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EDITORIAL: Orígenes de la Familia Humana

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FORT WORTH, Texas, (BP) — El libro de los Orígenes nos cuenta sobre cómo el Creador estableció el orden y la naturaleza de la realidad en la que hoy vivimos (Gn.1-3). Mi interés en este corto ensayo es enumerar las bendiciones con las que él dotó a la familia humana.

1. SEMEJANZA. Los seres humanos fueron dotados con la imagen de Dios. (1:26-27). Ningún otro ser en la tierra o en cielo tiene este privilegio. No hay ángel o criatura que junto con la pareja humana pueda decirse portador de la imagen de su creador. La discusión teológica sobre cuál es la naturaleza de esa imagen es larga y complicada. Aquí deberá bastar decir que la imagen de Dios en el ser humano tiene que ver con reflejar el carácter de Dios. La primera pareja y sus descendientes tendrán como parte de su naturaleza el reflejar el carácter de su creador. Y si alguien advierte que esto parece demasiado vago, deberá recordarse que el Nuevo Testamento identifica al ser humano Jesús de Nazaret como la imagen del Dios invisible. Tener la imagen de Dios significaría imitar a Jesús en la forma en que el Nuevo Testamento nos guía.

2. SEXO. La familia humana también fue dotada desde el origen con una naturaleza sexuada. “Varón y hembra los creó.” No cabe duda que el Creador en su sapiencia y poder ha escogido dejarnos claro cómo él entiende y pretende que la familia humana se conciba a sí misma. Esto debe observarse en dos sentidos, principalmente. Note que con toda la creatividad del ser supremo, no crea más que dos identidades sexuales y no más. Ni uno más, “varón y hembra” es su idea de la pareja humana. No hay nada en medio de estos dos. Con toda su sabiduría, Dios no ofrece todas “las opciones” que hoy el ser humano parece haber creado. Si insistimos en algo diferente estamos desfigurando la idea y el propósito divino para el ser humano.
En segundo lugar debe reconocerse que el Creador limita la relación de pareja a un varón y una “varona.” Aunque el Antiguo Testamento a veces aparenta presentar otras opciones, ni la poligamia ni la poliandria son ideas de Dios. Jesús mismo hará referencia a esto cuando enseña que si bien es cierto Dios ha sido paciente con los desordenes familiares en la historia humana, “al principio no fue así.” El profeta Malaquías, muchas centurias más tarde del Génesis, nos dice que la razón por la que Dios hizo esto no fue porque no tuviera suficiente “espíritu,” más bien fue porque él buscaba “descendencia” que reflejará la fidelidad y santidad de él mismo. “Sin una pareja heterosexual no hay Edén ni paraíso.”

3. ADMINISTRAR. Dios bendijo a la primera familia que representaba a todas las que vendrían después dándole autoridad sobre la demás creación (1:28). El juzgar y señorear sobre las demás criaturas implica la capacidad de tener voluntad para tomar decisiones. Adán será encargado de estudiar a todos los animales y cuidar de ellos. El señorío sobre la creación será un trabajo de administración en nombre de Dios. La familia del ser humano administrará la creación en nombre de Dios, cosa que implicaría el tomar decisiones y desarrollar su creatividad. Por ejemplo, poner nombre a todos los animales requeriría una creatividad abundante. Dios desea que el ser humano no sea siempre un niño al que se le da todo, y al que se le provee todo. La potencialidad del ser humano implica su crecimiento y responsabilidad al usar de lo que Dios ha creado.

4. ALIMENTO. Dios provee alimento delicioso a la vista. Dios no sólo provee alimentación a su virrey, el ser humano. También se preocupa porque ese alimento que consistía en una riqueza del fruto de la tierra, fuese algo delicioso a la vista de la primera pareja, y bueno al gusto del ser humano. Obviamente la historia narrada en Genesis es simplemente una generalización que no llega a describir todas las facultades que Dios debió formar en el ser humano para que fuese capaz de disfrutar estéticamente de su alimento, y que lo pudiera degustar con deleite. Dios es el creador del deleite y provee para que su subalterno lo experimente totalmente.

5. PROPOSITO. Es interesante que es dentro de este contexto en el que Dios le provee al humano también otra bendición que con frecuencia no se mira como tal. Me refiero a lo que ha hecho para proveer al hombre una razón y propósito de su estadía en el Edén. Dios le da Adán el encargo de labrar y guardar el huerto, y con esto le ofrece colaborar en el mantenimiento de la creación. La providencia es también una tarea que Dios comparte con la familia humana. La labranza es trabajar para el fruto que la tierra produce. Algunos teólogos piensan cuando Dios le manda “guardar” el huerto del Edén a Adán está presuponiendo que existían otros seres que pudieran dañarlo (por ejemplo, la serpiente). Quizá. Pero a mí me parece que el guardar tiene que ver también con no destruir, no abusar, no explotar hasta su agotamiento. Dios ha colocado a la primera pareja como administradora de bienes que no son absolutamente de su propiedad. Debe “cuidarlos.”
Por otro lado, este encargo incluye una definición del trabajo. Antes de la desobediencia humana, el trabajo no es la forma en la que el ser humano “se gana el pan diario.” El pan y sostenimiento del hombre proviene de la gracia de Dios y no del esfuerzo humano.  Sólo después cambiará esto. El trabajo, más bien, es la forma en que el ser humano encuentra su misión cultural, ecológica y global, cuidar de la creación de Dios. “Reciclar,” “reforestar,” entre otras actividades, por ejemplo, no son un lujo o excentricidad. Son más bien parte de la misión global que Dios le ha dejado a la familia humana. Cuidar de la creación de Dios, es parte de la misión que Dios le ha entregado al ser humano.

