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Estudiantes llevan a Jesús a la ‘tierra del crack’ en Río

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RÍO DE JANEIRO (BP) — Los lugareños lo conocen como “la tierra del crack,” un vecindario descuidado y asolado por el crimen en el corazón de Río donde los adictos llegan a darse una dosis; muchos nunca se van. La cocaína crack es la atracción estrella, y sus víctimas recorren las calles de la tierra del crack. Han perdido todo por la droga — trabajo, hogar, familia, esperanza.

Sin embargo, en las afueras de la tierra del crack se asienta un refugio solitario dentro de una modesta fachada de una tienda que lleva el nombre de Cristolandia. Es un ministerio creado por los bautistas brasileños para ofrecerles a los residentes de la tierra del crack una de las pocas cosas que no pueden encontrar en las calles: libertad.

Cristolandia provee comida gratis, ropa, duchas, y camas limpias a los adictos, prostitutas y gente sin hogar. Si ellos están listos, también les proveen la ayuda práctica que necesitan para escapar de su situación y comenzar de nuevo. Esa transformación comienza dice el coordinador de Cristolandia, Exequias Cerqueira, con Jesucristo. Cada persona que cruza la puerta de Cristolandia escucha el evangelio. Más de 500 han dejado las calles durante los tres años de existencia del ministerio; aún más han puesto su fe en Cristo.

En este día, el pequeño personal de Cristlolandia — muchos de ellos exadictos — obtiene ayuda extra. Un equipo de 11 estudiantes universitarios bautistas del sur y dos líderes del ministerio estudiantil ha llegado a Río a compartir el evangelio durante la Copa Mundial FIFA del 12 de junio al 13 de julio. En los días cuando no hay partido en el estadio Maracaná de Río y el estadio está vacío, los estudiantes vuelven su energía a las iglesias locales y ministerios como Cristolandia.

El desayuno es lo primero de la agenda. Los estudiantes sirven una comida de emparedados de jamón y queso a los más de 75 hombres y mujeres que llenan la cafetería del segundo piso de Cristolandia. Lee Dymond, quien dirige el equipo de estudiantes y funge como ministro del campus en la Universidad Auburn en Montgomery (Alabama), presenta el evangelio mientras ellos comen.

Posteriormente, los estudiantes se dividen en equipos de dos o tres y se preparan para buscar en las calles de la tierra del crack a otros que necesitan la ayuda de Cristolandia. Cada equipo es acompañado por un compañero bautista brasileño que sirve como su guía, traductor y compañero. Antes de que los equipos salgan, el misionero de IMB Eric Reese les da instrucciones breves sobre lo que deben esperar. Con la venta activa de drogas y la prostitución sucediendo a su alrededor, hay un verdadero peligro envuelto.

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Pero esos riesgos no parecen disturbar a estudiantes como Nick Smirniotopoulos y Alison Myers. Smirniotopoulos, 21 años, se graduó de la Universidad Virginia Tech en mayo. Myers, 22 años, está en el último año en UAB en Birmingham, Alabama.

Después de unos pocos minutos de caminata, el par se acerca a una joven que tiene grandes costras que le cubren los hombres y cicatrices rosadas en la cara. Es obvio que ella ha estado en alguna clase de accidente, o posiblemente es víctima de violencia. Smirniotopoulos no sabe si ella está drogada, pero luce delgada y enferma. Le hace señas a su compañero bautista brasileño, João Maciez, y comienzan a compartir su fe.

“Jesús dice que si tú escuchas su voz y abres la puerta, él vendrá y cenará contigo,” explica Smirniotopoulos.

Ella escucha durante unos minutos, se vuelve repentinamente y se aleja. No está interesada.

Seguidamente, el equipo se acerca a una mujer mayor que está sentada en un respiradero de metal a menos de 100 metros. Ella es una desamparada. Su “colchón” de cartón está a sus pies, su retrete es una pared de concreto junto al respiradero. Pero cuando el equipo le habla sobre Cristolandia, ella comienza a gritar. Ellos pacientemente la escuchan vociferando durante más de 10 minutos, pero es muy obvio que no los escuchará. Smirniotopoulos está desanimado, pero el equipo sigue adelante.

