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Vive el llamado: María y José

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BIRMINGHAM, Ala. (BP)–La firmeza de lo que creemos se mide por la disposición que tengamos de sufrir, si es necesario, por nuestras convicciones. María y José eran personas de creencias muy definidas. Estaban dispuestos a hacer lo que era justo sin importarles las consecuencias o el qué dirán.

Cuando María recibió la noticia de los planes de Dios para su vida, respondió al ángel con firmeza y seguridad: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38). Por otro lado, cuando José supo acerca de su embarazo, él sabía que no era el padre de la criatura que ella esperaba. Le fue difícil pensar que su novia hubiera hecho algo indebido. Sin embargo, alguien debía ser el padre de la criatura. Decidió terminar su compromiso con María, pero no quería ofenderla. Quiso actuar con justicia y con amor (véase Mateo 1:19). Cuando el ángel del Señor le confirmó la verdad, José obedeció a Dios sin titubeos (Mateo 1:24-25).

Hay varias enseñanzas que nos traen estos dos siervos de Dios ante este acontecimiento sobrenatural:

— Los dos eran íntegros. Estaban dispuestos a actuar con entereza a pesar de las consecuencias que pudieran acarrear sus decisiones.

— Eran sensibles a la dirección de Dios para su vida. Esperaron y confiaron en lo que Dios había determinado. No hubo cuestionamientos ni demoras. Confían en que Dios sabía cuál era el camino mejor para ellos.

— No se dejaron llevar por los sentimientos. Vieron claramente la mano de Dios en medio de la crisis. Valoraron más la permanencia de sus convicciones que la afectación de sus emociones.

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— Decidieron obedecer a Dios. Supieron que hacer la voluntad de Dios era lo mejor para su vida. No les impidieron las posibles consecuencias, pérdidas o ganancias.

— Desafiaron a la opinión pública. Les importó más lo que Dios esperaba de ellos que el juicio de los demás. Honraron al Único que en realidad cuenta.

La acción de ellos revela cuatro parámetros fundamentales del cristiano:

— Principios inflexibles, con valores absolutos, no relativos.

— Dirección y sensibilidad, en un camino seguro, no distorsionado.

— Disponibilidad ante Dios, mediante la obediencia inmediata, no retardada.

— Autodisciplina, dispuestos a abandonar su zona de comodidad, sin excusas.

Para reflexión: No siempre vamos a entender los altibajos que nos presenta la vida en esta tierra. ¿Está dispuesta usted a llevar una vida íntegra a pesar de las burlas y las tentaciones? ¿Podría asegurar que es Dios quien dirige sus pasos y que está dispuesta a andar por donde Él le guíe? ¿Está lista a renunciar a sus placeres por complacer a Dios?
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Este artículo es parte de una serie de estudios bíblicos mensuales. De Nuestra Tarea, diciembre/enero/febrero 2007–2008.