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6. LEY. En medio de esta gran misión, el ser humano recibe un mandato directo. Podemos hablar de la primera expresión de la ley divina. El ser humano y su familia existen y funcionan moderados y dirigidos por la palabra y el mandato de Dios (2:16-17). La ley como tal no es gravosa o pesada, el ser humano tiene una abundancia y variedad de deliciosos frutos que el que no pueda comer de uno, no parece ser algo pesado u opresivo. Que Dios no se detenga a describir el fruto — nunca se dice que fuese una manzana como la superstición tardía lo haría — añade evidencia de lo anterior. Más bien parece que la narración se ha trabajado precisamente para que se observe cuán insignificante era aquella prohibición cuando se le compara con las provisiones a la mano. La familia humana debe saber que no es absoluta, la medida de todas las cosas no es la decisión humana, es la palabra y la ley de Dios. ¡Tampoco existe paraíso sin la palabra del Señor!
La importancia de la ley de Dios no necesariamente se encuentra en que podamos o no entender cuán trascendental es el mandamiento divino — aunque muchas veces lo es. Aquí en el Edén, lo que se nos revela es que lo importante es reconocer que es la palabra de Dios. Con los datos bíblicos que tenemos, sería fácil cuestionar cuál es la importancia de comer de aquel fruto. Tal mandamiento parece insignificante. Pero, por lo mismo, cualquiera diría que sería sumamente fácil de obedecer. Dios nunca se detiene a explicarlo. La serpiente más adelante sugerirá razones. Pero, otra vez, parece ser que lo que trata de hacer es cuestionar la palabra de Dios. Mientras hasta ahora todo el universo ha obedecido a esta palabra creadora, efectiva y fiel, lo que está en juego aquí es si la primera pareja humana obedecerá también. El mandamiento fue uno de esas dádivas que los seres humanos no supimos — y muchas veces hoy — no sabemos aprovechar.

7. AYUDA. La última dádiva a mencionar aquí es la provisión de ayuda calificada. Debe notarse que la provisión sucede en el contexto inmediato al mandamiento. Es cómo si el Señor dijera que no es bueno que el hombre este solo si ha de cumplir el mandamiento que le acaba de dar (2:18). La ayuda vendría especialmente para ayudarlo a cumplir ese encargo. Ningún otro ser animal cumple con el requisito que Dios mismo ha puesto “ayuda idónea.”
Es la mujer, la ishá, la que lleva ese título. Escuchó bien. Es un título y no una palabra para discriminar. Que la mujer sea la ayuda idónea, o adecuada, habla de la calidad que ella tiene para poder ayudar al hombre, al ish. Nada más ni nadie más tiene ese título, a excepción del mismo Dios que muchas veces se hace nombrar como el ayudador de Jacob (comp. Sal. 146:5; Heb. 13:6). La mujer no es entonces la sirvienta del hombre, la mujer es la ayuda necesaria y apropiada, sin la que el hombre es incapaz de cumplir a cabalidad el mandato divino. La mujer también es parte de “Adán” porque salió de él, y por lo mismo, posee la misma calidad de él, sino también porque Dios la identifica como teniendo la misma esencia del ser humano (Gn. 5:1-2).
Es contra esta necesidad y ayuda que la rebelión y desobediencia humana se han levantado muchísimas veces. Muchas veces como machismo que aplasta a su ayuda; a veces como feminismo que mutila también esa relación, proclamando una independencia egoísta. Hoy en día, esta naturaleza de servicio mutuo confronta uno de sus retos más grandes. Si la mujer es ayuda idónea, ningún hombre podrá llenar esa función para otro hombre. Si al que se le debe ayudar es al hombre, ninguna mujer necesita del tipo de ayuda que el hombre necesita. Hacer de la identidad sexual sólo una etiqueta con la que puedo jugar para un lado y para otro, asignándola a mi discreción y a mi preferencia, es señal inequívoca de haber asistido a otra forma grosera en la que el ser humano rechaza la dádiva divina.
La sexualidad del ser humano no es simplemente capacidad de reproducirse, dentro de ella se incluyen un sinnúmero de cualidades que hacen única a la mujer, y único al hombre. Repellar la carne del cuerpo humano o jugar con sus hormonas podrán lograr una transformación sólo superficial, pero nunca podrán proveer esas cualidades tan innatas con las que el ish y la isha han sido dotados y bendecidos por su Creador, y siempre dejarán al ser humano en profundo desconcierto e insatisfacción. Sólo aquellos que en contra de la correntada moderna se atreven a genuinamente volver a Jesús de Nazaret y su entendimiento de los orígenes de la familia y el ser humano, podrán gozar del éxtasis que producen las bendiciones del Dios del Génesis.