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Fuera del camino trillado los misioneros llevan el evangelio


NOTA DEL EDITOR: Los Murphree están sirviendo en Perú gracias a las ofrendas de los bautistas del sur a la Ofrenda de Navidad Lottie Moon y al Programa Cooperativo, los cuales financian internacionalmente la presencia y el alcance misionero de cerca de 5.000 misioneros bautistas del sur.

SAN LUIS, Perú (BP) — Josh Murphree no vive en el confín de la tierra, pero dice que lo puede ver desde su pórtico trasero.

El oriundo de Alabama sonríe ampliamente cuando dice esto, pero se requiere ser un experto en el manejo para llegar a San Luis en la región Ancash de Perú, donde él vive con su esposa Crystal y sus dos hijos, Ella e Isaac. Manejar al pueblo ubicado en lo profundo del valle Conchucos desde Lima, la capital de Perú conlleva cruzar una cordillera por unos caminos peligrosos y atravesar un paso de casi 50 metros.

Al igual que los abrumadores obstáculos que las montañas presentan, Murphree dice que la vida en este remoto ambiente de montaña ha tenido su parte.

“Es difícil la escolarización en el hogar. Hemos estado muy solos a veces. Estamos a ocho horas de un cajero automático o de un restaurante que no nos enferme,” Murphree, misionero de IMB explica. “Ha sido difícil pero al mismo tiempo muy gratificante. Nos damos cuenta que estamos en medio de donde Dios quiere que estemos — inclusive si no es el lugar más seguro o el más fácil.”

Murphree ha andado por las montañas, ha viajado en bus durante ocho horas y ha cruzado puentes escasamente construidos para llegar a poblados que necesitan el evangelio.

Los norteños conchucos quechua viven en esta área geográficamente demandante que provee suficientes obstáculos que entorpecen el esparcimiento del evangelio. Allí, el catolicismo ha sido fusionado con creencias animistas indígenas. Creyentes evangélicos con base bíblica son muy difíciles de encontrar.

En 2012, investigadores estudiantes del equipo Ancash Quechua — del cual los Murphree son parte — descubrieron un conglomerado de cinco pequeñas iglesias bautistas en la remota región Huánuco. El líder del equipo John Grady supo que esos compañerismos pueden datar de cuando un misionero de la Junta de Misiones Extranjeras que viajó al área a lomo de caballo hace aproximadamente 20 años guió a varias personas a Cristo. En los años intermedios los compañerismos permanecieron fieles a la Palabra de Dios, en parte debido a que algunos miembros de la congregación podían leer la Biblia, que tenían en español.

Grady dice que esas cinco iglesias son algunas de las pocas que no han caído en herejía.

“Muchos pastores no pueden leer la Biblia y la han descartado como viejas noticias,” dice.

En el borde la estación lluviosa a finales de ese año, Grady, Murphree y otro colega hicieron un viaje a Huánuco para enseñar y entrenar allí. Ellos viajaron en un vehículo de doble tracción en vez de a lomo de caballo, como lo había hecho el anterior misionero antes de que se construyeran caminos en el área. Los poblados aparentemente estaban completamente aislados del mundo exterior en el alto y escabroso terreno del río Marañón, dice Murphree.

“Fue asombroso experimentar una cultura que no dependía del comercio con el mundo exterior sino solamente de sus propios cultivos,” dice. “A la elevación a la que estábamos la mayoría de la gente cultivaba papas y cultivos de clima frío, pero era posible en los días claros volverse y ver nieve en las montañas inmediatamente atrás de nosotros.”

Cuando ellos llegaron, dice Murphree, había creyentes allí “con 20 años de preguntas en proceso.” Durante seis días se reunieron con las iglesias, primero en el pueblo principal de Huacrachuco, y luego viajaron a poblados alejados para enseñar en otros compañerismos, a algunos de los cuales solo se podía llegar a pie. Muchos llegaron a los poblados de aun más lejos en las montañas a pesar de las lluvias. Varias veces los misioneros hablaron en casas abarrotadas. En un poblado que no tenía electricidad, enseñaron en la noche usando linternas.

“Pudimos pasar algún tiempo con los líderes en las iglesias, enseñando medios orales de compartir el evangelio en quechua a través de historias,” explica Murphree. “Los líderes en las iglesias estaban emocionados de aprender a tomar historias de la Biblia en español y crear historias en su lengua materna para compartirlas con los que solo hablan quechua.”

Cuando llegó el tiempo de partir, los misioneros descubrieron que un puente que necesitaban para regresar había sido destruido por un aluvión de barro. Debido a que no había otra ruta alternativa, los trabajadores de caminos pusieron troncos de árbol a través del barranco por los cuales Grady cuidadosamente manejó el vehículo. Murphree y otros colegas voluntarios cruzaron a pie.

El equipo Ancash Quechua está ahora trabajando con los nacionales creando historias de la Biblia en quechua para llenar las necesidades de la Palabra de Dios en la vida de aquellos y otros creyentes en las montañas. Esto también capacitará a los creyentes a compartir las verdades de la Biblia en la lengua materna del pueblo quechua.

“Así que nos damos cuenta que tenemos que poner todo nuestro esfuerzo en la narración bíblica, sea enseñando historias para alcanzar grupos e iglesias casa, o ayudándolos a multiplicar nuestros esfuerzos,” dice Murphree. Los líderes de esos grupos pequeños se han emocionado con esta nueva manera de enseñar.

“En vez de predicar sobre algunos versículos ellos dicen: ‘Voy a aprender estas historias y contarle a la gente lo que la Biblia dice. Quiero contarle a la gente lo que la Palabra de Dios dice. Ellos la entenderán de esta manera.'”
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Elaine Gaston escribe para la UFM e IMB. Los Murphree fueron presentados en el Estudio Misión Internacional 2013 en Perú, publicado por la Unión Femenil Misionera.

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  • Por Elaine Gaston