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SEMANA DE ORACIÓN: Las misiones en las calles y fuera de las calles

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Cientos de miles de niños duermen en las calles de Kenia. Estos niños son marginados, golpeados, abusados sexualmente y arrestados. Muchos kenianos consideran que estos niños no valen nada y que no pueden confiar en ellos. Los kenianos llaman a estos niños “los comedores de basura”.

La misionera Kristen Lowry de la Junta de Misiones Internacionales (IMB) y el personal del albergue Infantil Naivasha en Naivasha, Kenia, ven el valor y la importancia de la vida en cada niño. Ellos encuentran a estos niños, restauran a las familias y rehabilitan a sus vidas que al parecer no tienen esperanza.

Las primeras impresiones que Kristen tuvo con los niños de la calle en Kenia fueron en el año 2009 mientras cumplía con un proyecto fotográfico de la IMB. A lo largo del proyecto ella siguió a Eunice Murage, una mujer keniana, mientras Eunice trabajaba con los niños en las calles. Kristen fue testigo de las condiciones físicas y de vida de estos niños y la forma en que eran tratados, así que oró para que Dios enviara a alguien para ayudarlos. A los 6 meses, Dios llamó a Kristen para trabajar con los niños en Nairobi, Kenia.

Tan pronto Kristen se mudó a Nairobi, se mudó con Eunice. Cuando los niños necesitaban un lugar seguro para quedarse o recuperarse de las heridas que habían sufrido en las calles, las dos señoras los llevavan a su casa. Así que Eunice y Kristen comenzaron a hacer planes para iniciar un centro de rehabilitación y de reunificación, pero no tenían medios para comprar un local.

El día de Navidad del año 2013, sus oraciones por un local fueron contestadas. En el año 1999 se abrió un orfanato en Naivasha. La mamá de Kristen, una agente de bienes raíces en los Estados Unidos, conoció a un hombre a través de su trabajo que sirvió en la junta directiva del orfanato. Cuando el hombre se enteró que Kristen estaba buscando un local, en el mes de enero del año 2014, él y otros que eran parte de la junta directiva nombraron a Eunice y Kristen como codirectoras del albergue infantil de Naivasha.

Cuando un niño quiere ser rescatado, uno de los trabajadores sociales fija una hora para recoger al niño de la calle y llevarlo al albergue. Una vez que el niño llega al albergue, el aprende habilidades, recibe consejería, le dan clases educativas, realizan quehaceres del albergue y por último, experimentan el amor y un ambiente estable.

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“Antes de tener mis propios hijos, tuve hijos de la calle”, dijo Kristen. Este es el sentimiento de cada personal del albergue; el cuidado de los niños va más allá de las paredes del albergue. Una vez que los niños son reunidos de nuevo con sus familias, los trabajadores sociales visitan continuamente a los niños y a sus familias para asegurarse de que todo esta funcionando sin problemas y si es necesario, les brindan consejería tanto a los niños como a las familias.

El albergue no es un orfanato, sino un lugar donde cada niño recibe atención personal y esperanza, con el objetivo de reunirse con sus familias. Al igual que la parábola del hijo pródigo que Jesús contó en el Nuevo Testamento, estos niños se avergüenzan de regresar a sus casas porque piensan que son “menos que” o se identifican como “sucios”, dijo Kristen. Sin embargo, a medida que reciben consejería y experimentan el amor y la bondad de Dios a través del personal del albergue, su autoestima y su deseo de reunirse con sus familias aumenta día a día.

Frances, uno de los niños que vive en el albergue dijo lo siguiente: “Si le pudiera decir a un amigo en la calle una cosa acerca del albergue le diría: Ven al albergue, cambiará tu vida y encontraras a tu familia”.

OREMOS para que Frances y otros niños como él encuentren una nueva vida en Cristo.

OREMOS para que a medida que los chicos se reconcilian con sus familias, las familias también encuentren esperanza en Cristo.

PIDÁMOSLE AL SEÑOR que bendiga el trabajo del personal del albergue para que puedan alcanzar con amor a los niños que están sufriendo.