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Narcotraficante brasileño receptivo ante la ‘gente buena’


NOTA DEL EDITOR: Este año, la Semana de Oración por las Misiones Internacionales en la Convención Bautista del Sur será del 4 al 11 de diciembre y el tema es “Su corazón, Sus manos, Su voz –Tú y Yo somos las misiones bautistas del sur,” basado en Hechos 1:8. Cada año, la Ofrenda de Navidad Lottie Moon suplementa al Programa Cooperativo proveyendo apoyo a las 5,000 iniciativas para compartir el Evangelio a través de los misioneros internacionales. Este año, la meta de la ofrenda es de $175 millones. Para encontrar materiales acerca de esta ofrenda, visite imb.org/offering o https://hispanos.imb.org/lottie

RIO DE JANEIRO, Brazil (BP)–Un narcotraficante llamado “El padrino” quería que Eric Reese estuviera muerto.

Reese, un misionero de la Junta de Misiones Internacionales [IMB, por sus siglas en inglés] en Brasil y quien trabaja en las favelas, controladas por las pandillas de Río de Janeiro, a menudo ministra los líderes de las pandillas, los narcotraficantes y prostitutas, frecuentemente encontrándose en situaciones peligrosas en las calles donde la violencia es la norma. Al decidir dar pasos de fe siguiendo el llamado de Dios de ir a cualquier lugar donde necesiten a Jesús, Reese se ha ganado la reputación de ser un hombre en quien todos pueden confiar.

Durante el año pasado, El padrino comenzó a experimentar un cambio en su corazón e invitó a Reese a compartir el Evangelio con él, mensualmente.

Mientras mis colegas y yo planificábamos nuestra cobertura para contar la manera en que Dios está usando a Reese y a su esposa Ramona en Río, Reese preguntó que si estaríamos dispuestos a entrevistar a El padrino. Con cautela, acordamos hacerlo y comenzamos el proceso de ganarnos el acceso hacia él.

Semanas antes de llegar, nos pidieron que enviáramos fotos nuestras, para que los guardias de El padrino nos reconocieran. Luego tuvimos que enviar con antelación las preguntas de la entrevista para que fueran aprobadas.

Finalmente, viajamos a Brasil, y en la segunda noche nos metimos todos a un automóvil y salimos. El ambiente era tenso mientras estaba sentado junto a Reese, nuestro fotógrafo y dos camarógrafos. Reese, quien usualmente es parlanchín y bromista, permaneció en silencio durante el tenebroso viaje hacia la favela de El padrino.

A la mitad del camino, Reese rompió el silencio y explicó que parte del arreglo con El padrino era que no sabríamos en dónde sería la reunión. Así que Reese nos dijo que cerráramos los ojos. Y así lo hicimos.

Cuando Reese finalmente nos dijo que abriéramos los ojos, un hombre con una máscara para esquiar cubriendo su rostro estaba parado junto a la ventana de Reese, revisando las fotografías que habíamos enviado hace meses. Con voces forzadas, Reese y el hombre hablaron sobre uno de los camarógrafos, Brad, quien se sentó en el asiento del pasajero al frente, junto a Reese. Finalmente, se nos dijo que saliéramos del auto.

Nos encontramos en un patio sombreado, cerrado, y con una puerta cerrada detrás de nosotros. Nos rodearon los hombres con máscaras para esquiar. Nos hicieron poner las manos en contra del carro para poder revisarnos. Reese nos advirtió que todo alrededor, justo detrás de las luces, había hombres armados y apuntándonos con armas AK-47. Rápidamente montamos nuestro equipo.

Se nos había dicho que El padrino estaría de pie detrás de una mesa a 15 yardas y que tendríamos que hacer las preguntas desde esa distancia. Tal como lo esperábamos, un hombre se colocó en su lugar, detrás de la mesa distante. Enfocamos las luces y las cámaras en él y nos paramos junto a Reese, quien nos iba a traducir todo.

Hablé en voz alta para lanzar mi primera pregunta hacia este hombre. Pero la respuesta llegó justo a mi propio oído.

