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EDITORIAL: Residentes Temporales: La otra cara de la moneda

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NASHVILLE, Tenn. (BP)–Casi pudiéramos decir que el primer sueño, y por lo general el primer objetivo de los inmigrantes que llegan a un país, es poder obtener la Residencia Permanente de ese país. En los Estados Unidos de América es conocida como Green Card [Tarjeta verde], y es comprensible que sea así ya que este documento confiere un estatus legal que otorga el derecho a vivir en ese país, pudiendo entrar y salir del mismo, así como el derecho a trabajar y disfrutar de algunos privilegios que confiere el gobierno del país.

Antes de yo mismo convertirme en un inmigrante, siempre me llamó la atención la manera en la que la Biblia trata el asunto de los inmigrantes y cómo Dios siempre usó este asunto para expandir su obra aquí en la tierra. La Torre de Babel generó el primer movimiento migratorio que registra la Biblia (Génesis 11:8-9); allí vemos cómo Jehová Dios esparció a los hombres sobre la faz de la tierra, y vemos que se convirtieron en extranjeros. Abram también fue un extranjero en tierra desconocida cuando obedeció a Dios (Génesis 12:1) dejando atrás a su casa y a su parentela y marchando al lugar que Él le había indicado.

Isaac recibió el mandato de Dios de vivir como forastero y la promesa de que sería protegido por Él (Génesis 26:3). José fue llevado cautivo a tierra extraña y fue vendido como esclavo para ser usado como un instrumento de Dios para preservar a su pueblo y cumplir la promesa hecha a Abraham (Génesis 37 al 48).

Tal vez el caso más evidente es la derrota del Reino del Sur frente al ejército de Babilonia, con la destrucción de Jerusalén y los miles de cautivos tomados por el rey Nabucodonosor (Daniel 1:1-7). Si leemos los primeros seis capítulos del libro del profeta Daniel podemos aprender una importante lección que nos enseña a cómo vivir en el exilio. Aunque la Biblia no es un libro de historia, sino un libro de fe, el tema de los exiliados, refugiados y extranjeros está presente desde el Génesis hasta el Nuevo Testamento. La iglesia primitiva fue perseguida y los cristianos esparcidos teniendo que exiliarse en otras ciudades del Asia Menor.

Si nos ponemos a meditar un poco, nos daremos cuenta fácilmente de que los cristianos, en realidad somos Residentes Temporales en este mundo ya que no permaneceremos aquí para siempre y nuestro lugar está con nuestro Señor en su Reino, que como bien Él dijo, no es de este mundo.

En todas las ocasiones en las que el pueblo de Dios fue esparcido, esa situación brindó la oportunidad de que el Evangelio fuera expandido. Todos los cristianos, en verdad, somos extranjeros en este mundo y todos por igual hemos sido llamados a ser la sal y la luz de esta tierra. La sal se usa, en pequeñas cantidades para destacar el sabor de las comidas. Si se pone demasiada cantidad, es imposible comer los alimentos, y si falta, la comida se hace desabrida.

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Cada uno de nosotros, con independencia de dónde hayamos nacido, y del país en el que nos haya tocado vivir en esta hora, es un extranjero, un Residente Temporal de esta tierra. La buena noticia es que podemos llegar a ser ciudadanos del Reino de Dios. ¡Y eso es lo más importante! Es cierto que es deseable obtener la Green Card o ser naturalizado, pero más importante es poder obtener el “Pasaporte de Dios” que nos acredita como ciudadanos de su Reino. ¡Y esto es gratis! No es barato, pero es gratis. Requiere que nos entreguemos a Dios. Exige que desechemos todas las cosas y recibamos a Cristo como Señor y Salvador. Y esto es un regalo de Él que no se puede comprar ni obtener por algo que pudiéramos hacer nosotros.

Mirando las cosas desde un punto de vista más amplio, los cristianos podemos llegar a la conclusión de que Dios nos ha traído hasta este país sólo con un propósito: ¡Que seamos la sal y la luz de esta tierra! Igual que Daniel y sus amigos pudieron testificar de Dios con sus vidas íntegras, glorificando a Dios con su ejemplo en medio de una sociedad corrompida e idólatra, nosotros estamos llamados a hacerlo hoy, en medio de esta gran nación, que cada vez más trata de separarse de la razón fundamental que dio lugar a su origen: ¡El amor, el respeto y la obediencia a Dios!
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Oscar J. Fernandez es el editor jefe de LifeWay Español para Adultos de Leadership & Adult Publishing, LifeWay Church Resources en Nashville, Tenn.