NOTA DEL EDITOR: La columna First-Person (De primera mano) es parte de la edición de hoy de BP en español. Para ver historias adicionales, vaya a https://www.bpnews.net/espanol
FORT WORTH, Texas (BP) — Dentro de la iglesia local frecuentemente nos enfrascamos en luchas de todo tipo, y para motivarnos a seguir luchando decimos que estamos peleando por Dios. Decimos que Dios está con nosotros. Aun cuando esto pueda ser cierto en algunas ocasiones, ¿Cómo sabemos cuándo no lo es? Aquí hay 11 pistas que nos ayudan a descubrir si nuestra lucha es a favor de Dios y con Dios, o es si es sólo producto de nuestra carne disfrazada de lucha espiritual:
1. ¿Me siento bien? Aquí debemos recordar que apelar a cómo nos sentimos no es suficiente. A veces nos podemos “sentir bien,” nuestra conciencia no nos reprende, pero recuerda, Dios es mayor que nuestra conciencia. Hay personas que simplemente les gusta estar en batalla. Son “valientes” y “violentos” en las cosas de la iglesia. “Arrebatan el reino de Dios—mal interpretando ese pasaje. Simplemente no pueden vivir sin conflicto, se alimentan de él, se sienten más espirituales. De este tipo de persona quizá se quejaba el rey David cuando se dolía de que había vivido mucho tiempo entre ellos (Sal. 120:6). Dios no está con ellos.
2. ¿Lo justo? Tampoco funciona el apelar a un sentido general de justicia. No es suficiente decir que estamos peleando por lo que es justo. A parte de que como humanos, determinar lo que es justo no es muy fácil en determinados momentos. Es cierto que hay muchos absolutos dados por la Escritura, pero frecuentemente nuestros batallas en la vida de iglesia no traen un verso bíblico pegado a ellas. A veces lo justo es lo que a mi me gusta, la forma en que yo hago las cosas, y aun cuando estas cosas no sean malas en si mismas, Dios no necesariamente pelea por ellas.
3. ¿Los Medios? Además de todo esto, el cristiano debe batallar por la justicia de forma justa también (Efesios 6). Y es aquí en donde la justicia por la que decimos pelear se ensucia. Si ganas una batalla justa por medios injustos no has ganado nada. Los creyentes en Cristo deben aprender a perder batallas justas porque no están dispuestos a usar medios injustos.
4. ¿La forma? Yo diría entonces que para saber si la batalla que estoy batallando es de Dios deben observarse la forma en la que se está librando, las armas que se están usando. Si yo, o mis militantes están haciendo lo mismo que el “enemigo” no es batalla de Dios. Si el enemigo usa del chisme, la mentira, el prejuicio, la ofensa personal y la difamación, yo no estoy autorizado a hacerlo también. Si lo hago, esta batalla no es de Dios.
5. ¿Consejos? No puede ser la batalla de Dios si aquellos que han estado en el ministerio más tiempo que yo, aquellos que yo he buscado consejo en otras oportunidades, ahora no apoyan mi idea o la forma en que quiero llevarla a cabo.
6. ¿Cuánto tiempo? Si la batalla parece por largo tiempo no avanzar hacia ningún lado, muy probablemente no es de Dios. Batallar dentro de una iglesia local para que haya dos cultos en la mañana del domingo, cuando un significativo número de hermanos de se ha opuesto a esto por años y lo sigue haciendo sin que parezca que vaya a cambiar, es evidencia de que esta batalla no es de Dios. Por lo menos no en esta iglesia.
7. ¿Pero y yo? La batalla no es de Dios si lo que se trata de defender primeramente (por mí o por los que simpatizan conmigo) es mi persona o mi ministerio. No es que mi ministerio o mi persona no sean importantes. Lo que sucede es que en muchos casos las batallas dentro de las iglesias locales fácilmente se vuelven personales. A una buena parte de la congregación no le gusta mi estilo, mi personalidad, mi predicación, etc. Esto, sin embargo, no significa necesariamente que todos ellos estén en contra del evangelio. Dios no batalla a mi favor si en lugar de diferenciar entre el evangelio y yo, doy la impresión de que son lo mismo. Si hago que los que me apoyan, me apoyen no hagan la diferencia, o más bien utilizo convenientemente la confusión.
8. ¿Perder es ganar? Según el apóstol Pablo, en lo que concierne diferencias dentro de la iglesia local, la batalla sólo es de Dios si el líder prefiere sufrir la ofensa que ofender, prefiere perder la discusión que causar más división en la iglesia (1 Cor. 1-3). A muchos se les olvida de que no se trata de ganar una elección. Eso es política mundana. De lo que se trata es honrar a Dios, y muchas veces se le honra más cuando perdemos… y preferimos ir a la cruz.
9. ¿Ganando con la “carne”? La batalla es de Dios si aquellos que me apoyan en lugar de ocupar “la carne” en mi defensa, muestran madurez, templanza, y compasión sincera por los que no piensan como ellos. En palabras del apóstol Pablo, no están “envanecidos.” (1 Cor. 4:19; 5:2), llenos de resentimiento para otros, en gritería, contienda, y divisionismo.
10. ¿Indispensable? La batalla no es de Dios si yo me he vuelto indispensable para ella. Si yo soy indispensable, la batalla es mía no de Dios. Dios tiene muchos soldados aunque a veces no los veamos. No soy el único ni el más importante. Sí nadie más excepto yo puede enseñar, predicar o dirigir, algo no está bien. Si sólo yo — o quizá alguno de mis seguidores — tiene el método adecuado de ministerio, entonces muy probablemente Dios no está aquí. Lo más seguro es que la batalla va en camino de fundar una secta que no distingue entre Dios y el ser humano.
11. ¿Sacudiendo mis pies? La batalla no es de Dios si este lugar es el único en el que puedo y debo lucharla. Muchas veces luchamos por algo justo y bueno en medio de gente que no quiere eso. Creo que deberíamos pelear con las armas de Dios (Efesios 6: la verdad, la justicia, la oración, la evangelización, etc.) por un tiempo específico, no más. Si por años he luchado y las cosas no cambian sino que empeoran, debemos seguir el mandamiento de Jesús: salgan de allí y líbrense de responsabilidad, “sacúdanse los pies.” (Mateo 10:14). Muchas veces, creo Dios ha sacudido los pies a ciertos lugares y nosotros queremos quedarnos neciamente. Existe suficiente espacio en este mundo para pelear por la verdad y el mensaje del que estoy convencido, para seguir luchando en un lugar del que quizá Dios ha salido …