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Pastor cubano ve doble asignación divina

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HABANA, Cuba (BP) — “Te ves verde,” bromeó el amigo de Daniel González mientras el tren retumbaba a través de la campiña cubana. Pero el estudiante de seminario no iba a permitir que el virus estomacal le impidiera realizar su asignación ministerial. González se dirigía a la ciudad portuaria de Batabanó para alcanzar el trasbordador para la isla cubana de la Juventud, a 145 kilómetros al sur de la Habana.

Poco sabía él que este sería el peor viaje de su vida — pero el más espiritualmente fructífero.

Para el tiempo en el que tren llegó a Batabanó, González estaba tan enfermo que difícilmente podía caminar. Su amigo lo ayudó hasta que tuvo que dejarlo para ir a su propia asignación de ministerio en otro lugar del país. El transbordador no saldría durante horas. Pero él continuaba sintiéndose peor. Exhausto, se durmió en el suelo.

Finalmente un joven lo despertó y le preguntó si necesitaba ayuda. González le explicó que estaba viajando a la isla pero que estaba tan enfermo que no había comprado el pasaje para el trasbordador.

“Dame tu identificación, voy a comprarte el tiquete,” le ofreció el hombre llamado Karell. González estaba desesperado por alcanzar su destino, así que le dio la identificación y el dinero al extraño y se volvió a dormir. Karell lo despertó cuando era la hora de salir y prácticamente lo llevó cargado a bordo.

El viaje de cuatro horas para cruzar el golfo de Batabanó fue miserable para González. El estómago lo tenía todo batido por el virus; combinado con el ondeante mar, el calor y el olor de cientos de sudados cuerpos empacados como sardinas, “fue un viaje horrible, horrible,” dice González. Finalmente se quedó dormido en la cubierta.

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Alrededor de la 1:30 a.m., González fue despertado por las risas de un grupo de estudiantes cubanos borrachos. Karell estaba entre ellos en camino a la Isla de la Juventud de vacaciones para visitar a su familia. González de alguna manera sacó fuerzas para tratar de compartir el evangelio con los estudiantes pero ellos no estaban escuchando.

“Yo estaba tan enfermo que predicar el evangelio en ese estado no era muy atractivo,” dice González.

El trasbordador llegó a Nueva Gerona, la ciudad principal de la Isla de la Juventud, temprano en la mañana. González todavía estaba muy enfermo y comenzó a preguntarse si había cometido un error al ir. Encontró el camino a la banca de un parque donde usualmente pasaba la noche durante sus viajes allí. “Todavía no tenía un lugar permanente para dormir en la isla,” relata González. No quedaba otra cosa más que hacer sino orar.

“Señor, sáname. Necesito sentirme bien. He venido hasta aquí, ” rogaba. Dios le contestó.

“Creo que ha sido la única vez en mi vida que el Señor me ha sanado instantáneamente,” dice González. “Repentinamente me sentí fuerte. Me sentí bien. Me compré comida y fui a dar una caminata, como de costumbre.”

González había estado trabajando allí durante varios meses y comenzaba a desanimarse. Típicamente comenzaba las visitas allí escalando una colina grande desde la que se miraba la ciudad. “Desde ahí arriba, Nueva Gerona podía caberme en las manos. Oraba por cada vecindario,” dice González. “Así es como mi trabajo comenzó en la isla: evangelizando puerta por puerta.”

Pero ese día González no tuvo la fuerza para la escalada. La voz de uno de sus mentores, un pastor cubano mayor llamado Antonio Pérez, le resonaba en la cabeza. “¿Cuántos zapatos han desgastado?” acostumbraba preguntarles Pérez a los jóvenes seminaristas. “Un pastor tiene que caminar.”

Así que González comenzó a caminar. No sabía exactamente hacia donde iba, pero estaba confiando en que el Espíritu Santo lo dirigía. González llegó a un vecindario que nunca antes había visitado. Escogió un edificio al azar, fue al tercer piso, tocó a la puerta y se llevó la sorpresa de su vida. Era Karell — el estudiante que lo había ayudado a abordar el trasbordador.

“¿Qué estás haciendo aquí?” le preguntó Karell, incrédulo. Sin perder el tiempo, González le explicó que él había ido para finalizar la presentación del evangelio que había comenzado en el bote. Y allí, en el hueco de la escalera del apartamento de sus padres, Karell hizo a Jesús su Señor y Salvador.

González y Karell comenzaron juntos a compartir el evangelio en la Isla de la Juventud. Iglesias casa comenzaron a formarse en Nueva Gerona. En 2012, Karell se convirtió en el pastor de la Primera Iglesia Bautista de Nueva Gerona, una congregación de más de 400 miembros. Hoy en día, es parte de una red de iglesias casa y tradicionales esparcidas por toda la Isla de la Juventud.

“Nunca desestimo las divinas asignaciones, esos momentos que Dios te da providencialmente para conocer gente de paz,” dice González.

González pasó 10 años como misionero en la Isla de la Juventud Actualmente es pastor de la Iglesia Bautista Santo Suárez (anteriormente llamada Iglesia Bautista McCall) en la Habana, la cual ha comenzado 60 iglesias casa.
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Don Graham escribe para la Junta de Misiones Internacionales.