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Voluntarios hispanos comparten una historia que cambia vidas

Una voluntaria sostiene una imagen que ilustra una de las historias bíblicas que el equipo compartió durante su viaje misionero al sudeste asiático. Cristianos hispanos fueron a colaborar con Adam y Janene Ríos, quienes sirven como misioneros de la IMB. Foto de la IMB


“No fuimos a trabajar. Fuimos a ver a Dios obrar, y alabamos a Dios porque nos usó más allá de nuestras fuerzas para su gloria,” expresó Annel Robayna.

Recientemente, Annel, quien se desempeña como estratega para la movilización de iglesias hispanas de la IMB, viajó con otros líderes y miembros de iglesias hispanas de los Estados Unidos para servir junto a los misioneros hispanos Adam y Janene Ríos, quienes sirven con la IMB en el sudeste asiático.

Durante el viaje de dos semanas, 130 personas escucharon el evangelio y 57 decidieron seguir a Jesús.

“En la comunidad hispana, la mayoría de las personas no se inscriben en viajes de voluntariado solo porque lo hayan visto en un sitio web”, señaló Annel. Lo que motiva a la gente a servir es una conexión personal. Por eso, Annel se conectó por teléfono con uno de los voluntarios para el viaje al sudeste asiático. Conoció a dos otros voluntarios en un evento en Texas y ya había trabajado con otro anteriormente.

La perspectiva que Annel busca inculcar en las iglesias y sus miembros es una mentalidad de “¿Qué puedo hacer?” o “¿Qué puedo aportar?”.

Les dice a los líderes y miembros de la iglesia que pueden aportar un “sí” y “estar listos para ver a Dios obrar”.

Historias que cambian vidas

“Déjame contarte una historia que cambió mi vida, y que está cambiando las vidas de otras personas”.

Con esta invitación, el matrimonio Ríos, algunos pastores locales y otros misioneros de habla hispana comenzaron a entablar conversaciones, y los voluntarios siguieron su ejemplo. Después de escuchar la historia, se les daba a los oyentes la oportunidad de responder.

Además de los creyentes locales que interpretaban, varios misioneros de países de habla hispana interpretaban directamente del español al idioma local para los voluntarios que solo hablaban español.

Un hombre musulmán ya anciano, con un trasfondo militar, fue una de las 57 personas que tomaron decisiones de fe, aunque le costó entender el perdón de Dios debido a su pasado, ya que había matado personas siguiendo las órdenes de sus superiores. Annel habló acerca del perdón que Jesús da, sin importar cuál sea tu historia.

Cuando Annel terminó de compartir, este anciano se levantó de su asiento y, con algo de esfuerzo, caminó hasta el otro lado de la sala y le tomó la mano en una actitud de respeto. Con lágrimas en los ojos, Annel y los creyentes del sudeste asiático oraron por él. Su nuera también decidió dedicar su vida a Cristo.

El viaje al sudeste asiático fue el primer viaje misionero en el que Andrea, de Luisiana, no conocía el idioma y donde compartió el evangelio principalmente con adultos, muchos de los cuales eran bastante mayores.

En un punto del viaje, una avalancha de ansiedad y miedo la abrumó, y muchos pensamientos negativos invadieron su mente. Pensaba: “¿Por qué las personas mayores y con más sabiduría que enfrentan situaciones difíciles querrían escucharme hablar del evangelio?”.

Cuando ese pensamiento entró en su mente, ella oró y le pidió al Señor que la usara según su voluntad. Pronto se dio cuenta de que Dios puede usar incluso las cosas más pequeñas de la vida para su plan. Su edad no era relevante para contarles a las personas lo que Dios había hecho en su vida y cómo la había cambiado.

Esto nos decía: “No hay límite de edad para ir y compartir el evangelio. Lo único que esas personas necesitaban era que alguien fuera y plantara una semilla de mostaza, y Dios se encargaría del resto”.

Dios usó su testimonio para guiar a alguien a poner su esperanza en Cristo. Andrea dijo que el Señor le dio el poder para compartir el evangelio de formas que nunca podría haber logrado sin él.

Pasar de relaciones a colaboraciones

Cada vez que Annel lleva un equipo de voluntarios a lugares donde hay misioneros de la IMB, tiene la esperanza de que los voluntarios descubran las necesidades que hay, exploren oportunidades para colaborar, aprendan sobre la estrategia del equipo de la IMB y regresen a casa para movilizar a sus iglesias a organizar sus propios viajes.

El próximo paso es fomentar la colaboración. Annel está allí para ayudar, pero la idea es que colaboren directamente con los misioneros de la IMB una vez que las iglesias establezcan una conexión. Establecer una conexión con un misionero en el extranjero abre la posibilidad de mejorar la colaboración. Annel explicó que, si no hay una conexión, buscarán en otro lugar.

Una mujer que participó en el viaje no tenía ninguna conexión previa con la IMB, pero había estado orando para poder ser parte de las misiones. Después del viaje, el Señor le confirmó que quería que ella regresara y sirviera en el sudeste asiático. Ahora, ella está haciendo planes para volver a servir con la familia Ríos.

Carlos, pastor y líder entre los bautistas de Luisiana, nos contó que había viajado al país previamente, pero que este viaje fue el más productivo, en gran parte, debido a la presencia misionera. Su iglesia había estado buscando misioneros con quienes colaborar, y después de conocer a Adam y a Janene, decidió que esta era la colaboración que había estado esperando.

Annel indicó que, en general, el objetivo de las iglesias es ministrar a sus propios grupos étnicos. Por eso, su esperanza es que más iglesias adopten la visión de las misiones internacionales, vayan más allá de las preferencias culturales y estén dispuestas a llevar el evangelio a lugares donde se hablan otros idiomas o con culturas diferentes.

Por razones de seguridad, se han modificado algunos nombres.