Mientras tanto, en otra calle en la tierra del crack, Dymond experimenta lo que él llama el más difícil, más “emocionalmente agotador” día de ministerio de su vida. Dymond y sus compañeros bautistas brasileños, el pastor Carlos Alviso y la traductora Renata Da Costa, comparten el evangelio con una prostituta que está de pie en la puerta de un burdel. Dymond sospecha que ella se está vendiendo para obtener dinero para drogas, comida o ambas. La desolación es abrumadora, cuando ella rechaza la invitación para aceptar a Cristo, Dymond en cambio le pregunta que si puede orar por ella.

“¡No, no, no!” responde ella. “No soy digna de que oren por mí.”

Sin embargo, lo peor estaba por llegar.

Más allá en la misma calle, el equipo de Dymond se detiene para hablar con un adicto a las drogas que yace en medio de la acera. Está inconsciente, y clavos quirúrgicos le sobresalen de una pierna. La piel alrededor de los clavos está negra por la infección. Las lágrimas le llenan los ojos a Dymond.

“Este hombre yace allí como basura desechada,” dijo, batallando para controlar la emoción en su voz. “Me puse de rodilla y comencé a orar.”

Dymond añadió que esta clase de depravación no es exclusiva de la tierra del crack.

“Una de las cosas que Dios se mantiene recordándome es que esa misma desolación también está en EE.UU. Nosotros solo sabemos cómo esconderla mejor,” dijo. “Pero todos tenemos el mismo problema, nacemos con un corazón malvado y una naturaleza pecaminosa. Solo Jesús puede cambiar eso.”

Varias cuadras más allá, las cosas lucen mejor para Myers y Smirniotopoulos. Ellos comparten el evangelio con un joven llamado Gabriel a quien encontraron durmiendo en una estación de autobús. Mientras Smirniotopoulos explica el sacrificio de Jesús en la cruz, Myers ora en silencio.

“Fue realmente revelador ver su desesperanza y lo poquito que tenía,” dijo ella. “Era solamente orando que el Señor ablandaría su corazón y que nosotros seríamos valientes en nuestro testimonio.”

Cuando Smirniotopoulos termina la presentación del evangelio, es claro que Dios ha contestado la oración de Myers. Antes de que el equipo ni siquiera pregunte, Gabriel les dice que desea a Jesús en su vida. Smirniotopoulos lo guía a través de la oración del pecador, luego le ofrece llevarlo a Cristolandia. Pero Gabriel rehúsa diciéndoles que no está listo para dejar las calles.

A pesar de eso, Smirniotopoulos se siente esperanzado.

“Cuando Gabriel aceptó a Cristo, el Espíritu Santo vino a él,” dijo Smirniotopoulos. “Se veía cambiado. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Le dije: ‘Ahora eres una persona diferente; 2 Corintios 5:17 dice que las cosas viejas pasaron y las nuevas han llegado. … Eres mi hermano en Cristo ahora.'”

Después de varias horas en las calles de la tierra del crack, los equipos de estudiantes regresan a Cristolandia. Están cansados, pero con la ayuda de sus compañeros brasileños, han compartido el evangelio docenas de veces y han llevado a varios adictos al centro para que reciban ayuda.

“Algunas de esas situaciones han estado afuera de mi zona de confort, pero es por lo que oré antes de venir,” dijo Myers. “Es definitivamente bien recompensado, y la mayoría de la gente ha sido más receptiva al evangelio de lo que nunca hubiera pensado que serían.”

El siguiente día, el equipo lo hará de nuevo — esta vez compartiendo a Cristo con los fans del futbol de la Copa del Mundo en el estadio Maracaná de Río.

Para obtener una continua cobertura del alcance de la Copa del Mundo, vea la crónica “The Cross at the Cup,” (La cruz en la copa) en aquí. [3] Haga click aquí [4] para recibir artículos diarios de la Copa del Mundo relacionados con peticiones de oración por Brasil durante la Copa FIFA.

Para saber sobre oportunidades de misiones globales para estudiantes a través de IMB, vaya a aquí [5].
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Don Graham es escritor principal de IMB.