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EDITORIAL: La idolatría, ¿a qué o quién veneras?

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[2]Usualmente cuando Dios indica que no se puede hacer algo es porque ya la humanidad lo hizo, lo está haciendo, y continuará desobedeciendo y batallando para dejarlo de hacer. Uno de estos pecados es la idolatría. El primer mandamiento condena la idolatría y se encuentra en Éxodo 20:3 y en él Dios dice, “No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.” Dios también ordenó a Su pueblo diciendo, “No recurran a los ídolos, ni los hagan dioses de fundición. Yo, el SEÑOR, su Dios,” (Levítico 19:4—RVA).

La idolatría ocurre cuando una persona adora, atesora y admira con reverencia a otra persona, lugar, cosa, o imagen y deja que tome el en lugar de Dios en su vida. Hay una gran variedad de dioses falsos creados por el hombre y ninguno de ellos, por amor, ha dado a Su único hijo como sacrificio para salvación, nunca han creado algo de la nada, y no escuchan a nadie ni contestan oraciones porque no son reales. Solamente el único Dios trinitario merece adoración, reverencia, amor, dedicación, honor y obediencia.

El pecado de la idolatría siempre ha existido; es un pecado antiguo y también un pecado moderno. Si la idolatría hubiera dejado de ser, Dios no hubiera escrito un mandato para prohibirla, el profeta Jeremías y el apóstol Pablo no hubiesen batallado con ella (Jeremías 32:35; Romanos 1:20-24), y los pastores de hoy no tuvieran que ayudar a las congregaciones a identificar la idolatría y deshacerse de ella.

¡Había tanta idolatría en Atenas que los atenienses estaban adorando a un dios desconocido! El apóstol Pablo compartió el evangelio y puso el nombre de Jesús como a ese dios que ellos no conocían. Pablo dijo, “porque al pasar y observar sus santuarios, hallé un altar con esta inscripción: Al Dios no conocido’. Pues al Dios que ustedes adoran sin conocerlo, es el Dios que yo les anuncio,” (Hechos 17:23—RVC).

El seguidor de Cristo no se crea ídolos y recuerda que, “Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres,” (Hechos 17:29).

Hay numerosas formas de ser idólatra y ¡es posible que una persona haga un ídolo de sí mismo! “Por lo tanto, hagan morir en ustedes todo lo que sea terrenal: inmoralidad sexual, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia. Eso es idolatría.” (Colosenses 3:5—RVC) La palabra de Dios guía al cristiano a saber lo que es la idolatría, como mantenerse lejos de ella y las consecuencias que tiene el ser idólatra.

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Hay personas que adoran estatuas como la de la Santa Muerte, imágenes de santos creados por el hombre que representan a el Señor Jesús, a María de la madre del Señor Jesús, y otros hombres siervos de Dios como Pablo los cuales a veces son identificados como santos. Pero la idolatría no se termina ahí. Hay ídolos más modernos como los juegos de video, las adicciones, la pornografía, mi propio yo, los hijos, el rendimiento a los deseos carnales o personas de influencia.

La idolatría es producto humano y quienes la practican se consideran paganos. “Los dioses de los paganos son de oro y plata, y están hechos por la mano del hombre. Tienen boca, pero no hablan; tienen ojos, pero no ven; orejas tienen, pero no oyen, y en sus labios no hay aliento de vida. Iguales a ellos son quienes los fabrican, y todos los que ponen su confianza en ellos.” (Salmo 135:15-18-RVC)

¿Qué dice la palabra de Dios acerca de la idolatría? Dice que:

¿Cómo puedes vencer la idolatría?

El humano nació con la necesidad de adorar. La adoración comenzó en el Edén y uno de esos ejemplos fue el sacrificio de Caín y Abel (Genesis 4:8). La necesidad de una relación íntima con Dios es parte del ADN de los que aman a Dios y son salvados por la sangre de Cristo.

Dios es un Dios celoso (Éxodo 20:5) y solamente quiere ser adorado. No le ofenda intercambiándolo al adorar a dioses falsos hechos por el hombre los cuales no escuchan, no responden, no bendicen y no salvan.