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EDITORIAL: ¿Cómo debemos adorar a Dios?

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NOTA DEL EDITOR: La columna First-Person (De primera mano) es parte de la edición de hoy de BP en español. Para ver historias adicionales, vaya a
http://www.bpnews.net/espanol [2]

NASHVILLE (BP) — Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para enseñarles. Y se levantó Moisés con Josué su servidor, y Moisés subió al monte de Dios. Y dijo a los ancianos: Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros; y he aquí Aarón y Hur están con vosotros; el que tuviere asuntos, acuda a ellos.

Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte. Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel. Y entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches. Éxodo 24: 12-18

Moisés fue llamado a subir al monte para recibir una revelación de Dios. Estoy convencido de que Moisés sabía que estaría ausente por un periodo largo de tiempo, por lo que tomó medidas de carácter práctico para atender a las necesidades del pueblo. Observe lo que le dijo a los ancianos del pueblo: “Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros; y he aquí Aarón y Hur están con vosotros; el que tuviere asuntos, acuda a ellos”. Este es un gran ejemplo de la función de un verdadero líder. Tal vez, los apóstoles tuvieran este ejemplo en mente cuando establecieron un procedimiento similar. Los apóstoles de Jesucristo comprendieron que su función primordial era enseñar la Palabra y dedicarse a la oración, por lo que decidieron nombrar “diáconos” que se encargaran de ministrar a las necesidades de la viudas y de la creciente congregación (Hechos de los Apóstoles 6:2-4).

Este es un buen ejemplo a tomar en consideración en nuestros días. Hay veces que vemos congregaciones que languidecen y se debilitan en el crecimiento espiritual de sus miembros porque un pequeño grupo de personas (a veces es un grupo de uno o dos) lo quieren hacer todo, y lo que es aún peor, lo quieren controlar todo. Los líderes religiosos están llamados a dedicarse al desarrollo espiritual de la grey que Dios les ha confiado, y para eso TIENEN que dedicarse a la oración y al estudio y la enseñanza de las Escrituras. Ese es su sagrado llamamiento, y tienen que bajo la inspiración del Espíritu Santo, USAR a aquellas otras personas que Dios ha llamado y dotado con dones espirituales para que se encarguen de ministrar a las necesidades materiales. No estoy hablando de aquellos que sin hacer algo, quieren ser líderes en la iglesia con tal de “aparentar” metiéndose en todo y haciendo nada. Estos o estas son PEORES. Este problema también se presenta en el trabajo ministerial administrativo, en el que hay quienes quieren ser los únicos que “piensan” y la mayor parte de las veces fracasan y dañan la obra de Dios.

Hay varias referencias en el texto bíblico que nos indican que Moisés subió solo a la montaña para recibir la Palabra de Dios. Esta historia siempre me ha fascinado. Le invito a que trate de visualizar conmigo el escenario. Moisés subió a la montaña, y entonces una nube cubrió al monte por seis días, y al séptimo día, Moisés escuchó que Dios le llamaba. Si usted está leyendo la Biblia completa en este año, probablemente ya se haya percatado de un hecho muy curioso: generalmente en el lenguaje bíblico, la descripción de seis eventos o sucesos son seguidos por un séptimo evento muy importante o culminante, esta es una característica de la revelación divina. Aparece por ejemplo en los sietes sellos, las siete trompetas y los siete cuencos que se mencionan en Apocalipsis, en el relato de la creación que aparece en el libro de Génesis vemos otro buen ejemplo.

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Pero mire a la montaña, dice la Escritura que: “Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel”. Es decir que todo el pueblo de Israel pudo ver la presencia de Dios en la montaña en la que Moisés había ido. Lo más importante de esta escena es que Dios le quería mostrar al pueblo, para que este entendiera, que las enseñanzas que Moisés traería de vuelta, habían sido dadas por Él y por nadie más. No podía haber dudas, nadie podía asumir que eran imposiciones de Moisés o caprichos, eran simplemente Palabras del Señor para ser obedecidas.

Observe con cuidado algo que he dejado para el final, aunque aparece al principio: “Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para enseñarles”. De manera que Moisés subió al monte para recibir la revelación de Dios.

Los capítulos siguientes están dedicados casi por entero a describir los procedimientos y los instrumentos, materiales y objetos que se debían utilizar tanto en la construcción del Tabernáculo, como en el sistema de sacrificios que se ofrecerían, incluyendo las vestiduras sacerdotales. Resumiendo de manera muy simple y nada científica pudiera decirle que la “moraleja” es que el pueblo de Israel no podía adorar a Dios de la manera que ellos pensaran que era “buena” o que más les agradara a ellos. Tanto entonces, como ahora, la adoración a Dios está gobernada por las reglas y los principios bíblicos. No se puede adorar a Dios “como a mí me guste, sino COMO A DIOS LE AGRADA”. Y esto es una llamada de alerta para aquellos que tal vez por error o por atraer a más personas están convirtiendo la adoración a Dios en una verdadera abominación. La adoración a Dios no es un espectáculo ni un acto de circo. Es simplemente eso: Adoración.
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Óscar J. Fernández es el Senior Editorial Project Leader para el Multi-Language Team de CRD Publishing. en Church Resources Division de LifeWay Christian Resources en Nashville. Es además escritor independiente y un estudioso de la Biblia.