ASUNCIÓN, Paraguay (BP) — Con tan solo cinco años de edad, Tatiana Benítez fue diagnosticada con cardiomiopatía dilatada, una severa condición del corazón. Los doctores les dijeron a sus padres que sin un trasplante, la niña paraguaya moriría al cabo de un año.
“Se pueden imaginar cómo me sentí cuando escuché eso,” dice la madre de Tatiana, Lilian Isaurralde. “Teníamos mucho dolor ya que ambos estábamos sufriendo como padres.”
Isaurralde buscó ayuda para su hija, pero el Ministerio de Salud Pública de Paraguay le dijo que el seguro nacional no cubría trasplantes de corazón para niños. Sin otra opción, ella y su esposo, Sebastián Benítez Jiménez, decidieron que él buscaría trabajo en España para que el trasplante fuera provisto por el seguro nacional de España.
“Nos sentimos muy solos, debido a que éramos padres jóvenes, y los dos procedemos de familias humildes…No teníamos seguro médico,” dijo la madre. “Le pedimos a Dios que nos guiara al lugar correcto, que nos pusiera en el camino correcto, y que nos pusiera en las manos de gente que nos pudiera ayudar.”
Mientras tanto, la condición hizo que a la niña se le pusieran los labios azules y las manos amarillas. Se adelgazó, pero el abdomen se le hinchó. Tenía tan poca energía que solamente podía dejar la cama para ir al baño.
“No quiero mirar a los otros niños jugando porque yo no puedo jugar,” le dijo Tatiana a su madre. “No puedo jugar, y me siento mal por eso.”
A medida que la niña empeoraba, Isaurralde continuaba la búsqueda de ayuda. Llevó a su hija al Centro Médico Bautista de Asunción.
“Yo no sabía nada del hospital,” dijo Isaurralde. “Pero nos sentimos bien allí; así que continuamos yendo.”
El centro médico en el pasado fue un hospital de la Junta de Misiones Internacionales, pero a través de un proceso de 12 años, fue transferido a administración paraguaya. Ahora es un próspero centro médico con un instituto del corazón, una universidad médica y el legado de compartir el evangelio con sus pacientes.
El cirujano cardiovascular Jorge Jarolín se hizo cargo del caso de Tatiana Benítez.
“Ella llegó en muy mala condición y pasó directo a terapia intensiva,” dijo Jarolín. “Entró en un estado llamado ‘insuficiencia cardíaca terminal’ en el que ni siquiera respondía a los medicamentos. En otras palabras, necesitábamos encontrar un órgano para Tatiana en ese momento.”
Jarolín sabía la dificultad de encontrar un corazón que fuera del tamaño correcto para Tatiana. También sabía la dificultad de lidiar con el raro tipo de sangre de la niña, tipo B. Pero más que todo, sabía la dificultad de encontrar un donador de órgano en tan corto tiempo; la situación se veía sombría.
“Ella no iba a vivir más de dos o tres días,” dijo Jarolín. “Necesitábamos encontrar un corazón en ese mismo momento… y el milagro sucedió.”
Dos días después, un doctor de otra ciudad llamó diciendo que había oído sobre el caso de Tatiana y pudiera tener un donante de corazón para ella. El paciente del doctor era del tamaño de Tatiana Benítez, tenía sangre tipo B y había sido diagnosticado con muerte cerebral. Jarolín llevó a un equipo de pastores, asistentes y psicólogos para reunirse con el otro doctor y la familia del paciente.
“La parte más difícil era convencer a la familia para que hiciera la donación,” dijo Jarolín, “una cosa muy, muy difícil.”
Sin embargo, la familia estuvo de acuerdo en hacer la donación, y Jarolín realizó el trasplante el día siguiente, 1º de septiembre de 2007, casi una semana antes del 7º cumpleaños de Tatiana, ella ahora está por cumplir 12 años.
“¡El resultado fue espectacular!” dijo Jarolín. “¡El caso de Tatiana es un milagro de Dios!”
Solamente tres semanas después del trasplante, la paciente fue dada de alta del hospital, y su padre regresó de España para encontrar a su pequeña caminando y jugando de nuevo. Los padres de Tatiana estaban sobrecogidos de gratitud por la ayuda del centro médico.
“Siempre había alguien que nos daba fuerza, un capellán que oraba con nosotros, que leía pasajes de la Biblia con nosotros,” dijo Isaurralde. “No podíamos sentirnos solos porque nos sentimos bien acompañados; nos sentíamos muy seguros, había calidez, confianza.”
Además de realizar el trasplante de corazón, el Centro Médico Bautista también financió los costos de la operación. Tales monumentales actos de generosidad son parte de la misión del hospital de mostrar el amor de Dios a sus pacientes.
Ernesto Simari, director general del centro médico, alabó a Dios por guiar el caso de Tatiana Benítez.
“Todo se desarrolló de manera muy sincronizada,” dijo Simari. “Le damos la gloria a Dios, porque él permitió que esta niña recibiera un corazón y tuviera una nueva vida.”
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Tristan Taylor escribe para la Junta de Misiones Internacionales en las Américas. Lea más historias sobre lo que Dios está hacienda entre la gente de las Américas aquí . Haga clic aquí para leer cómo la Fundación Paraguaya Centro Médico Bautista continúa apoyando al hospital.