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EDITORIAL: ¡Se había perdido en el Templo!

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NASHVILLE, Tenn. (BP)–Hace unos días, un buen amigo al que respeto y admiro mucho, me envió un escrito al que adjuntó una copia de Fe y Mensaje Bautistas. Él le pedía a algunos de sus amigos que escribieran un libro sobre los principios que creen los bautistas. Me pareció sentir por el tono de su mensaje que estaba observando con preocupación como en algunas de nuestras congregaciones, por desconocimiento, se tratan de eliminar un poco los rasgos que nos distinguen de las otras denominaciones.

Por supuesto que no creo que se refería a la forma en la que se alaba o al estilo de la música que se usa en la alabanza, aunque esto también puede llegar a influir. Su preocupación genuina se dirigía a los principios teológicos y doctrinales en los que creemos, que al parecer, no siempre se enseñan y conocen dando lugar a los errores y la confusión.

Su mensaje vino a mi mente cuando me encontraba estudiando la Biblia en el libro de 2 de Reyes. En los capítulos 21 y 22 se relata un hecho que me puso a meditar mucho. El rey Manasés de Judá vino a añadir más oprobio con su descarada adoración a los dioses falsos, llegando a edificar altares a esas deidades en la casa de Jehová (2 reyes 21:1-9). Durante el reinado de Manasés el pueblo se apartó de la genuina adoración al Dios de Israel y pecó adorando a los ídolos. No creo que en este tiempo, en el templo que había edificado Salomón se leyeran las Escrituras ya que el pueblo adoraba a los dioses falsos.

Amón que sucedió en el trono de Judá a su padre Manasés, también siguió sus malos pasos y adoró a los ídolos. El escritor inspirado del libro de Reyes describe de una manera muy singular a estos dos reyes. Dice de ellos: “E hizo lo malo ante los ojos de Jehová…”

Pero Josías que era hijo de Amón y nieto de Manasés a pesar de que comenzó a reinar sobre Judá con solo ocho años de edad, “…hizo lo recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en todo el camino de Davis su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda”.

Cuando Josías tenía dieciocho años de edad había ordenado la reconstrucción del templo de Jerusalén. El sumo sacerdote Hilcías estaba encargado de importantes aspectos de este proyecto y cuando estaba enfrascado en el mismo encontró el libro de la Ley. Dice 2 Reyes 22:8 “He hallado el libro de la ley en la casa de Jehová”.

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¿No le parece muy raro este versículo? ¿Dónde debía estar el libro? Estaba en el templo y allí había estado siempre, pero Manasés cambió el culto al Dios vivo por el culto a la diosa pagana Asera. ¿Qué pasó entonces con el sumo sacerdote y con los sacerdotes de la casa de Jehová? Es evidente que el libro de la ley no podía ser leído en el templo pues allí se condenaba la adoración a los falsos dioses. De manera que me parece que decidieron poner a un lado el libro de la ley y luego se olvidaron de él.

Cuando Hilcías lo halló, de inmediato le dio el libro al escriba Safán y lo leyó. De manera que el libro siempre había estado donde debía de estar, pero había sido olvidado, y lo más importante es que se habían olvidado de seguir sus enseñanzas.

¿Estaremos acaso nosotros también en cierta forma olvidando las enseñanzas de las Escrituras? ¿Por qué somos bautistas y no somos otra cosa? ¿Por qué somos bautistas del sur y no miembros de otra denominación? Creo firmemente que las doctrinas y principios que creemos están solidamente basados en las Sagradas Escrituras. De manera que si para estar a bien con alguna gente tenemos que renunciar a nuestras creencias y doctrinas, estaremos, sin querer, apartándonos de la Escrituras.

Fe y Mensaje Bautistas no sustituye a la Biblia, ni la interpreta, simplemente se basa en ella y es nuestra guía doctrinal de fe y práctica. No concibo una iglesia que se llame bautista del sur y que no siga estos principios doctrinales.

¿Cómo se pudo perder el libro de la ley en el templo? La Biblia no lo dice. ¿Cómo se pudiera perder la Palabra de Dios en nuestras iglesias bautistas del sur hoy día? Cuando comencemos a hacer concesiones doctrinales y teológicas. Cuando cambiemos la enseñanza bíblica por el entretenimiento. Cuando renunciemos a enseñar y luchar por nuestras doctrinas a fin de ser simpáticos o atraer más gente. Cuando comencemos a imitar lo que otros hacen y a cantar lo que otros cantan para no ser diferentes, aunque el mensaje que estemos repitiendo contradiga lo que creemos.

En el caso de Judá, la ausencia del libro de la ley probablemente contribuyó a la condición pecaminosa de la nación. En nuestro caso, no lo dude, cuando nos apartamos de las Escrituras y cuando tratamos de contemporizar con otra gente, claudicando de nuestras creencias y estamos contribuyendo a la confusión de aquellos por los que debemos velar. Nuestra guía de fe y práctica no se debe “perder en el templo” como ocurrió con el libro de la ley en tiempos de Manasés.
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Oscar J. Fernandez es el editor jefe de LifeWay Español y de los recursos en otros idiomas de LifeWay Church Resources en Nashville, Tenn.