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EDITORIAL: Relacionarnos sin contaminarnos


NASHVILLE, Tenn. (BP)–Con el comienzo del nuevo curso escolar, entre libros y ropas nuevas, vienen nuestras preocupaciones. Sin embargo, las vacaciones que acaban de terminar también trajeron sus retos y temores. El asunto, aunque complicado, es simple. La explicación de esta paradoja es que vivimos en un mundo en el cual, la mayoría que nos rodea, no comparte nuestros principios morales y éticos ni nuestras creencias religiosas.

Nuestros hijos cada día tienen que enfrentar situaciones difíciles que ponen a prueba su fe y los valores de su familia. Los riesgos y los peligros son el entorno común. Las pandillas, la presión social, el ejemplo de los amigos, los programas de TV, los videojuegos y el cine les presentan valores que difieren de las creencias cristianas.

“Nadar a favor de la corriente” que significa hacer lo que hace la mayoría, se convierte en una gran tentación. Sin embargo, aunque pensemos que este es un mal de los tiempos modernos, es un problema tan viejo como el ser humano.

En la actualidad, algunos padres han optado por acogerse a los beneficios que les ofrece la llamada “educación en casa”. Aunque no pretendo hablar a favor o en contra de este sistema de enseñanza, pienso que debemos considerar que esto es como encerrar a nuestros hijos en una burbuja, para aislarlos del mundo y eso pudiera funcionar por un cierto período de tiempo, pero tarde o temprano tendrán que salir a enfrentarse a ese mundo. La pregunta obvia que viene a nuestra mente es esta: ¿Qué deben entonces hacer los padres cristianos?

La respuesta es simple: Instruir a sus hijos en los caminos de Dios. Ningún recuerdo de la infancia es más agradable que lo aprendido en la Escuela Dominical. Somos los padres los que tenemos la encomienda de preparar a nuestros hijos, enseñándoles con nuestro ejemplo, para salir a enfrentar el mundo.

Los seguidores de Cristo vivimos en este mundo pecaminoso. Por ese motivo, Jesús oró para que nosotros fuésemos diferentes de él. Jesús no pertenecía a este mundo y nosotros tampoco pertenecemos a él. El Señor señaló en su oración (Juan 17:13-17) que sus discípulos no son del mundo. Somos diferentes porque Dios nos ha transformado y nos ha apartado para Él. Debemos ser diferentes, no solo en nuestra manera de vivir sino en nuestra manera de entender la vida, el mundo y las cosas que están en él. Nuestra relación con Cristo nos aleja del hambre por las cosas terrenales.

Este alejamiento es una realidad por dos razones: Porque a través de Cristo hemos muerto a las cosas de este mundo y porque Dios nos apartó para su servicio.

Es importante que entendamos que debemos permanecer en este mundo para continuar la obra que el Señor encomendó a sus seguidores y para la cual los preparó (vea Mateo 18:18-20). En lugar de orar para que sus seguidores pudieran escapar de la vida en este mundo, Jesús oró para que fueran protegidos de las influencias malignas del mundo. Por lo tanto, no debemos refugiarnos y aislarnos en monasterios o conventos y tampoco en nuestras iglesias o en nuestras casas. Debemos estar apartados del mundo, pero al mismo tiempo tenemos que relacionarnos con él, a fin de poder testificar de Cristo a todas las personas que nos rodean.

Cuando Jesús ascendió al cielo, dejó a sus seguidores sobre la tierra. Nosotros permanecemos en el mundo como los representantes de Cristo para continuar su obra aquí. Nuestros hijos también tienen esa responsabilidad. Los cristianos somos diferentes al mundo porque tenemos un propósito importante: “El de representar a Cristo delante de los incrédulos”. Así como el Padre había enviado a Jesús al mundo, Jesús también envió a sus seguidores al mundo. Jesús ocupó voluntariamente nuestro lugar en la cruz y ahora nosotros ocupamos voluntariamente el lugar de Él en el mundo.

El creyente solo puede representar a Jesús de manera eficaz, en la medida en que sea apartado y transformado por la verdad de Dios. En consecuencia, debe ser obediente a Dios en su actitud, sus acciones y todo lo que es como persona, mientras el Señor obra para formarlo y modelarlo por medio de su verdad tal como está revelada en su Palabra. De esta manera entonces, el creyente puede representar de forma eficaz a Jesús delante de aquellos que viven sin esperanzas fuera de Él.

No debemos perder de vista que nunca se es muy joven para testificar de Cristo, ni tampoco nunca es muy tarde para comenzar a testificar.
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Óscar J. Fernández es el Editorial Project Leader para Leadership and Adult Publishing, en LifeWay Christian Resources en Nashville, TN, es además escritor independiente y estudioso de la Biblia. Su blog http://estudiandolabibliaconoscar.blogspot.com tiene seguidores de 20 países hispanos.

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