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Vive el llamado … ¿si hay tiempo?


BIRMINGHAM, Ala. (BP)–Oí al Howard Hendricks, profesor del Seminario Teológico de Dallas, relatar en una conferencia que alguien le llamó una noche para invitarle a predicar. Él contestó: “Lo lamento; ésta es la noche en que paso con mi familia.”

El otro le dijo, destilando sarcasmo santurrón: “¿Quiere decirme que prefiere quedarse en casa en lugar de predicar la Palabra de Dios?”

Hendricks contestó: “No; prefiero quedarme en casa y poner en práctica la Palabra de Dios.”

¡Cómo quisiera que alguien me hubiera enseñado al principio de mi ministerio a poner las cosas en su debida prioridad: Dios, cónyuge, hijos, trabajo, y luego todo lo demás! Precisa y exactamente en ese orden. Una de las verdades prácticas que más me costó aprender en mi ministerio pastoral fue que todos los seres humanos, sin excepción, tenemos los mismos siete días a la semana, y las mismas 24 horas cada día. Por consiguiente, la buena mayordomía del tiempo es cuestión de poner las cosas en su debida prioridad.

La primera prioridad de su vida como creyente, y mucho más como ministro de Jesucristo, es su relación con Dios. Esto incluye sus devociones personales, la lectura personal de la Biblia, y su comunión con el Padre celestial en oración privada y en secreto. No confunda su estudio para sus sermones con su propia vida devocional. No es lo mismo.

Es curioso: En más de cuatro décadas de ministerio pastoral, y docenas de entrevistas como posible pastor para alguna iglesia, jamás nadie me ha preguntado sobre mi vida devocional. Me han preguntado cuántos he bautizado, cuánta plata hemos dado a la denominación, o cuántos edificios he construido; pero jamás nadie me ha preguntado si todos los días me reúno fielmente con mi Padre celestial.

Después de Dios, lo más importante es su cónyuge. Usted debe dedicar tiempo para conversar con su cónyuge, salir a dar una caminata los dos solos, ir a comer fuera los dos solos, ver juntos la televisión o armar juntos un rompecabezas. Su cónyuge es más importante incluso que sus hijos.

Luego vienen sus hijos, o su familia inmediata. Aquí se incluye, por ejemplo, los partidos deportivos de los escolares, así como también simplemente pasar tiempo con ellos.

Entonces viene su trabajo. Si usted es pastor o ministro, sus obligaciones en la iglesia son su trabajo. Aquí se incluye su estudio para sus sermones y otras presentaciones en público, sus visitas a los enfermos y las reuniones de la asociación o de comités.

La semana regular laboral es de 40 horas. Después de eso las empresas están obligadas por ley a pagar “sobretiempo” o algún otro tipo de recompensa adecuada. Algunas iglesias son los únicos patronos que pueden exigir horarios de esclavos y pagar sueldos de igual naturaleza, y pensar que lo hacen en nombre de Dios. A veces pienso que las expectaciones de algunas iglesias siguen más los modelos de la libre empresa del siglo XXI, antes que el modelo del Nuevo Testamento.

Así que, la cuestión en realidad no es “si hay tiempo.” La realidad es que siempre nos damos tiempo para hacer precisamente lo que queremos realmente hacer. La cuestión se reduce a prioridades. Siempre habrá más cosas para hacer que tiempo para hacerlas. Lo más difícil es aprender a determinar prioridades, de modo de hacer lo que en realidad tiene que hacerse, y que no puede hacerlo nadie excepto yo.
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De Nuestra Tarea, mayo/junio 2007.

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  • Por Miguel A. Mesías E.