemos decir que sí, si lo que se nos pide se opone a la voluntad de Dios y a su Palabra, sea quien sea el que lo pida.
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Oscar J. Fernandez es el Editor jefe de LifeWay Español y de los recursos en otros idiomas de LifeWay Church Resources en Nashville, Tenn.

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  • Por Oscar J. Fernandez