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EDITORIAL: ¡Vive tu tiempo!


SPRINGFIELD, Tenn. (BP) — El antiguo dicho versa “El tiempo pasa volando”. Nos recuerda de la velocidad con que pasan los días y la brevedad de la vida. El Salmo 90 es una oración grabada de Moisés en donde identifica el lapso aproximado de años que se le da al hombre entre 70 y 80 años.

“Señor, a lo largo de todas las generaciones, ¡tú has sido nuestro hogar! Antes de que nacieran las montañas, antes de que dieras vida a la tierra y al mundo, desde el principio y hasta el fin, tú eres Dios. Enséñanos a entender la brevedad de la vida, para que crezcamos en sabiduría.” Salmos 90:1-2, 12 NTV. La versión Reina Valera Revisada 1960 dice del versículo 12 “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, Que traigamos al corazón sabiduría.” Salmos 90:12 RVR1960

Thomas Edison dijo: “El tiempo es realmente el único capital que tiene el ser humano, y lo único que no puede permitirse perder”. El tiempo es valioso. Tu tiempo, el tiempo que Dios te ha dado en esta tierra está agotándose.

Mucha gente piensa que más dinero nos hará más valiosos y sabios, pero la verdad es que cuando aprendemos a valorar el capital (tiempo) que se nos ha dado, nos colocamos en el camino de convertirnos en personas sabias. Permítame compartir tres ideas acerca de este capital del tiempo.

Primero, el tiempo es un valioso regalo de Dios. Es un regalo limitado. Dios no los dió. Cuando consideramos la imagen completa de la eternidad, nos damos cuenta que esta nunca termina. Es para siempre. El tiempo del planeta en que vivimos puede verse como un paréntesis histórico dentro de la eternidad. Independientemente de cuál sea tu opinión en cuanto a la edad exacta de la tierra, la civilización está enmarcada entre aproximadamente 6,000 a 10,000 años. Sin embargo, tu y yo, nos recuerda este salmo, que tenemos entre 70 y 80 años dentro de ese tiempo. ¡Esto es apenas una gota en un balde lleno de agua!

Decimos que el tiempo es dinero. Es más que dinero. Hemos sido puestos en este mundo con un cierto tiempo para una misión histórica (propósito). Podemos obtener más dinero, pero no podemos obtener más tiempo. Una vez que el tiempo se ha ido, no podemos recuperarlo. Debemos atesorarlo. El Señor Jesús dijo: “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”. Mateo 6:21 (NVI). Cuando aprendemos a valorar el tiempo, aprendemos a valorar nuestras vidas y las de quienes nos rodean. Podemos determinar lo que valoramos al considerar cómo “gastamos” nuestro tiempo. El tiempo es una moneda que invertimos. En lo que invirtamos nuestro tiempo, esto traerá buenos o malos resultados y/o recompensas. Cuando adquirimos la sabiduría de que el tiempo es tan corto en comparación con la eternidad, la Palabra de Dios, las instrucciones del Todopoderoso, tienen un nuevo valor.

En segundo lugar, el tiempo invertido en los planes y propósitos de Dios solo traerá las mejores recompensas. Moisés lo sabía. Josué lo sabía. Salomón lo sabía. ¿Y nosotros? Espero que lo sepamos también. Cuando hacemos lo que es importante para Dios, valoramos el tiempo. Redimimos los años perdidos y desperdiciados cuando usamos el tiempo con prudencia.

El apóstol Pablo, cuando escribió a la iglesia en Éfeso, alentó a los santos a vivir en obediencia a las palabras de Dios porque los tiempos en que vivían estaban llenos de engaños. Se parecen mucho a nuestros tiempos. Pablo les estaba advirtiendo acerca de las elecciones y decisiones que tomaban. Estas decisiones podrían robarles su tiempo lejos del reino o podrían redimir el tiempo perdido.

Cuando seguimos a Dios, nos da más tiempo para lograr lo que es importante para él. Podemos hacer más por el reino cuando seguimos Sus pasos. Esto nos mantiene alejados de los líos de nuestras malas elecciones y de tener que limpiar o remediar nuestros errores.

En tercer y último lugar, redimir nuestro tiempo es la manera de vivir sabiamente. Efesios 5: 16 nos recuerda “aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos.” NVI. El tiempo de redención nos empuja a evitar la complacencia. Cuando le pedimos a Dios que gobierne nuestro tiempo, vivimos con un sentido de verdadera urgencia porque el tiempo se está acabando.

La complacencia es un problema serio hoy día entre el pueblo de Dios. Es un sentimiento de satisfacción o auto satisfacción, especialmente cuando se combina con un desconocimiento del peligro o problema que enfrentamos. Es peligrosa en la vida cristiana. Cuando una persona o una organización se encuentra en un estado de complacencia, el sentimiento general es una completa satisfacción con el status quo. Esta afecta a personas y organizaciones cuando han tenido cierto éxito. La gente tiende a pensar: “Sé qué hacer y lo hago. Si hay un problema, no es mío “. Su comportamiento no cambia, las oportunidades y los peligros se ignoran y su enfoque es puramente interno.

Por otro lado, debemos tener cuidado con un falso sentido de urgencia. Esto es una ráfaga de energía y actividad construida a partir de fallas. Estamos ocupados, pero no estamos produciendo los resultados que se necesitan. A menudo, los fracasos son el resultado de la complacencia, lo que lleva a las personas a ejercer una presión intensa sobre los demás para que se desempeñen de manera extremadamente buena y poco realista. Alguien en esta etapa es frenético, se estresa fácilmente, vive ansioso, frustrado y agotado. Hay una actividad muy alta pero una muy baja productividad. Hay muchas horas desperdiciadas y oportunidades perdidas.

El Salmo 90:12 nos anima a tener un verdadero sentido de urgencia. “Enséñanos a contar cuidadosamente nuestros días para desarrollar sabiduría en nuestros corazones”. ¿Estamos haciendo lo que debemos hacer para producir los resultados de permanecer en Cristo?

Aquí está mi oración: Ayúdame Señor a valorar mi tiempo hoy. Oro para que atesoremos el capital del tiempo y lo invirtamos sabiamente porque una vez que se haya ido, no podremos recuperarlo.

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  • Luis López