NOTA DEL EDITOR: La Semana de Oración de este año por las misiones internacionales en la Convención Bautista del Sur será del 4 al 11 de diciembre con el tema “Su corazón, sus manos, su voz — Yo soy las misiones bautistas del sur” de Hechos 1:8. Cada año la Ofrenda de Navidad Lottie Moon suplementa la donación del Programa Cooperativo para sostener la iniciativa de los 5.000 misioneros bautistas del sur que comparten el evangelio. La meta de la ofrenda de este año es de $175 millones. Para encontrar recursos acerca de la ofrenda, vaya a imb.org/offering.
RIO DE JANEIRO, Brazil (BP)–“Cuando la gente muere, ¿es así?” Peter Moreira Esteves se preguntaba.
Peter, entonces de 18 años, estaba sangrando por la herida de una bala en un hombro mientras dos oficiales de policía lo empujaban contra la pared de un tugurio en un matorral.
“Dame tres balas,” le dijo un policía a otro. “Voy a matar a este tipo.”
Peter había estado afuera de una cárcel brasileña solamente tres días cuando — llevado por las drogas — se robó un carro. Cuando la policía lo agarró en una calle sin salida, él saltó del carro y trató de correr hacia el bosque; no llegó muy lejos.
“Dios, no permitas que me maten,” oró Peter en silencio cuando el oficial esgrimió su arma.
La madre de Peter una vez le dijo que aun en el último momento de su vida él podría arrepentirse y Dios le perdonaría sus pecados. Pero ahora, al enfrentar ese momento, Peter no pudo arrepentirse; no pudo sentir nada.
Pero oró: “Dios, ¿me dejarás morir así, sin arrepentirme? No me dejes morir así.”
De repente, el policía de respaldo llegó, y el oficial bajó el arma.
“Creo que si solamente hubieran estado ellos dos, me habrían matado,” relata ahora Peter. “Sin embargo debido a que había otros testigos, no lo hicieron.”
Aun así, los oficiales de policía rodearon a Peter y lo golpearon tan severamente que casi muere por la pérdida de sangre. Y después de un viaje al hospital, Peter se encontró de nuevo en la cárcel de Rio de Janeiro.
La vida criminal de Peter comenzó después de que se enganchó en las drogas cuando era un adolescente. Comenzó vendiendo cosas del hogar de sus padres para pagarse el vicio de la marihuana y la cocaína e inclusive vendió el anillo de matrimonio de su madre. Pronto Peter se encontró pasando las noches en la calle y pasando días sin comer.
“Me arrestaron muchas veces cuando era menor de edad,” relata Peter.”
Pero después de que cumplió los 18 años, su padre amenazó a su madre con dejarla si ella sacaba a Peter bajo fianza otra vez.
“La gente de su familia estaba lista para darse por vencida con él,” dice Eric Reese, un misionero de la Junta de Misiones Internacionales en Rio, ahora mentor de Peter. “Pero su mamá no se daría por vencida con él.”
Luego de pasar un mes en la cárcel, Peter regresó con su mamá a casa. El padre de Peter los esperaba a la puerta.
“Yo esperaba lo peor,” dice Peter. “Pero cuando él estuvo cerca de mí, me abrazó, y me dijo estas palabras exactas; ‘Mi hijo pródigo, te amo.'”
Peter abrazó a su padre y le rogó que lo perdonara. Luego su madre lo llevó adentro de la casa.
“Ella me puso de rodillas con ella, pero ella no podía orar. Solamente lloraba,” recuerda Peter.
En ese momento, él finalmente se arrepintió. “Comencé una nueva vida con Jesús, y comencé a servir al Señor,” dice Peter. “Eso fue hace 25 años.”
Hoy en día, Peter sirve como pastor y director de un curso de idioma inglés a 400 estudiantes. Su hogar está lleno del amor de los hijos y de los nietos. Y él activamente comparte su fe con la ciudad que una vez casi le quita la vida.
“Peter ha hecho un cambio radical. Cuando llegó a Cristo se volvió incondicional,” dice Reese. “La gracia de Dios ha traído a este hombre de cerca de la muerte y los tiroteos a, ahora, una hermosa familia, una preciosa esposa e hijos espectaculares. Solamente la gracia de Dios puede hacer eso.”
Aunque Reese no guió a Peter a Cristo, el misionero ha estado allí para él como un hermano espiritual. Durante varios años, Reese ha discipulado a Peter, y los dos han servido juntos esparciendo el evangelio.
“Fue muy importante para mí encontrar al pastor Eric,” dice Peter. “Él comenzó a ser una especie de mentor. Yo sabía que Dios tenía algo especial para hacer con mi vida, pero yo no sabía qué. En ese entonces, el pastor Eric me ayudó a entender este llamado.”
Al ver a Peter hoy, nadie podría imaginarse que una vez estuvo esclavizado por las drogas. Su cara solamente transmite el gozo de Cristo.
“Cuando discipulaba a Peter, él siempre sonreía,” dice Reese. “Él siempre sonríe; está sonriendo hoy.”
Peter es una vida cambiada que camina con Jesús. Y Reese, como misionero de la IMB que trabaja en esta mega-ciudad de Sud América, ha estado allí para animarlo en ese caminar.
“Brilla, Jesús, brilla,” dice Eric, citando el bien conocido canto cristiano de alabanza. “Yo veo el amor de Dios, la misericordia de Dios y la bondad de Dios brillando en la vida de Peter.”
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Tristan Taylor ha servido en la Junta de Misiones Internacionales como escritor en las Américas.