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EDITORIAL: Vivir juntos sin casarse y la iglesia

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NOTA DEL EDITOR: La columna First-Person (De primera mano) es parte de la edición de hoy de BP en español. Para ver historias adicionales, vaya a
http://www.bpnews.net/espanol [2]

NASHVILLE (BP) — Cada día más y más parejas viven juntas en concubinato. Es decir, sin estar casadas. Esto sucede dentro y fuera de nuestras congregaciones. Aunque la mayoría de los miembros de la iglesia reconoce la cohabitación como una violación a los principios bíblicos, hoy la iglesia se encuentra en un dilema pues no está inmune a este creciente fenómeno.

El Centro para el Control de Enfermedades y el Centro Nacional de Estadísticas de Salud de Prevención estiman que el 48% de las mujeres en edades entre 15 y 44 años fue a vivir con un hombre por primera vez. Este número se había elevado al 43% en el 2002 de 34% en 1995. La tasa de nupcialidad en los Estados Unidos se encuentra en un mínimo histórico de 6,8 por mil de la población total a partir de 2011 en comparación con 8,2 en 2000. La tendencia es clara y no podemos ignorarla.

Sabemos que la Biblia presenta la convivencia o el vivir juntos antes de casarse como una violación a los principios establecidos por Dios. Vemos al matrimonio como un pacto que no comenzó con el hombre pero que su inicio y diseño fueron de Dios (Génesis 1:24-25) . Esto no lo dudamos. Es mucho más que un compromiso de “vivir juntos”. Pero, la realidad es otra.

Muchos comparten la idea que vivir juntos sin casarse es una forma de “probar” si la relación funciona o no. Los resultados de muchos estudios revelan que este tipo de arreglos es visto en la mayoría de los casos por el hombre como sexo sin compromiso mientras la mayoría de las mujeres lo ven como un paso intermedio (previo) hacia el matrimonio. Lo ven para “compartir” el amor, dos perspectivas totalmente diferentes. Estas mismas investigaciones demuestran que ambas actitudes despreocupadas simplemente revelan una dolorosa inestabilidad familiar y social. Enmascaran diferentes niveles de responsabilidad porque las personas simplemente se comprometen hasta donde desean o simplemente llegan a comprometerse al mínimo. Las cifras revelan que son menos del 20% las parejas que llegan a casarse después de haber vivido juntos. Las mujeres que conviven con sus novios sufren de mayor insatisfacción y depresión que las casadas. Otras investigaciones revelan una mayor incidencia de violencia doméstica hacia la mujer y los niños cuando no existe un casamiento legal. Por si fuera poco, el resultado es que quienes viven juntos sin casarse tienen 50% más probabilidades de divorciarse luego que las parejas casadas.

La pregunta que surge es ¿cómo podemos en la iglesia discutir y tratar sanamente el tema de vivir juntos sin casarse? Permítame hacer tres sugerencias prácticas para ello:

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Primero, necesitamos ayudar a las parejas que actualmente permanecen en este estado a ver la verdad bíblica. Aunque este no es el pecado imperdonable, es importante instruir a las personas la manera que Dios mira al matrimonio. Implica enseñar la Palabra de Dios en amor animándoles a confesar y arrepentirse de esta condición. Nuestra intención debe ser estimularlos a remediar la situación, especialmente dentro de la comunidad en que conviven, sus familiares y aquellos que están consciente de ello. Debemos de cuidarnos de no ventilar al aire libre “los trapos sucios” degradando a las personas. Por el contrario, con cuidado amonestarles y animarles a tomar pasos correctivos. No podemos hacernos de la vista gorda o mirar hacia el otro lado ante estas situaciones.

En segundo lugar, necesitamos celebrar y darle al matrimonio la importancia que merece. Resaltar los valores de pacto y conmemorar los votos matrimoniales son una manera de enseñar y educar a la comunidad del plan de Dios para la familia, en especial a los nuevos creyentes. Aproveche momentos específicos ya sea en grupos pequeños, eventos familiares o especiales y/o desde el púlpito para realzar el valor del matrimonio ante los ojos de Dios. ¡Celebre!

Finalmente, provea un plan para ayudar y animar a las parejas de la iglesia y la comunidad. Ofrezca cada año cursos o talleres de enriquecimiento y fortalecimiento para parejas. Los retiros, campañas y días especiales al igual que ofrecer consejería matrimonial son otras formas de ayudar a los actuales y futuros matrimonios.

Porque El Vive
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Luis R. López es el Director de LifeWay Español de LifeWay Church Resources en Nashville, Tenn. http://www.LifeWay.com/espanol.