
NASHVILLE, Tenn. (BP)–El famoso pianista, compositor y director de orquesta Leonard Bernstein fue conocido mundialmente como director de la orquesta filarmónica de New York. La crítica musical lo ha reconocido como una de las figuras más influyentes en la música clásica norteamericana y uno de los que más ha hecho por la formación de nuevos talentos musicales en los Estados Unidos. Entre los años 1954 y 1989 tuvo varias presentaciones en la televisión. En una oportunidad le preguntaron cuál posición en la orquesta era la más difícil. El entrevistador quería conocer la opinión del maestro en cuanto a la posición que más trabajo daba cubrir en la orquesta. La respuesta de Bernstein fue inmediata: El segundo violín.
En verdad conseguir un primer violinista resulta relativamente fácil, sin quitar el mérito que tiene esta destacada posición en una orquesta sinfónica, pero conseguir a alguien que disfrute y se entregue con pasión y entusiasmo a la tarea de ser “segundo” es muy difícil.
Un primer violinista no es probable que ocupe otra posición en la orquesta, y la inmensa mayoría de las veces, el músico que ocupa esta posición permanece en la orquesta por mucho tiempo. Pero un segundo violinista, probablemente se marche tan pronto reciba el ofrecimiento de pasar a ser el primer violinista en otra orquesta.
Tal vez sea parte de la naturaleza humana resistirse a ser el “SEGUNDO” y colaborar al éxito de otro. Queremos recibir el reconocimiento de ser el que lidera y nos resistimos a ser “el que acompaña.”
Lo que es una realidad en el plano musical también se cumple en nuestra vida. Sin embargo, Dios usa con inmenso poder a los “segundos violines” que son fieles y se rinden a Él, reconociendo que la melodía sublime que emana de una vida abundante, sólo puede ejecutarse si seguimos fielmente su liderazgo como “director y compositor,” cualquiera que sea “el instrumento” que nos haya correspondido tocar en esta vida.
Esto no sólo es de aplicación en el plano personal si no también se aplica a la vida de la iglesia. La diversidad es lo único que puede producir una bella armonía que testifique al mundo de la obra redentora de Dios y de su capacidad para integrar a muchas personas en una misma familia. Tal vez nuestras iglesias, me refiero al conjunto de los creyentes, debieran considerar en esta época del año si están interpretando bien la “sinfonía” que Dios les ha entregado o si están tratando de sonar demasiados “primeros violines” con el resultado negativo que esto trae.
Dios no llama a los “mejores”, Él llama a los fieles. A veces hay personas que se esfuerzan y tratan de hacerlo todo en la iglesia, aunque haya otras personas con dones dados por Dios que hacen las cosas mejor, sólo por no perder el “poder,” o el “control,” o por no dejar de ser “los líderes.” Otras veces hay quienes se desgastan por aprender algo nuevo para tratar de superar a otros que hacen algo bien hecho. Parece ser que la “competencia” del mundo de los negocios también se hubiera metido en nuestras congregaciones.
La Biblia presenta muchos ejemplos de personas que “tocaron con pasión y humildad el “segundo violín”. Para mí uno de los más destacados fue Juan el Bautista. Su vida y su testimonio son dignos de imitar. Los cuatro Evangelios narran el encuentro de él con Jesús, pero es al apóstol Juan en el capitulo 1 versículo 36 el que recoge el reconocimiento de la divinidad y del cumplimiento profético en Jesús por parte de Juan el Bautista. Este había cumplido fielmente el llamado que Dios le había hecho, y no quiso ocupar el puesto que no le correspondía.
Cada día cuando tengo que manejar por las autopistas de Nashville, y veo a los conductores de vehículos que no se resisten a ser segundos y hacen cualquier cosa con tal de tomar la delantera en el tráfico, no puedo apartar de mi mente esta imagen de Juan confesándole a sus discípulos que Jesús era aquel que habría de venir: El Mesías de Dios. Un hombre como él, que había tenido un ministerio exitoso, reconoció sin titubeos que él era sólo un “buen segundo violín” en la “sinfonía de Dios.”
En esta época de Navidad, cuando celebramos en nacimiento del niño Rey, te invito a que te analices y veas si estás desempeñando bien la tarea que Dios te ha encomendado, o si tal vez estás queriendo tocar “el primer violín” sin que Dios te haya mandado a hacerlo.
Necesitamos segundos violines fieles que sean capaces de ejecutar con humildad la “melodía del amor de Dios”. El mundo quiere escuchar esa melodía, no el ruido que se arma cuando todos tratan de ser primeros. Yo estoy dispuesto a ocupar el lugar que me corresponda en la “Orquesta Sinfónica de Dios” para tocar mi “instrumento” con fidelidad y pasión. ¿Y tú?
–30–
Oscar J. Fernandez es el editor jefe de LifeWay Español para Adultos de Leadership & Adult Publishing, LifeWay Church Resources en Nashville, Tenn.
