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SEMANA DE ORACIÓN: Los turcomanos buscan seguridad y esperanza

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Nota de la editora: La Semana de Oración de las Misiones Internacionales es del 28 de noviembre al 5 de diciembre. Juntos oramos por misioneros alrededor del mundo. Cada día, 155.473 personas entran en la eternidad sin la esperanza de Jesús. Por favor únase a nosotros para observar la Semana de Oración de las Misiones Internacionales, donde los Bautistas del Sur oran por los misioneros de la IMB, sus ministerios y las personas no alcanzadas y lugares a los que sirven.

Es una situación crítica. Estas palabras, que describen la vida de las familias turcomanas, están cargadas con el peso de millones de decisiones difíciles.

La vida en Turkmenistán, uno de los países más represivos del mundo según sus habitantes, hace que muchos turcomanos busquen una vía de escape. Los factores de estrés políticos y sociales juegan un papel importante, pero la falta de artículos de primera necesidad es la fuerza impulsora.

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Las relaciones familiares en Turkmenistán suelen romperse cuando los padres dejan a sus hijos al cuidado de familiares para trasladarse al extranjero como trabajadores migrantes. Muchos turcomanos se han mudado a lugares como Turquía y Rusia para encontrar trabajo.

Lara Bingham*,trabajadora de la IMB en Asia Central, dice: “La vida ha sido muy difícil en Turkmenistán. No han tenido acceso a los productos básicos, como harina y azúcar. Hacen largas filas cada día solo para conseguir huevos”.

Al sentir que no tienen opciones, las madres toman la decisión de dejar a los bebés con sus familiares para encontrar trabajo en Turquía. Los hombres se mudan a Moscú como trabajadores migrantes a pesar de los bajos salarios y el trato duro. Maridos, esposas, hermanos, hermanas, hijos… las familias turcas se rompen y se dispersan por todo un continente para sobrevivir.

“Se percibe la desesperación de la gente. Anthony Bingham*, esposo de Lara, menciona: “El dinero que ganan en el país no les alcanza, así que se van”.

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Solo en Turquía, se calcula que entre uno y dos millones de turcomanos trabajan como inmigrantes. La población turcomana total dentro de ese país es solo de unos 4,5 millones, por lo que el gran número de personas que se marchan refleja la desesperación que sienten las familias.

A veces, esa inquietud les abre el corazón a respuestas que van más allá del dinero. Algunos de los que se mudan al extranjero pueden escuchar el evangelio por primera vez.

Anthony indica: “Dios está haciendo cosas; la gente está viniendo a la fe. Pero eso significa apuntarte a una vida más dura”.

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Turkmenistán se independizó tras la caída de la Unión Soviética en 1991. Al restablecer una identidad propia, los turcomanos adoptaron una nueva bandera que refleja su historia como fabricantes de alfombras y su tradición islámica.

La persecución es generalizada en Turkmenistán, donde el islam es la religión mayoritaria y las libertades religiosas carecen de protección. Cuando las personas se identifican como creyentes en Jesús, corren el riesgo de perder sus empleos. Sus familias suelen rechazarlos, y las palizas de la policía y las falsas acusaciones son algo habitual.

Anthony también comenta: “Si se combina con los aspectos relacionales ya disfuncionales de la vida, los creyentes la pasan muy mal”.

A pesar de esta realidad, algunos creyentes han vuelto a Turkmenistán “aunque temieran que fuera una sentencia de muerte”, dice Lara. Otros están haciendo planes para volver. Lara considera que se trata de un paso esperanzador para las familias que se ven obligadas a buscar seguridad económica.

“La mayoría de estos turcomanos dejan a sus hijos, incluso a sus bebés, en Turkmenistán, con la familia confundida…. Es un proceso críticamente fracturado dentro de la iglesia, porque estas mujeres todavía sienten que eso es lo que deben hacer”.

Lara describe a una pareja que ha puesto su fe en Jesús. Hace años que no ven a su hijo y se están dando cuenta de que tienen que volver y educarlo en la fe.

Ella afirma: “Es una perspectiva prometedora para esta familia. Y parece que al menos otras dos familias están pensando en lo mismo. Es un problema sistémico, pero esta nueva generación podría revertirlo.

Oremos por que la desesperación que sienten los turcomanos haga que sus corazones se ablanden frente a las buenas nuevas de Jesús.

Oremos para que Dios sane las profundas heridas de las familias creyentes y las utilice para construir su iglesia.

Oremos para que Dios incline los corazones de los líderes de Turkmenistán hacia las necesidades del pueblo y para que gobiernen con sabiduría, justicia y misericordia.