NOTA DEL EDITOR: La columna First-Person (De primera mano) es parte de la edición de hoy de BP en español. Para ver historias adicionales, vaya a https://www.bpnews.net/espanol
BRENTWOOD, Tenn. (BP) — Hace años una canción popular decía en su estribillo: “Y si me atacan, tiro”… Y esto es en realidad algo común y frecuente. La gente ataca a otras por diversos motivos: orgullo, envidia, ansias de poder, ambición personal, deseos de grandeza, necesidades de un cambio y la lista llenaría muchas páginas, pero se puede resumir en una sola palabra: “pecado”.
Esto ocurre en el mundo secular y desafortunadamente, también ocurre en las iglesias de todos los tamaños y denominaciones, y se desata en contra de los líderes, ya sean pastores, ministros, diáconos, maestros de la Escuela Dominical, líderes de discipulado, o cualquier otra cosa. El Diablo usa a algunas personas buenas que se ciegan y arremeten contra otras, tratando de quitar a alguien del camino para ellos poder subir, mantenerse o simplemente, para no ver a alguien al mando.
Es algo tan frecuente que casi me atrevo a decir, que si no estás siendo atacado, tarde o temprano lo serás. El asunto no es evitar que nos ataquen, eso es casi imposible. El problema es cómo vamos a responder a los ataques. Jesús dijo que si nos abofetean una mejilla, pongamos la otra y que paguemos al mal, con el bien. Pero eso es muy difícil de hacer, ¿verdad? Bueno, en verdad Jesús nunca dijo que el camino era fácil. Él dijo que el camino era estrecho, y esto incluye todas las implicaciones que los caminos estrechos tenían en la Palestina del Siglo I.
De manera que nos enfrentamos a un gran problema, con una solución cristiana difícil de hacer. Lo más fácil es contraatacar. Y tratar de ganar la “guerra de las ofensas” diciendo otras ofensas mayores, o incluso diciendo algo que pudiera encerrar alguna pequeña verdad encubriendo otras calumnias que sirva para lanzar un gran contraataque. ¡Pero eso no es lo que Jesús nos manda!
Nehemías nos da un gran ejemplo a seguir en el capítulo 6, comenzando con lo peor: cuando nos acusan falsamente de algo. La respuesta de Nehemías debe inspirarnos a hacer lo mismo. En última instancia, esto es lo que nos mandó a hacer Jesús: desentendernos del ofensor y concentrarnos en la tarea de Dios que estamos haciendo. No contraatacar, sino ignorar. No enfurecernos, sino sentir piedad por el ofensor. No odiar al ofensor, sino orar para que Dios le abra los ojos para que se dé cuenta del daño que les está haciendo o le puede hacer a los débiles en la fe. Jesús también dijo que en este mundo tendríamos aflicción, pero que confiáramos, que Él había vencido al mundo. Y entre los vencidos por Jesús en el mundo, están los ofensores, cualquiera que sea el motivo que les anime para atacar y ofender a otros.
De manera que si estás siendo atacado, pon a tu ofensor en las manos de tú Salvador y Señor y sigue adelante en haciendo la obra que Dios te ha encomendado…