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Ex traficante de drogas venezolano dice que Dios lo llamó a salvar a otros.

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THIES, Senegal (BP) — Cuando Ahmad Faraj* tenía 16 años, sus padres lo encerraron en su cuarto. Él no se sorprendió que estuviera en problema, pero si estaba sorprendido de la magnitud del problema.

Sostuvo su respiración, presionó su oído en la puerta y escuchó a sus padres hablar de su castigo.

‘Tenemos que matarlo’, oyó a su madre decir. ‘No podemos tener a un cristiano aquí’.

Cuando Ahmad caminó de regreso a su pueblo natal y le dijo a la gente que había decidido seguir a Cristo, el pueblo entero se reunió a pegarle severamente. Después, sus padres llevaron a su hijo herido a casa, lo encerraron en un cuarto y empezaron a planear como terminar con su vida.

Ahmad mantuvo su oreja puesta en la puerta hasta tarde en la noche, hasta que la casa estaba en silencio. Después se escapó por la ventana y corrió de vuelta donde la puerta siempre está abierta, la casa de Jorge.

Es una casa llena.

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De suicida a ser salvo

Jorge Reina, un hombre venezolano, decidió ir a vivir a Senegal hace un año para rescatar a niños que necesitan un lugar donde vivir, niños como Ahmad. En este país arenoso de África Occidental, es normal que los habitantes entreguen a sus hijos a los líderes religiosos de su región que prometen darles cuidado y educación.

Pero a menudo los niños terminan en las calles.

Jorge no puede soportar eso.

Es por eso que les ha dado albergue a muchos niños, y tiene el deseo de poder ayudar a muchos más. A aquellos que recorren las calles descalzos, suplicando con platos sucios por ayuda, los invita a su casa, les da desayuno y les muestra el amor de Cristo.

‘Muchos de ellos no tienen amor en su casa, porque sus padres creen que el maltrato a los niños los hace buenos hombres’, él dijo.

Entonces cuando Jorge los abraza y pasa tiempo con ellos, cambia todo.

Jorge sabe. Él mismo fue un drogadicto y desesperado. Pero, salió de las calles y terminó en los brazos de personas que lo amaron como Cristo.

‘A los 16 años, empecé a consumir drogas, toda clase de drogas’, dijo. ‘Pasé veinte años de tiempos muy difíciles’.

Él vivía en la calle, traficaba drogas, hacía brujería y vivía una vida sexual de pecado.

‘Quería morirme…decidí colgarme. La correa que usé para colgarme se partió en dos y sentí mis pies tocar el piso y tomé un respiro profundo’, dijo. ‘Le dije al Señor, ‘Si tú existes, ayúdame. Si tú de verdad existes, ayúdame’.

Al día siguiente, Dios lo guió a la casa del pastor de la iglesia bautista local, quien lo guió a Cristo Jesús.

‘El Señor salvó mi alma, mi vida, y yo acepté a Cristo Jesús, y comencé a servirle’, dijo Jorge. ‘Yo dije, ‘Ven a mi corazón, sé mi dueño, sé mi salvador. Yo soy tuyo. No tengo nada para pagarte; solo te puedo ofrecer mi vida y mis manos y cualquier cosa que quieras’. Y desde ese día empecé a experimentar el poder de Dios en mi vida’.

Y no pasó mucho tiempo cuando Dios le empezó a mostrar a Jorge que él quería redimir su pasado y permitirle hacer el bien con su oferta

De panadero a misionero

Un día, Jorge escuchó una historia de hombres ‘de todo Sudamérica’ que están sirviendo a Dios en partes de Asia Central donde predicar el evangelio puede resultar en la persecución hasta la muerte.

Son hombres con pasados como el suyo; hombres que trafican Biblias.

‘Yo dije, ‘Wow, pasé tantos años llevando drogas de un lugar a otro para Satanás y nadie se dio cuenta, entonces, yo no sé…posiblemente puedo [traficar Biblias]’.  Y esa fue la primera vez que sentí el deseo de dejar mi país para hacer algo en el reino del Señor’, confesó Jorge.

El comenzó a hacer preguntas sobre las misiones. Se inscribió en el Centro de Capacitación Misionera Intercultural de Venezuela, donde trabajadores cristianos como Mathew y Mónica Starr* tomaron a Jorge bajo sus alas y comenzaron a discipularlo.

Y después, conoció al pastor Jesús Guillen.

Los dos se cruzaron en una conferencia en el sur de Venezuela. ‘El pastor Guillen me mostró un aspecto diferente de la misión en África’, dijo Jorge.

Le preguntó a Jorge por su profesión, algo que Jorge estaba avergonzado de contestar ya que estaba en medio de médicos y abogados.

‘Yo solo sé hacer pan’, Jorge respondió. ‘Es lo que hago’.

El pastor Guillen estaba entusiasmado.

‘¿Te gustaría saber más de Senegal? Podrías servir al Señor ahí’, le comentó a Jorge. ‘Necesitamos a alguien allá que pueda hacer pan’

Hay bocas para alimentar, muchas bocas.

Jorge fue a casa. Comenzó a orar.

Cuando el pastor Guillen lo llamó a preguntar otra vez, él dijo ‘sí’.

Pronto estaba empacando sus maletas para ir a África, a unirse a un equipo de latinos, una casa llena de niños y una panificadora industrial.

De tinieblas a luz

Cuando Jorge llegó Ahmad ‘fue la primera persona que sentí en mi corazón que necesitaba discipular’, dijo.

Entonces él empezó a motivar al joven, ‘pasando todo el día con él acá, allá, donde sea que iba… orando’.

Y enseñándole a hacer pan.

El deseo del corazón de Jorge es, ‘enseñar a la gente hacer pan y calmar su hambre’, pero esa no es la razón por la cual vino.

‘Cuando uno de esos jóvenes valientes se levanta y dice, ‘estoy convencido que Jesús es el camino’, y lo recibe, es una alegría muy grande. Es maravilloso’, Jorge dice.

Esa es la razón por la que él y los demás salieron de América Latina, dejando sus familias, en el caso de Jorge, una hija.

‘No vine a hacer pan’, dijo Jorge. ‘Vine a mostrarles [a los niños] que un hombre que vive en las tinieblas puede ser traído a la luz solo por Cristo Jesús. Cuando esos niños deciden moverse hacia la luz, yo dijo, ‘Gracias Señor’, porque por eso vine’.

*seudonimos

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Ava Thomas es una escritora/editor en Europa.