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Perú sueña con ir a la Copa del Mundo: Una lección para las misiones


YEKATERINBURG, Rusia (BP) — Las lágrimas caen por las mejillas de miles de peruanos que viajaron a Rusia solamente para ver que su sueño de la Copa del Mundo terminaba con una derrota del 1-0 ante Francia en la Arena Ekaterinburg de Yekaterinburg.

Sin embargo, lo que importaba — lo que los peruanos saborearon — es que después de estar 36 años fuera, su equipo nacional de futbol participaría como un equipo de la Copa del Mundo. Ya no iban a verlo desde fuera, estaban dentro del juego. ¡Arriba Perú!

Durante la Copa del Mundo o las Olimpiadas, el mundo parece ser más justo. Los países con disparidades políticas, sociales y de poder económico juegan como iguales.

Asimismo, en el cuerpo de Cristo, Jesús llama a la gente de todo trasfondo a que participen como iguales, y Él otorga a todos los miembros los dones espirituales y el poder, equipando a cada uno a que lleve el Evangelio a los demás. Ricos, pobres, judíos, griegos, hombres, mujeres — a todos.

A pesar del llamado bíblico de la participación equitativa, la percepción particular de la iglesia en muchas naciones no coincide. Pero las cosas están cambiando, como lo escribiera el misiólogo Paul Borthwick en “Western Christians in Global Missions”: “Más y más países están adoptando la visión de ser parte de la tarea misionera cristiana global. Lo escuchamos en la frase que dice que la iglesia está yendo de nación a nación” (pg. 37).

Aun así, sigue siendo fácil para la iglesia en los Estados Unidos — incluso subconscientemente — verse así misma como la fuerza misionera y ver al resto del mundo como el campo misionero. ¿Y por qué será que tantos creyentes en otras naciones parecen concordar?

La experiencia de Perú en la Copa Mundial parece tener la respuesta. Durante 36 años en el margen, “Teníamos un espíritu derrotado,” explicó Eduardo Alfaro, un peruano de unos 50 años. Desde 1980 hasta el 2000, la turbulencia social envolvió los días de gloria futbolística en Perú dentro de una guerra entre el gobierno y los terroristas neo-maoístas del movimiento Sendero Luminoso.
En cuanto al futbol, “Estamos condicionados a perder. No teníamos el espíritu de ganar,” dijo Alfaro. Ahora que ya no contienden, la mayoría de los peruanos apoyan a Brasil, el cual se convirtió en el equipo de Perú en su representación. Los peruanos se convencieron de que no son material digno de la Copa del Mundo. Los héroes del futbol peruano son leyendas del pasado.

En el 2015, sin embargo, todo eso cambió. El nuevo entrenador Ricardo Gareca comenzó a nutrir un equipo mentalmente, con una mentalidad de ganador. Los peruanos se unieron para apoyar a su equipo mientras el sueño de la Copa del Mundo parecía más y más alcanzable.

Pero la prensa comenzó a enfocarse en un jugador estrella, Paolo Guerrero. Toda la publicidad hizo que los peruanos creyeran que “Guerrero sería nuestro salvador,” dijo Alfaro. “El entrenador no puso a Guerrero en la primera parte del partido porque quería que el equipo se viera a sí mismo como un equipo y no se enfocara en un individuo.” Pero la prensa ya había hecho que la nación y el equipo pusieran su esperanza en los hombros del jugador estrella, cuenta Alfaro.

Eso “dividió y volvió al equipo en individuos y sembró el temor, dando la idea de que sin Guerrero era imposible ganar,” dijo Alfaro. “De hecho, sin él, hubieran podido unirse mejor como un equipo fuerte.”

Históricamente, los mensajes negativos también han dividido y debilitado a la iglesia global. El colonialismo perpetuó la noción de que los países conquistadores eran inherentemente mejores para construir y establecer que los países colonizados. A pesar de la autonomía política que con el tiempo lograron los países colonizados, el complejo de inferioridad — y el aparente complejo de superioridad del occidente — persistió incluso en las iglesias.

“Los peruanos nunca tuvimos la idea de que un nacional sería quien trajera el Evangelio,” dijo Alfaro. “En vez … sería un misionero europeo o estadounidense — todavía más si fuera una persona blanca. … Este concepto vino desde generaciones pasadas — de nuestros ancestros. Las misiones siempre fueron extranjeras. Siempre venían de otro lugar.”

Los peruanos todavía tienden a pensar lo mismo sobre los doctores, los políticos y los líderes religiosos, dijo Alfaro, pero el estereotipo está comenzando a perder su dominio. Y este conflicto mental no es exclusivo de Perú.

El concepto de que las pocas naciones con abundantes recursos somos los jugadores y el resto del mundo son el campo misionero es tan anticuado como el colonialismo. Y no lo vas a encontrar en las Escrituras — aquellos que reciben están llamados a dar. En cuanto a hacer discípulos de todas las naciones, la iglesia en cada país califica con base en el sacrificio redentor y el llamado de Cristo.

Mientras las iglesias nacionales en Perú y en otros países mayoristas indagan en las misiones y el ministerio, se están convirtiendo en los jugadores por esfuerzo propio y son compañeros en equidad con las iglesias occidentales. No quieren ser el objeto de la caridad o el proyecto misionero de nadie. Simplemente quieren la oportunidad de participar, de entrar al juego, de ser compañeros, ser líderes y servir.

Como el cuerpo de Cristo, somos un solo equipo. Podemos aprender del error de Perú al mirar a Paolo Guerrero como el salvador del equipo y suprimir la noción dañina de que la iglesia de otro país o en unos cuantos países determina el resultado de las tareas misioneras. Al único que miramos como Salvador es a Jesucristo. Sus seguidores en todo el mundo están llamados a ser sus servidores, como Pablo y Apolo, a través de quienes las naciones pueden llegar a creer en Él.

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  • Por Jennifer Waldrep