TANZANIA (BP) — Los jóvenes de Kansas se limpiaban las lágrimas mientras observaban la congregación de la iglesia. Hombres envueltos en frazadas rojas se inclinaban hacia adelante sobre las bruscamente cortadas tablas que servían como bancas, y escuchaban atentamente al jovencito. Mujeres adornadas con joyería brillante asentían con la cabeza y los animaban a continuar hablando.
“Mis padres se alejaron de mi vida cuando yo era joven,” dijo Izzy D. al pequeño grupo. “Yo he tenido mucho abandono en mi vida. Sentía miedo de que la gente se apartaría de mi lado, hasta que llegué a conocer a Cristo a principios de este año.”
Las cabezas que asentían y las aprobaciones verbales hacían eco. Otra jovencita de Kansas subió y contó cómo ella no tenía a nadie en su vida que le dijera que fuera cristiana. Ella estaba sola. Una tercera jovencita le dijo al grupo que su padre había muerto en un accidente de automóvil hacía pocos meses. Uno tras otro, el grupo de jóvenes de Sublette Southern Baptist Church en Sublette, Kan., compartió testimonios de adversidades y del amor de Jesús.
No era el tipo “normal” de servicio de iglesia al que los estudiantes de primer año de universidad que se estaban poniendo de pie estaban acostumbrados a asistir allá en Kansas. Esta iglesia estaba a más de 12,874 kilómetros de casa en el bosque de Tanzania. El servicio duró cuatro horas e incluyó mucha danza alegre. Este viaje de misión fue todo menos normal tanto para los jóvenes estadounidenses como para los tanzanos.
Era originalmente un viaje de misión “arruinado” — el plan de ir a Haití se vino abajo. Pero de acuerdo con Annie Tidenberg, Tanzania era exactamente el lugar donde el grupo de corto tiempo debía estar. Tanto Annie como su esposo Tim crecieron en África del Este.
Después de pensionarse de la Junta de Misiones Internacionales, Tim se convirtió en el pastor de Sublette Southern Baptist Church. Ellos decidieron salvar el viaje de misión de los jóvenes llevando a los estudiantes a Tanzania donde ellos solían trabajar. La meta era ayudar con un taller de entrenamiento para pastores y ser anfitriones de una Escuela Bíblica de Vacaciones.
“Nunca vi nada así en todos mis años allí. Cuando nuestros jóvenes compartían sus historias en la iglesia, los masáis sacaron sus teléfonos y los grabaron,” dijo Annie, afirmando que los tanzanos querían captar cada segundo para verlo de nuevo.
“Los líderes de la iglesia masái estaban asombrados y conmovidos de que los jóvenes estadounidenses también tuvieran adversidades. Esos hombres y esas mujeres masáis abrieron sus brazos y amaron a los jóvenes estadounidenses como solo Dios podía hacerlo.”
Mercedes M., una estudiante de primer año de universidad, no podía creer cómo los masáis abrieron su vida y la aceptaron a ella cómo ella era. Ella no se había dado cuenta de que esa conexión con los líderes de la iglesia tanzana fuera tan singular. Pensó que así sucedía siempre con los grupos de tiempo corto.
“Creo que todos nos identificamos los unos con los otros porque éramos primera generación de creyentes justo como ellos,” dijo Mercedes. “Muchos de nosotros en el grupo de jóvenes no crecimos en la iglesia ni con alguien que pudiera mostrarnos el camino. Depende de nosotros si vamos a la iglesia y seguimos a Dios. Desde el principio, nuestra fe ha sido la nuestra propia y eso es difícil. Creo que nosotros vamos por el mismo viaje cristiano que aquellos líderes masáis. Eso nos unió.”
Para obtener información sobre cómo enviar un equipo de su iglesia en misión, mande un correo electrónico a [email protected]. Para información específica sobre viajes estudiantiles, visite imb.org/students.