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EDITORIAL: Regresemos al discipulado pues es lo que nos define como bautistas

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SAN ANTONIO, Texas (BP)–Hace poco hablaba con un colega de seminario y lamentábamos el desinterés hacia la hora de discipulado en muchas de nuestras congregaciones. En nuestro interés por querer encontrar una solución, pensábamos que la cancelación de los servicios de domingo por la noche solo aumentaba al problema. Pero viéndolo bien, cancelar los servicios cuando antes ofrecíamos algún programa de capacitación es solo un síntoma. El discipulado es algo de suma importancia que no se puede descartar simplemente porque nuestro horario de servicio cambia. Para nuestro pueblo bautista, abandonar el discipulado es negar nuestras raíces pues esto mas que cualquier otra cosa nos define en al historia de la iglesia.

En su reciente libro, The Formation of Christian Doctrine, Malcolm Yarnell, profesor de teología sistematica en el seminario Southwestern propone que lo que nos ha definido como bautistas es nuestra insistencia que la esencia del cristianismo genuino es discipulado. Citando a Dietrich Bonhoeffer declara Yarnell, “solo un creyente es obediente, y solo el obediente es el que cree.” Mientras la tradición luterana que broto de la reforma ponía el énfasis en la justificación personal por gracia mediante la fe, nuestros antepasados bautistas iban mas allá pensando que la salvación comenzaba en la justificación personal, pero continuaba en la santificación y terminaba en el estado futuro de la glorificación.

Tal orientación daba gran importancia a la vida comunitaria de la iglesia local. Para nuestros antepasados, Cristo se revelaba donde la iglesia se reunía para estudiar la Palabra de Dios, entender sus preceptos y, guiados por el Espíritu Santo, vivir sus implicaciones en completa dependencia en el Señor. Esto corre en contra de los tiempos posmodernos que invitan la persona a interpretaciones privadas y personales de las Escrituras. Los bautistas del ayer guardaban ferozmente la peculiaridad que era en el contexto de la iglesia—su cuerpo—que Cristo revelaba su verdad a los que vivían vidas en obediencia a él. La verdad de su palabra no era maná desperdiciada en especulaciones necias para el curioso. La verdad era pan de vida para los que estaban dispuestos a vivir y morir por él.

Reconociendo que fue la insistencia en vivir una vida de discipulado la que nos distingue del resto del protestantismo puede darle nueva vida e importancia a nuestra fe en este día. Este gran privilegio — de vivir en obediencia a Dios — no debe ser promovido como otro programa de la iglesia, o como algo opcional entre varias alternativas de la denominación. En los primeros días de los reformadores radicales, aquellos que tenían la visión para contemplar la totalidad del llamado a caminar en pos de Cristo, el discipulado era algo de vida y muerte. Vida porque pensaban que la vida de Jesús se manifestaba en obediencia a él, y muerte en que muchos sufrieron el martirio por ser obedientes en las áreas del bautismo de la persona regenerada, y la insistencia en la iglesia formada solo de creyentes guiada por la autoridad de las sagradas escrituras.

El decaimiento del discipulado bíblico en nuestras iglesias es alarmante. Alarmante porque aunque mantenemos un nombre histórico, pasamos el riesgo de perder lo que nos hizo sobresalir en medio de un mundo de tinieblas. 2 Timoteo 3:5 nos advierte que los incrédulos, “tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.” El discipulado es algo que nos define como seguidores de Cristo, no solamente como bautistas. Regresemos a ello para la honra y gloria del Señor.
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Rudolph D. González es el decano de la Southwestern Baptist Theological Seminary William R. Marshall Center for Theological Studies, San Antonio, Texas. Estudios hispanos, Southwestern Baptist Theological Seminary: http://www.swbts.edu/hispanicstudies/sp/.

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