Al parecer, el hombre sentado detrás de la mesa era un señuelo, y El padrino estaba ahí detrás de nosotros. Nuestros camarógrafos se movieron para ajustarse a la nueva situación mientras yo continuaba con la entrevista. Se nos habían otorgado solamente 10 minutos.

Le pregunté a El padrino que describiera qué se siente ser un hombre poderoso en su comunidad.

“Es muy complicado,” contestó. “Para que tú seas el jefe a cargo de una comunidad, necesitas respetar y ser respetado… necesitas respetar a los ancianos y a los niños. Porque los ancianos y los niños no tienen la culpa de que alguien esté a cargo. Es por su propio bienestar.”

Luego le pedí que nos contara sobre las penurias que ha tenido que pasar en su vida.

“No sé si he tenido alguna pena en mi vida,” dijo El padrino. “Porque si crees en Dios, puedes lograr lo que necesites y aún más. Hablo por mí mismo y respondo por mí mismo. ¿Por qué creo en Dios? Porque soy un hijo de Dios.

“Esas personas que quieren hacerme cosas malas son como los árboles que no dan buen fruto, como en la Biblia,” continuó. “Cuando cortas ese árbol, evitas que haga que los demás árboles sean malos. Así es como yo creo que trabaja Dios.”

Por último, le pregunté por qué permite que Reese comparta el Evangelio con él.

“Eric es una persona que vino y ayudó a la comunidad,” dijo El padrino. “No vino a ayudar con las necesidades financieras, si no a traer la paz que tanos necesitaban… Y cuando alguien viene con la Palabra de Dios, tenemos que apoyarlos porque son gente buena.”

Reese se puso emotivo y se le hizo un nudo en la garganta mientras traducía la apreciación de El padrino hacia él y hacia el trabajo que hace. Y en ese momento, Dios le mostró a Reese una parte de las razones por las que se ha arriesgado en su ministerio. Un hombre que, hace unos años, quería matarlo ahora hablaba sobre cómo ve el trabajo de Dios a través de él.

“Recojan sus cosas,” nos dijo Reese. “Se acabó la entrevista. Vámonos.”

Tuvimos que volver a cerrar los ojos durante el viaje de regreso. Una vez que salimos de la favela, Reese nos dijo porqué había murmurado, “¡O, Dios!” cuando llegamos.

Al ser nuestro chofer, Reese era el único con los ojos abiertos cuando llegamos al lugar de la reunión. Así que él fue el único que vio, a pocas pulgadas del asiento del pasajero, la punta del rifle AK-47 apuntando directamente a la cabeza de Brad.

Si cualquiera de nosotros hubiera quebrantado las reglas del acuerdo y hubiera abierto los ojos, hubiéramos visto la misma arma frente a nosotros. Pero ya que ninguno de nosotros reaccionó, los hombres de El padrino se dieron cuenta que estábamos obedeciendo y que podían confiar en nosotros.

Nuestra entrevista con El padrino demostró que todavía tenía mucho que aprender sobre la manera en que trabaja Dios. Pero claramente su corazón había sido suavizado hacia Reese y hacia el Evangelio. Pocas personas han recibido el acceso a este hombre, pero Dios le dio a Reese la oportunidad única de compartir a Jesús con él, frecuentemente.

“Cuando miro alrededor de Rio—y veo la violencia y los asesinatos y las violaciones sexuales—veo una ciudad que está diciendo, ‘¿Acaso alguien puede ayudarme? ¿Hay alguna manera mejor que esta?'” dice Reese. “Veo que lo que esta ciudad necesita es más personas que demuestren el amor de Dios y compartan el Evangelio. Eso es lo que más veo.”

NOTA DEL EDITOR: Ese otoño, Eric Reese reportó que El padrino se había convertido en un seguidor de Jesucristo. A poco tiempo de esto, El padrino fue asesinado por una pandilla rival.
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Tristan Taylor sirve como el escritor de la Junta de Misiones Internacionales, IMB, en Latinoamérica.

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  • Por Tristan Taylor