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Encuentros en la montaña con los inalcanzados

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SUDAMÉRICA (BP)–Desde la orilla de la montaña puedo ver otro mundo. Detrás de nosotros hay siete aldeas de pueblos indígenas en los bosques de Sudamérica. Abajo, el sol se pone y las luces llegan desde la moderna ciudad en la orilla de la jungla.

Aquí, hay caminos de tierra y casas de lodo y paja o simples ladrillos. Allá, hay caminos pavimentados, alumbrado público, concreto y hierro.

Ha sido un día bueno. Mi colega Rich* y yo fuimos avisados que nuestro viaje pudiera ser difícil, incluso peligroso, que muchas tribus indígenas no están abiertas a los extranjeros. Rich está haciendo un proyecto de investigación que abarca a 24 tribus indígenas a lo largo del río. Están entre los cientos de grupos indígenas aún no alcanzados con el Evangelio en América del Sur. Incluso había dudas sobre si las tribus nos permitirían entrar en su territorio. Pero hasta ahora sólo hemos tenido bienvenidas en sus tierras.

Theo*, un curandero en una aldea, nos saludó calurosamente. Nos presenta a su jefe, quien aceptó que Rich hiciera su investigación sobre la estructura familiar, su cosmovisión y la religión de la tribu y me dio permiso de fotografiar su aldea.

Se nos dio la bienvenida en la choza de lodo y paja donde vive Theo. Nos invitó a regresar a la mañana siguiente. Iba a reunir a algunos de sus amigos. Comimos jaca –una fruta dulce, del tamaño de una sandía, y que crece en los árboles.

Nos despedimos, confiados y llenos de esperanza por todas las promesas del mañana.

[2]

Pero ahora –- ante el panorama — nuestro día cambia. Yo fui quien quiso detenerse. La vista tiene poco que ver con nuestra tarea, pero es hermosa –- un panorama lleno de montañas, nubes rosadas, sembradíos cuadriculados y una ciudad chispeante.

Una mujer en una casa cercana viene a nosotros y nos invita a entrar a su hogar. En la construcción de grandes ladrillos se nos ofrece tomar asiento. Llegan otras personas. Algunos son niños –a quienes rápidamente se les ahuyenta — una mujer joven se sienta. Se nos avisa que la mujer mayor es la esposa del jefe de todas las tribus en esta área, y que la mujer joven es su hija.

Se nos pide que esperemos hasta que llegue el jefe. Él quiere hablar con nosotros. María*, su hija, comienza a interrogarnos. Sus preguntas son rápidas, en golpes apresurados.

“¿Quiénes son?” pregunta. “¿Quién les dio permiso de entrar a nuestra tierra? ¿Qué propósito tienen aquí? ¿Qué meta tienen?”

Yo le tomo fotografías.

María es intensa. Sus ojos me atravesaban.

Cuando llega Cristóbal*, el jefe, las preguntas comienzan de nuevo. Se nos dice que aunque tengamos permiso del jefe de la aldea vecina para estar aquí, no tenemos su permiso. Levanto mi cámara para tomarle una foto.

“¡No! ¡No!” grita, levantando y meneando sus manos al viento.

Si hubiera estado un poco más cerca, seguro me hubiera quitando la cámara de las manos.

Llega un joven por la puerta. Cristóbal nos dice que no tiene más tiempo para nosotros esta noche. Está ayunando y preparándose para una ceremonia sagrada. Hemos de regresar mañana. Temprano. Dice que entonces hablaremos más.

Nos vamos con pocas esperanzas de ser bienvenidos en la mañana. El viaje para bajar la montaña es bastante arduo. Nuestros espíritus se hunden como el camino que lleva a la ciudad. No hay nada más que hacer excepto orar. En la ciudad, les envío un mensaje de texto a unos amigos y les pido sus oraciones. Rich hace lo mismo.

En la mañana, llegamos a nuestra reunión. Nos sentimos apenados por la interacción con Cristóbal la noche anterior. Esta es su tierra, no la nuestra. Dejé mi cámara en la camioneta; Rich dejó su cuaderno de notas. Estamos seguros que no será una junta muy larga.

Pero el jefe es un hombre diferente –- o un hombre con un corazón diferente. Camina hacia nosotros y nos saluda calurosamente, ofreciéndonos un buen apretón de manos, sus dos manos apretando las nuestras. Se nos invita a entrar. El café está hecho. Los miembros de la familia aparecen. Muy pronto, el cuarto se llena con personas felices y sonrientes. Nos damos cuenta que María tiene una sonrisa en la cara y luego conocemos a su hermana, Grace*.

Nos podemos quedar.

Cristóbal comienza a decirnos la historia de la tribu. “Nunca me voy a acordar de todo esto,” dice Rich. “¿Puedo ir a conseguir algo en qué escribir?”

“¡Sí! ¡Sí!” dice Cristóbal. “Me preguntaba dónde estaba tu papel para tomar notas.”

“¿Puedo tomar fotografías?” pregunto.

“No,” responde.

Se me hunde el corazón.

“…no hasta que me ponga mi tocado de plumas en la cabeza.”

Reaparece el curandero. Ayuda a algunos niños a colocarse sus tocados en la cabeza, luego se pone el suyo. Es hermoso, plumas azules, flotando desde sus hombros hasta su cintura. Cuando el jefe se puso el suyo, entonces tomé una fotografía de cada uno.

Aprendimos que Grace ha sido muy activa –- militante, dice ella — en el movimiento a favor de los derechos de los indígenas. Ella y María han viajado a Nueva York y a Florida para asistir a ciertas conferencias. Una vez formaron parte de un grupo que rodeó la iglesia católica en una aldea cercana exigiendo que les devolvieran las tierras, amenazando con inundar la aldea si no lo hacían.

