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Señales valiosas, Quietud

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NASHVILLE, Tenn. (BP) — Varias de las cosas que facilitan mucho a los que no sabemos nada de mecánica son las diferentes luces y dibujos que tienen los automóviles que nos indican cuando algo funciona mal. Si estamos atentos a ellos evitaremos que se vacíe el tanque de la gasolina, que las luces se queden encendidas, que nos olvidemos de cambiar el aceite o que haya una puerta mal cerrada. Si no prestamos atención a esas señales, corremos el riesgo de quedarnos en el camino o perder nuestro vehículo. La mejor opción para el buen funcionamiento de un automóvil es atender a las señales.

De esta misma forma las personas que viven alrededor de los creyentes necesitan ver en los cristianos al que llaman Salvador y Señor de su vida. El buen testimonio puede ser el brazo que alcance a los que están sin Cristo. Usted mismo puede comprobar si las señales que muestra a los demás son señales claras que atraen a otros para que también encuentren a Cristo y lo sigan. ¿Muestra a otros que le agrada estar en comunión con Dios, que lee la Biblia, ora y participa del compañerismo en su iglesia?

Una de las señales más claras para que otros sigan el camino cristiano es mostrar con su vida que Dios lo ha perdonado y decir a otros que ese perdón también está disponible para ellos. No puede engañar a Dios. Él conoce cada corazón. Si ama al Señor con todas sus fuerzas y muestra que también ama a su prójimo todos podrán ver que Dios es una realidad en su vida. Las personas a su alrededor pueden notar si usted practica la justicia y si sus acciones muestran que vive dentro de la voluntad de Dios. Esta es una señal que tampoco pasa inadvertida.

Otra señal que es visible para todos es cuando usted está seguro que la venida de Cristo es una realidad. Esta señal se ve a través de su estilo de vida, de sus prioridades, del uso que da al dinero, en fin, si cada día trata de ser más semejante a Cristo.

Hay otras señales que muestran si usted está con Dios y si Él está en usted. No tema examinar su vida para comprobarlo.
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Este escrito fue publicado originalmente por la revista Quietud® en el número correspondiente al otoño de 2012.

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