Las disputas sobre la tierra entre los indígenas y los otros han sido feroces. Quienes no son indígenas han contratado pistoleros para amenazar a los indios. Un jefe disparó a tres de ellos. También han muerto algunos indígenas.

Después de una visita increíble de tres horas y media, Cristóbal nos lleva al bosque, a su tierra sagrada donde celebran sus rituales religiosos, donde danzan su danza sagrada.

Es un privilegio –- inesperado; muy pocos extranjeros han estado ahí. Este es el corazón de la tribu. Recientemente, una mujer extranjera fue golpeada hasta causarle la muerte, por haber entrado ahí.

En la casa, el jefe tiene que salir a hacer un mandado. Hablamos más con Grace y María. Rich está haciendo preguntas, e investigación. Cuando llega al tema de la religión, se da cuenta que para ellas el cristianismo es una mezcla de religiones indígenas, catolicismo folklórico, espiritismo, superstición y dogma católico. Muy pocos, si acaso, lo adoptan en la tribu. Dicen que prefieren quedarse con su fe tradicional.

Grace mueve la cabeza.

“Mucha de nuestra gente ni siquiera conoce nuestra religión,” dice. “Dicen que sí, pero se escudan en ella … y en nuestra cultura.”

Quiere que su gente avance –- para ganar — dice. Cuando la presionamos para que nos explique qué quiere decir, ella contesta que quiere que aprovechen todo a su alrededor y que retengan lo mejor de su cultura.

Eso significa que tendrán que cambiar, dice.

“Ha habido épocas en mi vida que han sido muy duras,” dice, “Me he preguntado si hay algo diferente allá afuera.”

Ella ha conocido a algunos evangélicos –- el término que usa para referirse a todos los que no son católicos — y no quedó muy impresionada.

“Tienen fe,” dice, “pero no tienen amor. La fe sin amor no vale mucho.”

Rich le dice a Grace que sus palabras vienen directamente de la Biblia.

“La próxima vez que vengan, trae tu Biblia,” dice. “Quiero saber más sobre ella.”

Rich dice que tiene una en su camioneta. Grace le pide que vaya a recogerla. Hablan durante 20 minutos, yendo de un versículo a otro mientras conversan. Él está asombrado de cuánto de lo que ella dice prácticamente es una paráfrasis del Nuevo Testamento –- un texto que ella nunca ha leído.

Llegó la hora de partir. Nos hemos pasado de la hora en que Theo regresará a su aldea para danzar y cantar. Rich pregunta si podemos ofrecer una bendición antes de partir. Grace nos pide que esperemos hasta que regrese su padre. Ya no tarda.

Estoy nervioso. Rich nos ha delatado. Ahora saben que somos cristianos y me pregunto cómo va a recibir las noticias Cristóbal.

Cuando llega el jefe, mueve su cabeza expresando que está de acuerdo. Formamos un círculo y nos tomamos de las manos. Se aparecen otros miembros de la familia y quieren unírsenos. Rich ofrece una oración en el nombre de Jesús.

Cuando termina, Cristóbal levanta nuestras manos encima de nuestras cabezas y ora en su idioma nativo, canta y nos bendice… hasta que regresemos.

Ahora hay lluvia y niebla. El camino está lodoso y nos resbalamos con la camioneta. Nos encontramos a Theo por el camino. Ha escuchado que estamos visitando a Cristóbal y viene a ver a qué hora llegaremos.

En una casa junto a un lugar abierto en la cima de la montaña, nos saludan 20 ó 30 personas calurosamente. La niebla ha atraído al frío. La esposa de uno de los hombres que conocimos ayer está dentro, en cama. Enferma. Nos preguntan si podemos verla.

Rich y yo nos miramos. Creo que esperan algo de nosotros. No estamos seguros de qué o qué tanto podemos hacer. Ahora estamos seguros que aquí todos saben que somos cristianos.

Entramos en el cuarto. Nos dan los registros médicos. La mujer tiene el corazón y las aortas agrandadas y el colesterol muy alto. Estuvo en una clínica hace varias semanas, pero no hay dinero para las medicinas y hay poca esperanza de un tratamiento por venir. No siente una pierna y ambas piernas están heladas a pesar de estar cubiertas con capas de cobijas.

Decidimos orar. Rich explica que no hay ninguna magia en esto, entonces ponemos nuestras manos sobre ella y oramos.

Afuera, las caras están pintadas, con sus tocados de plumas listos en la cabeza. Los hombres danzan un poco entre la niebla. Las mujeres se les unen. En poco tiempo, nos muerde el frío. Cuando la lluvia comienza a caer con fuerza, todos nos reunimos debajo de un porche para cantar y comer jaca.

Se intercambian regalos. Rich decide presentar una Biblia.

En esta aldea un hombre se casó con una fuereña. Cuando se descubrió que ella tenía una Biblia, la rompieron y bailaron encima de ella. Rich les pide que respeten esta copia — es un regalo de él para ellos — y se la da a uno de los líderes espirituales de la tribu.

Quizás algún día cuando les conozcamos mejor, dice, les puede decir más sobre ella.

Cuando partimos, la mujer enferma está sentada en una silla.
–30–
*Se han cambiado los nombres. Will Stuart es un fotoperiodista y escritor para la Junta de Misiones Internacionales, IMB, de la Convención Bautista del Sur. Para saber más sobre la iniciativa “Embrace” que busca llamar a las iglesias a que adopten a los grupos no alcanzados con el Evangelio, visite call2embrace.org. Para saber más sobre la tribu relacionada con este artículo, visite http://commissionstories.com/uupg.